Tribuna:EL MUNDO

La Haya y el Vaticano

LA SERIA PETICIÓN dirigida a finales de septiembre al Vaticano por la fiscal Carla del Ponte sobre el paradero del general croata Ante Gotovina, acusado de crímenes de guerra, invita y obliga a la Iglesia católica de Croacia a plantearse algunas preguntas sobre sí misma. Los rumores de que Gotovina podría estar en un monasterio de Bosnia-Herzegovina (y que el serbiobosnio Radovan Karadzic podría esconderse en un monasterio serbo-montenegrino) se han oído mucho antes y no se los ha inventado la fiscal. Hay que retroceder algo más en el tiempo para valorar la credibilidad de estas suposiciones. ...

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LA SERIA PETICIÓN dirigida a finales de septiembre al Vaticano por la fiscal Carla del Ponte sobre el paradero del general croata Ante Gotovina, acusado de crímenes de guerra, invita y obliga a la Iglesia católica de Croacia a plantearse algunas preguntas sobre sí misma. Los rumores de que Gotovina podría estar en un monasterio de Bosnia-Herzegovina (y que el serbiobosnio Radovan Karadzic podría esconderse en un monasterio serbo-montenegrino) se han oído mucho antes y no se los ha inventado la fiscal. Hay que retroceder algo más en el tiempo para valorar la credibilidad de estas suposiciones. Durante la última guerra de los Balcanes, no se pudo oír en ningún momento la voz de los dignatarios de las Iglesias católica y ortodoxa refiriéndose a lo que san Pablo repitió varias veces en Grecia y también en Roma: que en el cristianismo "ya no hay judíos ni griegos", es decir, que la nacionalidad no se cuenta entre los primeros valores cristianos.

El nacionalismo no es un fenómeno extraño entre los sacerdotes de los países eslavos del Sur; el ecumenismo es una rarísima excepción. Había en Zagreb, en los años setenta y ochenta, un grupo de católicos, sacerdotes y laicos, unidos en una asociación denominada La Actualidad Cristiana. El poder apenas les soportaba, la Iglesia oficial mantenía ciertas reservas con respecto a ellos. Carentes de nacionalismo y del viejo clericalismo, estaban cerca de los personalistas franceses y de la enseñanza ecuménica de Berdiaev. Esperaban que, después de la creación de los nuevos Estados en el antiguo territorio yugoslavo, esta corriente podría afirmarse con más fuerza e indicar un nuevo camino a la Iglesia misma, apoyada ya por el poder nacionalista. Esto no ocurrió. En algunas iglesias de Spalato y Zagreb oímos, en cambio, el elogio de Ante Pavelic, uno de los verdugos más feroces de la Segunda Guerra Mundial. Escribí a este respecto una carta a Karol Wojtyla y la publiqué en Roma, en La Repubblica, en vísperas del viaje apostólico del Papa a Bosnia. Recibí una respuesta llena de comprensión, escrita en nombre del Santo Padre por el cardenal Re. Parece ser que no se ha vuelto a oír el nombre de Pavelic en las iglesias croatas, pero una parte del clero sigue siendo verdaderamente nacionalista. En una Croacia herida y exhausta por la guerra, la Iglesia ha pedido, y a menudo obtenido, una parte muy notable de los "bienes devueltos" después de la caída del régimen anterior. Quizá más que en ningún otro país en transición, se ha podido ver en Bosnia, por un lado, una actitud muy positiva, sobre todo por parte de los franciscanos; por otro lado, en Herzegovina han permanecido las contradicciones y los conflictos, comprometedores para la Iglesia, entre los franciscanos y el obispado. En la colina que domina la ciudad multiétnica de Mostar, una de las más golpeadas durante la guerra, un enorme crucifijo deseado por el obispo católico desafía brutalmente a las otras religiones y nacionalidades. En este contexto se ha oído, antes de las declaraciones de Carla del Ponte, la hipótesis de que Ante Gotovina podría estar en uno de los conventos católicos de esta zona. Esto puede parecer creíble, sobre todo porque en las ciudades y pueblos vecinos se ven enormes carteles con el retrato del general buscado por el tribunal con sede en La Haya por crímenes de guerra. Se ve a este hombre como un héroe nacional, y se escribe: "Todos somos Gotovina". Un general cuyo expediente judicial en Francia (era soldado mercenario en la Legión Extranjera) incluye varios delitos, algunos graves. Y sin embargo se convierte para los ultranacionalistas en un personaje ejemplar. Este gran patriota ha hecho que su patria se convierta en su rehén ante el tribunal internacional para los crímenes de guerra: el héroe no tiene el valor de aparecer y defenderse ante este tribunal.

Carla del Ponte, por tanto, ha hecho una petición -que no debe verse como una acusación, negada por el Vaticano- teniendo en cuenta los indicios aparecidos mucho antes. Quizá haya basado su declaración en el hecho de que hace poco se ha descubierto que Ante Pavelic había estado escondido hasta 1947 en el Vaticano, y que hasta ese año no salió en barco de Génova a Paraguay, vestido de sacerdote. Murió en su lecho, acogido en Madrid por Franco. No veo a Carla del Ponte como una "enemiga de los croatas", ni como una laica fanática que quiera ofender a la Iglesia a cualquier precio. Dejemos que haga su trabajo.

Predrag Matvejevic es escritor y profesor de Estudios Eslavos en la Universidad de Roma. Traducción de News Clips.

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