Editorial:

La valla

Los Gobiernos de España y Marruecos celebran hoy en Sevilla y Córdoba la séptima edición de sus reuniones al más alto nivel (RAN). El encuentro tiene como trasfondo los graves incidentes que se vienen produciendo en las últimas semanas en la frontera de Melilla y que han causado ya tres muertos. La oleada de desesperados subsaharianos que asaltan con rudimentarias escaleras la valla de tres metros que separa el territorio marroquí de la ciudad autónoma española culminó el martes con dos asaltos de medio millar de inmigrantes cada uno. Dos centenares de ellos lograron colarse y fueron a parar a...

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Los Gobiernos de España y Marruecos celebran hoy en Sevilla y Córdoba la séptima edición de sus reuniones al más alto nivel (RAN). El encuentro tiene como trasfondo los graves incidentes que se vienen produciendo en las últimas semanas en la frontera de Melilla y que han causado ya tres muertos. La oleada de desesperados subsaharianos que asaltan con rudimentarias escaleras la valla de tres metros que separa el territorio marroquí de la ciudad autónoma española culminó el martes con dos asaltos de medio millar de inmigrantes cada uno. Dos centenares de ellos lograron colarse y fueron a parar al completamente desbordado centro de estacionamiento temporal de refugiados melillense.

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La agudización de los incidentes se produce en vísperas de la RAN, y en un momento de ostensible falta de atención de la gendarmería marroquí. Eso, sin embargo, no tiene por qué ser considerado como una flagrante provocación justo cuando las relaciones bilaterales han mejorado desde la llegada de los socialistas al poder y la cooperación en materia de seguridad ha supuesto que se haya reducido en un 37% la llegada de pateras a la Península. Pero es difícil evitar las suspicacias respecto a Marruecos, un país que no cuenta con muchos medios para frenar el paso de subsaharianos y que no recibe estímulos suficientes a la hora de aplicar políticas de rigor con los inmigrantes que lo utilizan como paso para saltar a España y Europa. No es extraño, incluso, que utilice estas situaciones indeseadas para pulsar la temperatura política de España, y que se muestre dispuesto a desactivar el asunto obteniendo algo a cambio. El Gobierno de Rodríguez Zapatero cometería una equivocación si hiciera concesiones sobre otros asuntos bajo presión. Es evidente que el problema del flujo masivo de subsaharianos afecta a la estabilidad de los dos países, pero también lo es que a la larga puede dañar más los intereses españoles y poner en riesgo la autonomía de Ceuta y Melilla.

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Acierta el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, al indicar que el problema no tiene solución a corto plazo, ni probablemente a largo, por mucho que se vaya a enviar 40 agentes al lugar, con lo que se aumenta hasta algo más de 700 el total de fuerzas de vigilancia españolas, y se haya decidido acelerar el recrecido de la valla de tres a seis metros. "Por muy alta que se ponga seguiremos intentándolo, porque es más fácil y menos peligroso saltar una alambrada que ir en patera", ha confesado uno de los que se quedó al otro lado de la frontera. Hay que asumir que la desesperación de estas gentes es tan grande que lucharán una y otra vez para huir del drama en busca de una vida mejor.

Es innegable que la inmigración clandestina es uno de los desafíos de la Unión Europea ampliada. Y España por su ubicación se halla en posición más sensible. Los controles de entrada no pueden resolverse sólo de manera bilateral. Y eso lo han empezado por fin a entender todos los socios comunitarios. Es un problema común que afecta a todos y que exige por tanto no sólo eficaces medidas policiales y judiciales conjuntas, sino otras de ámbito político y humano que comporten una mayor ayuda al desarrollo de esos países que alientan la huida de sus ciudadanos, su integración social en los países de acogida y la mejor colaboración y asistencia a los países de tránsito, en este caso, Marruecos. Y al respecto hay que confiar en que Bruselas convierta pronto en hechos la petición cursada por Rabat de asistencia técnica para reforzar el control de sus fronteras.

En la cumbre de hoy la representación española debe pedir acciones concretas a su vecino para controlar el flujo migratorio clandestino. Es positivo que haya voluntad marroquí para crear centros de acogida de menores. Sin embargo, resulta más que probable que todo ello no sea suficiente mientras la UE no se implique mucho más de manera conjunta, porque los Veinticinco deben entender que la valla de Melilla separa a la UE del entero continente africano.

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