Cartas al director

Símbolo de una época

Acabo de visitar a Carmen Caamaño en esa residencia de ancianos tan alejada de la ciudad y de cualquier contacto con sus "viejos camaradas", como ella dice. El viaje de regreso es largo y para mí siempre penoso. No es fácil escribir en momentos como éste, en los que del corazón y la razón no brotan sino lágrimas, pero la obligación moral que tenemos quienes creemos que el proceso histórico requiere igualmente el paso por la conciencia, me obliga a escribir esta carta. No quiero que el día que llegue su muerte se convierta en un número más o en un recordatorio necrológico frío. El sentido de es...

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Acabo de visitar a Carmen Caamaño en esa residencia de ancianos tan alejada de la ciudad y de cualquier contacto con sus "viejos camaradas", como ella dice. El viaje de regreso es largo y para mí siempre penoso. No es fácil escribir en momentos como éste, en los que del corazón y la razón no brotan sino lágrimas, pero la obligación moral que tenemos quienes creemos que el proceso histórico requiere igualmente el paso por la conciencia, me obliga a escribir esta carta. No quiero que el día que llegue su muerte se convierta en un número más o en un recordatorio necrológico frío. El sentido de esta carta es un homenaje, ahora que todavía se encuentra entre nosotros, a la vez para aquellas mujeres revolucionarias y republicanas, todavía hoy vivas, que se encuentran silenciadas. Recuerdo nombres como Pilar Soler, Guillermina Medrano, María Luisa Suárez, y ¿cuántas más?

Carmen Caamaño, con 96 años, es un símbolo de una época. En 1929, durante la dictadura de Primo de Rivera, es detenida porque participa en reivindicaciones estudiantiles. Durante la República, junto a conocidas políticas como Margarita Nelken, lucha a favor de la concesión del voto a las mujeres. En 1931 es de las primeras mujeres archiveras, trabajando en el Archivo Histórico Nacional. Militante del PCE. En los últimos meses de la guerra (1939), es gobernadora de Cuenca. Su paso al finalizar la guerra por el Puerto de Alicante, con un niño de días, es sobrecogedor. Es detenida en 1939 en Alicante, condenada a 12 años de prisión. Es traumático para ella la separación de su hijo, que de hecho hoy, al cabo de tantos años, todavía no ha sido superada.

No quiero alargarme más. Ayer cuando nos despedíamos mientras me estrechaba calurosamente las manos, y alzaba la voz con tono firme y seguro con aquella frase: "Vivo pero estoy muerta"; ha sido para mí un grito de rebeldía ante tanta injusticia y de nuevo he querido volver a romper el silencio y barrer el polvo que hemos acumulado en el silencio de la democracia. Carmen, no te preocupes, tú ya perteneces a la Historia. Nos perteneces.

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