Reportaje:

Ewan McGregor quiere más

Tiene energía y entusiasmo, pero lo que más destaca de él es que es un actor para todas las ocasiones y siempre dispuesto a ir a más. Tras el éxito de la última entrega de 'Stars Wars' llena teatro a diario en Londres y estrena nueva película, 'La isla'.

Ewan McGregor calla. Eso no quiere decir que asienta. Simplemente que calla, que prefiere no abrir la boca y guardar silencio para proteger en lo posible sus cuerdas vocales y la energía, y darlo así todo en el musical Guys and dolls que protagoniza en el West End londinense. No todos los actores son iguales, pero Ewan tiene su propio estilo: afable, pero manteniendo las distancias.

Para qué volver a hablar de su habilidad para cantar y bailar además de para actuar; o de lo que siente cuando él, considerado uno de los actores más independientes del cine, ve su rostro en los jugue...

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Ewan McGregor calla. Eso no quiere decir que asienta. Simplemente que calla, que prefiere no abrir la boca y guardar silencio para proteger en lo posible sus cuerdas vocales y la energía, y darlo así todo en el musical Guys and dolls que protagoniza en el West End londinense. No todos los actores son iguales, pero Ewan tiene su propio estilo: afable, pero manteniendo las distancias.

Para qué volver a hablar de su habilidad para cantar y bailar además de para actuar; o de lo que siente cuando él, considerado uno de los actores más independientes del cine, ve su rostro en los juguetes gratuitos de hamburguesería gracias a la mayor franquicia cinematográfica de Hollywood; o de sus frecuentes desnudos en la pantalla grande; o de su marcado acento escocés, sello de origen. En su mente, todo está hablado. Además, es lógico que Ewan McGregor tenga que guardar energías porque su nombre está en todos los lados. Como señala la crítica estadounidense, a sus 34 años y 30 largometrajes su presencia es tan palpable como la de su amigo Jude Law, al que, durante la última entrega de los Oscar, le tomaron el pelo por esta razón.

"Cuento historias como forma de ganarme la vida. Y es un placer"

En lo que va de año, McGregor suma a su popular debú en el teatro londinense dos de los filmes más esperados de la temporada, como el fin de la serie Star Wars, en la que ha dado vida a Obi-Wan Kenobi en los episodios I, II y III, y ahora con el estreno de La isla, la última extravagancia de Michael Bay, centrada en un mundo donde todo el que tiene medios también se puede clonar para tener a mano su propio almacén de órganos de repuesto. Y para el que sólo conozca esta cara de McGregor -la del "joven Harrison Ford", como le describe Bay echando mano de la estrella más taquillera de todos los tiempos-, o para el que se piense que el actor escocés más famoso después de Sean Connery se ha vendido a Hollywood, es el momento de recordar la película que le dio la fama, Trainspotting, porque el resto de su filmografía está compuesto de títulos tan independientes como extraños, tipo The Pillow Book o Young Adam, los filmes que más disfruta, según afirma, aunque habría que añadir que lo hace mientras se embolsa el dinero de los grandes taquillazos. Por si fuera poco, para cuando acabe con el teatro tiene ya en cartera un nuevo filme en el que interpretará cuatro papeles, y si no habla nada, nada, hasta quizá le den las fuerzas para rodar simultáneamente una película sobre la escritora infantil Beatrix Potter mientras sigue haciendo de Marlon Brando en Guys and dolls. Y a juzgar por recientes documentales como Long way round, que muestra el viaje de McGregor alrededor del mundo en moto, este hombre acaba convirtiendo en trabajo hasta sus mejores vacaciones.

Un actor para todas las ocasiones que ante el estreno de La isla abre en nuestra mente un interrogante más interesante que el del filme: ¿cómo sería un mundo lleno de Ewan McGregor? La idea le saca de su mutismo mientras pone fin en Los Ángeles al rodaje de su película sobre clones: "Lo mejor de La isla es que puedo interpretar dos papeles, lo que es un placer. Hago de mí y de mi clon; muy divertido porque sigue siendo la misma cara, aunque uno con acento escocés y el otro americano", detalla. "Pero no creo que la clonación llegue tan lejos", retoma sin entrar más en la broma de un mundo lleno de McGregor.

Sin embargo, sus directores, pasados y presentes, se relamen con la idea. Baz Luhrmann, el realizador australiano que le dio a conocer al gran público gracias a Moulin Rouge, dice con énfasis: "Hay una frase que siempre está en sus labios. Se pasa el día diciendo: ¡sería tal placer! Eso es exactamente lo que pienso". Danny Boyle, junto al que Ewan protagonizó su primera trilogía artística, formada por Tumba abierta, Trainspotting y Una historia diferente, tampoco desdeña la idea: "Ewan es un chute para la audiencia que siempre sabe cómo encontrar la vena en su público". "Desde luego tiene mucho más éxito que el que yo tuve a su edad. ¡Pero si estrena seis películas al año!", exagera el veterano Albert Finney, que tuvo la oportunidad de trabajar con McGregor en Big Fish. "Ahora en serio. Es alguien que puede hacer de todo. Y siempre se gana a la audiencia", añade.

Como dijo Olivia Stewart, la copro-ductora de otras dos de sus películas, Tocando el viento y Velvet Goldmine, todo el mundo quiere a Ewan. "Está tan falto de pretensiones y de arrogancia que es casi imposible criticarle", añadió. Ni tan siquiera los críticos le critican. Por ejemplo, Lisa Schwarzbaum, en Entertainment Weekly, asegura que el atractivo de Ewan "trasciende todos los géneros".

Si hay algo a comentar es que su físico no es perfecto, con esa verruga a lo Robert de Niro en medio de la frente, que ni siquiera está completamente en medio. "Desde luego no es un galán venido de otro planeta, pero de ahí su atractivo. ¡Proyecta tal sinceridad!", exclama la misma comentarista. Otros en Hollywood son más directos en sus titulares. "Tengo un pene muy grande", arranca uno de los perfiles publicados sobre este actor que ha dado muestras sobradas de sus declaraciones en la pantalla. Pero si este apéndice fue instrumental en las carreras de Victor Mature y Milton Berle, legendarios por ser los mejor dotados de Hollywood, McGregor se ha ganado a todos con sus otras dotes, las artísticas. "Mi profesión es la de un cuentacuentos. Cuento historias como forma de ganarme la vida. Las interpreto, si prefieres. Y es un placer. Me gusta que me cuenten historias, me gusta verlas y me gusta poder contarlas", explica mucho más afable cuando habla de algo que le gusta tanto como la interpretación.

Luhrmann le recuerda como un gamberro, siempre dispuesto a gastar bromas, "pero dentro de esa energía salvaje hay un extraordinario profesional". George Lucas también cita su "energía, gracia y entusiasmo", y eso a pesar de que Ewan McGregor nunca se ha deshecho en halagos hacia la trilogía galáctica que tanta fama le ha dado.

Ese entusiasmo que destacan los que han trabajado con él se refleja en las palabras del actor: "Todo este tiempo ha sido más que fantástico. Comencé a los 16 trabajando entre bambalinas para poderme pagar el primer año de teatro y luego los tres años de arte dramático; después llegó mi primer trabajo, mi primera película… Hollywood. ¡Tal placer! Pero esto no tiene nada que ver con la fama. Si estoy totalmente motivado por el éxito no es por el hecho de ser famoso. Todo eso aprendes a llevarlo, pero lo importante es que puedes mirar más allá y tener a tu disposición más papeles de los que nunca pensaste", aclara. También más dinero, porque la escalada de este actor ha sido fulminante.

Jude Law es el que mejor le puede comprender en esta experiencia. Juntos alquilaron uno de sus primeros pisos en Londres cuando ambos se labraban la carrera, y aun ahora comparten, al parecer, gran parte de las ofertas laborales que reciben. "Lo mejor es que al haber tenido esta relación con Ewan, y con otro par de amigos que comenzamos a la vez, ahora podemos evitar cualquier sentimiento de rivalidad entre nosotros", afirma Law. McGregor responde: "Siempre nos ofrecen los mismos papeles. Desde que teníamos 19 años o así. Pero seguimos siendo amigos y estoy muy contento del éxito de Jude, aunque sigamos recibiendo los mismos papeles", palabras que no demuestran resquemor por el hecho de que esas mismas ofertas le han valido ya un par de candidaturas al Oscar a su amigo mientras que a él todavía no le han invitado al baile.

Si algo está claro respecto a La isla es que puede dar mucho dinero, pero que nunca será material de Oscar. "Es una película escapista, un filme de intriga y acción con persecuciones, explosiones y romance, donde los clones que interpretan tanto Ewan como Scarlett Johansson son seres inocentes en un mundo con una moral retorcida, seres mucho más humanos que los humanos de los que son copia", afirma Walter F. Parks, uno de los productores de la cinta. "Está claro que esto no es Shakespeare", arranca McGregor con sequedad. "Nadie dice lo contrario, pero es una película futurista de acción con una premisa interesante", añade. Actor y director coinciden en la idea de que La isla parte de una premisa original, y hacen oídos sordos a los comentarios de algunos críticos que mencionan sus similitudes con otros clásicos de ciencia-ficción como La fuga de Logan. "No me interesa hacer proyectos que huelen a otra cosa", aclara McGregor. "¿Si ya están hechas, para qué repetirlas?", insiste.

Casi suena como en sus comienzos, cuando perjuraba que eso de Hollywood no iba con él. La diferencia es que ahora sus críticas las hace desde el set de una de las películas más caras de este año, junto a uno de los directores más de Hollywood que hay y después de formar parte de la mayor franquicia de esta industria. "Lo sé. Solía mirar a Hollywood con mucho desdén hasta que me di cuenta de que las cosas son igual de frustrantes en todas partes", explica. "Hay una lista A de proyectos y una lista B, sea en Londres o en Hollywood. La misma mierda entre la que nadar, y puedes jugar a encontrar lo mejor o no. Si hablas de libertad creativa, la mayor libertad te la da poder escoger entre todo lo que hay. Es una sensación muy liberadora saber que todo eso está ahí a tu alcance. Y si me están haciendo la cama para convertirme en la próxima gran estrella, pues que así sea porque yo estoy listo".

Una declaración de principios en toda regla con la que vuelve a su mutismo. Y ha sido esta nueva filosofía suya la que ha generado algún que otro comentario poco adulador hacia este hombre que nadie critica. Por ejemplo, Boyle hizo unas educadas declaraciones expresando su preocupación por el hecho de que McGregor tenga una carrera tan dispersa. Tara Ariano ha sido más rotunda en el National Post: "¿Te acuerdas cuando Ewan McGregor se arriesgaba?", preguntaba en una de sus últimas críticas. En Londres tampoco han sido demasiado magnánimos con su estreno musical en una sala que todas las noches cuelga el cartel de "no hay localidades". "Al final de la obra no hubiera importado si el papel de McGregor lo hubiera interpretado R2-D2. La audiencia hubiera aplaudido de todos modos", dice Quentin Letts en The Daily Mail. Y Michael Billington, en The Guardian, asegura que "si la voz de McGregor como cantante tuviera la calidad de su interpretación y su baile, hubiera sido un espectáculo de primera".

Sus compañeras femeninas, sin embargo, se prodigan en comentarios elogiosos. "Somos amigos desde hace tiempo y siempre quise trabajar con él porque me parece que sus elecciones son siempre acertadas y honestas, algo que te sirve de inspiración", dice Renée Zellweger, que trabajó con McGregor en Abajo el amor y que está a la espera de repetir en el proyecto sobre Beatrix Potter. Nicole Kidman le parafrasea cuando dice aquello de que es "un placer" trabajar con McGregor. "Cuando acabamos el rodaje después de seis meses y medio juntos en Moulin Rouge era como un adiós para siempre, pero cada vez que nos vemos es como si siguiéramos juntos", afirma la australiana. Es lo mismo que dice Natalie Portman. "Para mí, Ewan siempre fue uno de mis favoritos, y concluir nuestro trabajo no nos mantendrá alejados", resume.

Tan buen recuerdo por parte de sus compañeras femeninas de reparto, mezclado con las pruebas gráficas de su virilidad y la maledicencia de la prensa del corazón, ha dado que hablar en alguna ocasión. "Ya sabes, cuando selecciono a mis actores hago que se enrollen. Les dejo en la habitación y a ver qué pasa", añade, jocoso, Michael Bay para horror de Johansson, que pone el grito en el cielo ante este tipo de bromas y se apresura a aclarar: "Pasar 14 horas al día junto a Ewan puede resultar maravilloso, pero trabajamos de lo lindo. Es un actor increíble, un padre genial y todo un marido".

De hecho, esta cara tan habitual de Hollywood vuelve a sacar a McGregor de su mutismo. "No puedes evitar que te afecte porque te sienta como una patada en el culo que te estén sacando fotos todo el día…, de tus hijos, de tu casa. Y eso que creo que lo voy llevando mejor", comenta, aunque su gesto dice lo contrario. Casi como si hablara para sí mismo, McGregor añade eso de que "los hay muy famosos de los que no sabes mucho: Paul Newman, Bono. ¿Cuándo has visto fotos de Bono en la playa?", me pregunta o se pregunta porque la respuesta se la da él mismo. "Quizá es que no va a la playa", añade poco informado de que el cantante de U2 tiene una casa a la orilla del mar.

McGregor vive en Londres, aunque su vida parece la de un nómada, siempre con su familia por delante. Según comenta, su hija mayor todavía recuerda su paso por Australia para el rodaje de Moulin Rouge, donde iba al colegio, hizo amigas y lo recorrió todo. "Salió de allí con un acento perfecto. Parece mentira lo rápido que se integran los niños", dice. También sabe que esta suerte de poder viajar con su familia a todas partes llegará a su fin cuando lo de los colegios se ponga difícil, pero para entonces… ya verá. De momento se toma un año de respiro en lo que a viajes respecta, porque entre la obra de teatro y el futuro rodaje en Londres piensa estar "al menos un año" en casa, durmiendo en la misma cama. "Mi mayor felicidad es jugar con mis hijas, con mi familia. Nunca he sido bueno en esto de las fiestas de Hollywood", admite quien por lo general no se pierde la première de ninguna de sus películas. "La fama y la popularidad es algo hueco. A mí me produce una mayor satisfacción mi familia, mi esposa, mi trabajo y…, ya puestos, las motos", añade como pillado en falta. Es un amor que ha ido en aumento, su única manera de desconectar por completo con todo lo que es Hollywood. Pero McGregor no se conforma, como Brad Pitt o Keanu Reeves, en ocultarse de su fama tras el casco y poder así pasar inadvertido y veloz cruzando Sunset Boulevard. Ewan se cruzó Australia en Harley-Davidson durmiendo bajo las estrellas en un descanso de Moulin Rouge, regresó desde Alabama hasta Los Ángeles en plan Easy Rider cuando acabó con Big Fish, y la última excursión ha consistido en dar la vuelta al mundo en tres meses junto a su amigo Charley Boorman, hijo del realizador John Boorman, en una mezcla de documental, cinema-verite o programa concurso al estilo Gran Hermano que se ha titulado Long way round.

Organizadas o improvisadas, este tipo de aventuras son las que le van ganando a McGregor esa fama de Steve McQueen que él mismo cita de vez en cuando, quizá porque admira no sólo la carrera del fallecido actor, sino su pasión por las motos. "Yo le veo más como un Cary Grant", sugiere Peyton Reed, realizador de Abajo el amor. Luhrmann le da la razón mientras Bay insiste en su comparación con Harrison Ford, y también son frecuentes, a la hora de buscarle comparaciones, los nombres de "nuevo Brando" o "nuevo De Niro". A McGregor no le hacen mucha gracia ninguna: "Nunca he intentado ser ninguno de ellos. Nunca podría serlo. La única vez que he intentado imitar a una estrella fue a Alec Guinness [el actor que originó el papel de Obi-Wan Kenobi] en Star Wars", sentencia este enamorado de Jimmy Stewart.

¿Cuál es el placer que encuentra en Stewart un actor como McGregor, que se dio a conocer por esa ya famosa secuencia metido en un retrete? "Su versatilidad, su humor y porque las películas que escogió son mis favoritas", aclara.

Ewan McGregor no se compara con Stewart, pero se fustiga. Por eso calla. Porque quiere más y hay que guardar todas las energías posibles. Junto a toda la agenda que tiene entre manos está el incesante rumor de que se convierta en el próximo James Bond. "Sería un placer, pero no sé", afirma misterioso con una mezcla de interés y duda. Hasta la fecha, tan sólo ha tirado la toalla en una ocasión, al menos de manera palpable, cuando se despidió de la productora que había creado con sus amigos en Londres, incluido Jude Law. Se llamaba Natural Nylon. La idea era la de generar sus propios proyectos o ayudar a su producción. "Pero no tenía tiempo que dedicarle y nunca quise ser un mero nombre sobre el papel", admite sobre su derrota antes de agregar ese toque algo competitivo de "Jude Law siempre tuvo más interés en la producción". A McGregor le tira mucho más la dirección, y tiene un proyecto entre manos desde hace tiempo del que prefiere no soltar prenda, "pero sigo adelante porque creo que debe de ser una de las mejores experiencias poder hacer un filme completo en lugar de, como suele ocurrir con un actor, hacer tu parte y entregarla para que forme parte de un todo".

La verdad es que en su próxima película, bajo las órdenes de Peter Capaldi, ganador en 1995 del Oscar al mejor cortometraje por Frank Kafka's it's a wonderful life, McGregor no dirige, pero hace casi todo lo demás, dando vida a cuatro personajes diferentes. En este complejo guión será un playboy de Hollywood contratado para interpretar en una obra teatral el papel de un príncipe y del doble con el que confunde a sus enemigos. Tres trabajos a los que tendrá que añadir el del extra que acaba sustituyendo al playboy cuando éste desaparece de la obra. "Necesitas a alguien que pueda marcar una clara diferencia entre cada papel, y Ewan es perfecto", confiesa Capaldi, que con su filme ofrecerá una buena aproximación a lo que significa un mundo lleno de Ewan McGregor.

La película 'La isla' se estrenará en España el próximo día 5 de agosto.

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