PADRE Y MADRE DONANTES / HIJOS RECEPTORES | DONACIÓN DE ÓRGANOS EN VIDA

"Nuestra lotería fue ser compatibles con cada uno de los chicos"

Joaquim Arasa es maestro y vicepresidente de la asociación española de Donantes Intervivos. En su familia esta aventura altruista se vive a pares. Él y su esposa, Ana María Moreno, han cedido respectivamente uno de sus riñones a Nuria y Joaquim, sus dos hijos. Parece un juego cruzado, pero obedece simplemente a un acuerdo de la pareja para afrontar las necesidades de sus hijos. Los dos chicos padecen el síndrome Laurens Moon-Bield que puede manifestarse en diversas enfermedades, entre ellas la insuficiencia renal.

La niña, la segunda de sus hijos, fue la primera en necesitar un transpla...

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Joaquim Arasa es maestro y vicepresidente de la asociación española de Donantes Intervivos. En su familia esta aventura altruista se vive a pares. Él y su esposa, Ana María Moreno, han cedido respectivamente uno de sus riñones a Nuria y Joaquim, sus dos hijos. Parece un juego cruzado, pero obedece simplemente a un acuerdo de la pareja para afrontar las necesidades de sus hijos. Los dos chicos padecen el síndrome Laurens Moon-Bield que puede manifestarse en diversas enfermedades, entre ellas la insuficiencia renal.

La niña, la segunda de sus hijos, fue la primera en necesitar un transplante. La creatinina le subió a 7, un índice tan elevado que les obligó a recurrir a la diálisis. "La criatura tenía ocho años y optamos por el trasplante. Por decisión de pareja fui yo el primero. Mi mujer ya había tenido dos partos, y el del chico, además, fue largo y complicado. Así que me tocaba a mí. Me hicieron las pruebas, el riñón era bueno y el trasplante se produjo el 24 de mayo de 1995. La intervención fue muy larga, ocho horas. Pero en estos años la operación se ha simplificado. Mi hija y yo estuvimos ingresados 24 días y mi esposa y mi hijo una semana. La niña estuvo ocho días en la UVI y el niño un día. Hoy la operación se hace por vía endoscópica", explica.

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Cinco años después, en junio de 2000, fue su esposa quien cedió uno de sus riñones al hijo, entonces de 15 años. Era su turno. "Hemos sido consecuentes. Dijimos que empezaría el que tuviera menos miedo, pero que uno sucedería al otro en caso necesario y ha salido bien. Nuestra gran lotería, mi quiniela primitiva, ha sido ser compatibles cada uno con el otro. Con el chico teníamos ya el camino adelantado, ya que nos habían hecho antes un montón de pruebas".

Uno de los frentes de batalla de Arasa y otros donantes y receptores es avanzar en la investigación médica y farmacológica. Uno de los objetivos es afinar cada vez más los inmunodepresores [necesarios para evitar el rechazo], a fin de que tengan menos efectos secundarios. "Durante mucho tiempo se usó ciclosporina, que tiene cortisona y puede dañar al estómago. Ahora se utiliza otro fármaco, Prograf, y la ciclosporina se restringe a casos especiales. Pero el gran avance para nosotros será, y estoy soñando, la aplicación de las células madre. Dejémonos de condicionamientos religiosos y tratemos de salvar vidas y de que éstas sean lo más bellas posibles".

Arasa recuerda que el donante tiene que estar preparado ante la eventualidad de que el receptor rechace el órgano. "Los médicos hacen un trabajo psicológico importante. Ésta, es al menos una de las exquisiteces del Clínic [de Barcelona]. Si el receptor no quiere el riñón, éste se va al garete, no sirve ya para nadie. Te preparan para que no te hundas".

Nuria Arasa, la hija de Joaquim, ahora con 18 años, lleva ya diez el riñón que perteneció a su padre. En estos últimos tiempos se ha trasladado de Tortosa, donde viven, a Madrid, por razones de estudio. El hijo, de 20 años, permanece en la casa familiar.

"Tenía 40 años cuando di mi riñón a mi hija. Ahora tengo 50 años, juego al tenis y esquío. El único riñón que queda asume el trabajo de los dos", explica Joaquim Arasa. "El miedo existe por lo desconocido. Pero por un hijo... Es de cajón. No somos de una carne especial", resume. Como directivo de la asociación nacional de donante vivos, Arasa señala que hay otras posibilidades antes de llegar a la diálisis o la lista de espera. Por ejemplo hay comunidades, como la de Madrid, en que la lista de espera es más larga que en comunidades como Asturias. "Pero no hace falta esperar al donante que cede sus órganos al morir, una intención que sólo puede cumplirse si se fallece en hospital", agrega. En estos casos no hay demasiado margen de tiempo para obtener el tipo del riñón de quien acaba de morir, y encontrar la persona adecuada a la que trasplantarlo. Por el contrario, el donante vivo tiene ese órgano a punto. "Mi riñón no tardó ni veinte minutos en pasar a mi hija desde que me fue extraído. Ésa es la ventaja", concluye.

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