Análisis:39º CONGRESO DE UGT

El militante Zapatero

Hace tres años, UGT invitó a su 38º Congreso a un Rodríguez Zapatero que todavía andaba arreglando las averías del PSOE tras el fracaso electoral de 2000 y su sorpresivo ascenso a secretario general. Entonces, se atrevió, y pocos le creyeron, a aventurar que en el siguiente congreso (es decir, éste) se presentaría allí como presidente del Gobierno. Lo hizo ayer y recibió una salva de aplausos del casi un millar de delegados e invitados que abarrotaban el Palacio de Congresos de Madrid.

Zapatero llegó a las 10.26 horas, lo que permitió escuchar parte del repertorio de la cántabra Coral P...

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Hace tres años, UGT invitó a su 38º Congreso a un Rodríguez Zapatero que todavía andaba arreglando las averías del PSOE tras el fracaso electoral de 2000 y su sorpresivo ascenso a secretario general. Entonces, se atrevió, y pocos le creyeron, a aventurar que en el siguiente congreso (es decir, éste) se presentaría allí como presidente del Gobierno. Lo hizo ayer y recibió una salva de aplausos del casi un millar de delegados e invitados que abarrotaban el Palacio de Congresos de Madrid.

Zapatero llegó a las 10.26 horas, lo que permitió escuchar parte del repertorio de la cántabra Coral Peñalabra en el que se mezclaban canciones revolucionarias, varias montañesas, alguna de amor y amistad (Te quiero, de Benedetti, dedicada a las víctimas del terrorismo), el coro de los esclavos de Nabucco, el himno de la alegría y, como colofón, La Internacional (socialista, claro) que el presidente, puesto en pie, entonó junto al anfitrión Cándido Méndez y el ministro Caldera (no levantaron el puño), mientras el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y la presidenta de la comunidad, Esperanza Aguirre, como otros invitados de ideología contraria, la escuchaban inevitablemente callados. Mariano Rajoy, no. Apareció justo cuando ZP enfilaba la Castellana. Tenía a su fiel Ana Pastor y a Arias Cañete para recibir el parte.

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Además de los representantes de CC OO y de la patronal, estaban Jaime Montalvo, Enrique Múgica, Nicolás Redondo, Alfonso Guerra, José Blanco, Fernando Moraleda, Gaspar Llamazares...

Tras las bienvenidas (entre ellas, la de Gallardón) y las presentaciones, ZP subió al atril. Recibió una ovación unánime y hasta un "visca el Barça" que le sirvió para recordarle a Méndez su madridismo (el de Méndez) y a la concurrencia la presencia del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. Y luego: "Cómo se nota, Cándido, que es tiempo de talante, hemos visto cómo se aplaude a la derecha, a la izquierda, a los sindicatos..., vais por buen camino".

Se notaba que este militante ugetista desde el 1 de diciembre de 1983 se sentía como pez en el agua ante un auditorio entregado y que su relación con Méndez, el hombre que con ese talante que le gusta a ZP pacificó una UGT trastabillada tras el fracaso de la cooperativa PSV, permite apostar por que la fraternidad entre sindicato y PSOE no corre peligro de deteriorarse como en otros tiempos. Ello no impide que Méndez le exija (política industrial, por ejemplo).

ZP desveló que guarda su carnet en la mesilla de noche. No porque duerma el sueño de los justos; sino porque, dijo, le recuerda "lo que significa". Momento en el que recordó el tronco común entre UGT y PSOE: "El abuelo Pablo Iglesias". Recuperó un escrito de éste de 1895 con el que quiso apelar a la igualdad, a la paz, a la solidaridad: "¿Qué necesita todo individuo para ser libre? Que ningún otro, valiéndose de la fuerza o de la ignorancia, le ponga a realizar actos contra sus intereses". "El ideal está más fuerte que nunca".

Y, otra vez, se atrevió a apuntar que en 2009 -el 40º Congreso de UGT- volverá como presidente. E hizo un guiño al PP como pidiendo perdón por el atrevimiento.

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