Reportaje:

El diamante africano

Samuel Eto'o es uno de los grandes personajes del fútbol español. Ha conquistado el Camp Nou con el poderío de su juego y el valor de sus goles. Pero la estrella africana del Barcelona va mucho más allá: es todo un ejemplo a la hora de combatir el racismo con la fuerza de los hechos. Y lo hace en la cancha y en la vida.

Lo primero que destaca de su físico es una mirada franca, enmarcada por los pómulos altos y el pelo corto, que, según cuenta la leyenda, suele raparse antes de los partidos más decisivos en un ritual privado y desafiante. Lleva tejanos y una camiseta con muchas inscripciones, entre las que consigo leer: "Las Vegas", "Don't Panic" y "Keep Cool". La medalla del cuello, la sortija y la cadena son plateadas, y luce un reloj que, por su tamaño, podría sumergir hasta las más abisales profundidades marinas sin miedo a estropearlo.

Eto'o nació en Yaundé, Camerún, hace 24 años. Cuando su padre c...

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Samuel Eto'o lleva meses viviendo en uno de los mejores hoteles de Barcelona a la espera de trasladarse a su nueva casa, con su mujer y sus hijos. Mientras cruza el vestíbulo, algunas miradas le siguen, pero el futbolista no parece darse por aludido. Se comporta con naturalidad, sin recurrir a tácticas de camuflaje para famosos agobiados por el éxito. Se sienta, pregunta si me molesta que coma algo (acaba de llegar del aeropuerto tras pasar unos días en su país, Camerún), pide un sándwich y un san francisco sin alcohol y deja sobre la mesa dos teléfonos móviles que vibran inquietante y alternativamente.

Lo primero que destaca de su físico es una mirada franca, enmarcada por los pómulos altos y el pelo corto, que, según cuenta la leyenda, suele raparse antes de los partidos más decisivos en un ritual privado y desafiante. Lleva tejanos y una camiseta con muchas inscripciones, entre las que consigo leer: "Las Vegas", "Don't Panic" y "Keep Cool". La medalla del cuello, la sortija y la cadena son plateadas, y luce un reloj que, por su tamaño, podría sumergir hasta las más abisales profundidades marinas sin miedo a estropearlo.

Eto'o nació en Yaundé, Camerún, hace 24 años. Cuando su padre cambió de trabajo se trasladó a Duala. Empezó a jugar al fútbol en el barrio de New Bells, y, más tarde, en el club Avenir y en la Kayi Sport Academy. Uno de los motores de ese aprendizaje fue la admiración por figuras como Roger Milla. Cuando la selección de Camerún, capitaneada por Milla, fue a jugar a Duala, el padre de Eto'o le llevó a ver el partido. Había tanta expectación que tuvieron que ir un día antes y pasar la noche junto al estadio. Milla fue uno de los responsables de situar a la selección de su país en el escaparate mundial, y aún tuvimos la oportunidad de disfrutar de su juego en el Mundial de Italia, en un memorable partido contra Inglaterra que, injusta y finalmente, perdió Camerún.

Al terminar, Milla sorprendió con unas declaraciones casi tan inolvidables como el partido: "Si hubiéramos ganado, África habría explotado. Habría habido muertos. El Señor, en su inmensa sabiduría, sabe lo que hace. Yo le doy las gracias por habernos detenido aquí". Cuando inició su aventura europea en el Valenciennes, sin embargo, Milla no tuvo la suerte que mereció, quizá porque, como escribieron Le Goulven e Ichach, "los africanos tienen un orgullo natural que se siente ofendido por la suficiencia con la que les trata la metrópoli. Salif Keita habló de eso en sus tiempos y también Jean-Pierre Tokoto. En ambos casos, muchas veces el africano tiene la impresión de no ser apreciado igual que otros jugadores extranjeros".

No es el caso de Eto'o. O, mejor dicho: no lo es desde que, procedente del Real Mallorca, fichó por el FC Barcelona, una operación valorada en 24 millones de euros. La apuesta del Barça tenía el añadido morboso de que la mitad de los derechos del jugador pertenecían al Real Madrid, máximo rival del club catalán. Eto'o no era ningún experimento. Había sido nombrado mejor jugador de África en 2003, era campeón olímpico, había deslumbrado en el Mallorca y era el valor con mayor proyección de la selección de Camerún, con la que debutó en un mundial en el que recogió el testigo de los N'Kono, Milla y compañía. Allí siguió practicando un fútbol que aportaba descaro, imaginación, plasticidad y una inocencia inéditas y muy celebradas para el público: "En África uno juega más para hacer un caño, un poco como los brasileños. Pero ahora los equipos son una mezcla y cada uno aporta algo de sí mismo y luego los entrenadores pueden ayudarte a modificar detalles. La imaginación es importante, pero la experiencia también. A veces, a los africanos nos ha faltado esa experiencia en algunas competiciones. Creo que otra de las cosas que podemos aportar es un tipo de fútbol espontáneo, más libre, con muchos movimientos imprevisibles que hacen que el juego sea más bonito".

El fichaje de Eto'o, sin embargo, no fue tan bien recibido como el de Ronaldinho. El delantero llegaba para sustituir al argentino Javier Saviola, muy querido por la afición, y desde el principio le dejaron claro que tendría que competir con el sueco Henrik Larsson. El público, exigente e imprevisible en sus fidelidades, enseguida le hizo notar que tendría que ganarse su afecto y coreó el nombre de Larsson o el de Deco y no el del camerunés, que es quien más rápido se adaptó al credo futbolístico del Barça: "Divertir a todos los que vienen a ver los partidos, que por eso pagan la entrada, y sobre todo también a los que se quedan en casa. Cualquier equipo busca jugadores para practicar este tipo de fútbol. Ninguna afición quiere ver a un equipo encerrado atrás, lanzando balones sin sentido. Eso es un engaño para el fútbol. Si en los últimos meses le han dado la razón a Rijkaard ha sido porque practicábamos un tipo de fútbol de ataque, en el que se presiona, se ataca, se marcan goles".

Cuando llegó a Barcelona, a mediados de agosto de 2004, Eto'o venía precedido de una fama de gran futbolista, pero algo inestable dentro y fuera del campo. ¿Ha cambiado o es que estábamos mal informados?, le pregunto. "Mi mala o buena suerte es que siempre he dicho lo que pienso. Pero también depende de si estás en un lugar en el que tienes que luchar contra menos elementos y donde no corres el riesgo de ser tan malinterpretado. Hoy estoy en un club que, por su dimensión, puede defenderme más que cuando estaba en Mallorca. No quiero decir que el Mallorca no me defendiera, pero sólo podía hacerlo hasta cierto punto. Lo importante es que yo no he cambiado y sigo siendo el mismo chico de siempre". ¿Con más experiencia? Le pega un bocado al sándwich y remata la pregunta: "No. Llevo muchos partidos. Jugué un mundial con 17 años, así que no me tiemblan las piernas con ninguna de las situaciones que estoy encontrando. Hay que intentar conocer a alguien antes de juzgarlo. A los que me dicen que no parezco la misma persona de la que les habían hablado, les digo que no me conocían y que lo que ha ocurrido es que me vendieron de una manera y ellos la compraron".

Su tono transmite vibraciones ambivalentes. Por un lado, es humilde, y se muestra muy agradecido con la gente de Mallorca y de los otros lugares en los que ha jugado (Mallorca, Leganés, muy poco en el Real Madrid y casi nada en el RC Espanyol). Por otro lado, se intuye una enorme determinación en sus palabras y una gran confianza en sí mismo, como si no esperara más que la confirmación de lo que él sabe que es capaz de dar. Es una seguridad que, en algunos momentos, sufre tremendos bajones, como cuando, en un 10 de abril de triste memoria para su equipo, se lesionó durante el partido contra el Real Madrid (por suerte para sus intereses, la lesión fue leve). Mientras era retirado en camilla, Eto'o quizá se acordó de su llegada a España: un niño en pantalón corto aterrizando en Barajas.

Eto'o tenía 15 años y había sido descubierto por un amigo camerunés de José Luis López, miembro de la estructura del Real Madrid. En Camerún, Eto'o parecía hambriento de enfrentarse a jugadores de mayor nivel y había proclamado repetidamente su deseo de seguir creciendo en otros países. Una vez en los campos de entrenamientos merengues, intentó convencer a los técnicos y, a regañadientes, aceptó curtirse como cedido en el Leganés. Su entrenador de entonces, Pedro Braojos, dijo de él: "Sabe lo que quiere y lo busca. Los tiene bien puestos". Las anécdotas sobre su carácter se acumulan. Obsesión por ganar, incapacidad para soportar el banquillo y la condición de suplente, orgullo herido cuando entrenadores como Miguel Ángel Brindisi prescinden de sus servicios, broncas paterno-filiales con Luis Aragonés en Mallorca, todo ilustra una carrera ascendente sobre la que Pierre Lechantre, ex seleccionador de Camerún, profetizó en estos términos: "El día en el que Eto'o se discipline y juegue en un gran equipo, será el mejor del mundo".

Eto'o parece haber encontrado ese gran equipo. En su primera conferencia de prensa como jugador del Barça dejó claro que era tan distinto sobre el campo como ante la prensa. "Voy a correr como un negro para poder vivir como un blanco", dijo sin dejar de sonreír. Desde entonces no ha dejado de correr, ha marcado un montón de goles y, sin embargo, todavía no vive como un blanco. Bromear sobre el color de su piel es una de las estrategias que utiliza para desdramatizar la cuestión. Cuando se cruza con Ronaldinho por los pasillos del Camp Nou, se saludan con un rotundo y extrovertido: "¡Eh, negro!". Eso no significa que se tome el tema a guasa. En un partido de esta temporada, harto de escuchar los gritos de los racistas que imitaban a un mono, Eto'o decidió taparles la boca con un golazo y, como propina, bailó con modales simiescos, desafiando a quienes habían querido desquiciarle. Lo consiguieron en parte: no se mordió la lengua y denunció no sólo a la minoría insultante, sino a las estructuras deportivas e institucionales que las toleran.

Su discurso, de una claridad inusual en una industria en la que predomina la prudencia interesada, le convirtió en el portavoz antirracista que no desea ser. "El fútbol es un poco el reflejo de la vida que llevamos. Nosotros, los futbolistas, somos igual que los demás ciudadanos. No tenemos poderes, pero por encima de nosotros están los que tienen que tomar decisiones. En cambio, sí podemos hacer ver muchas cosas de la vida cotidiana y llamar la atención. Por eso dije que, por mi parte, siempre haré lo que tenga que hacer". ¿Cree que campañas como los partidos benéficos o las pulseras solidarias sirven para algo o se quedan en un acto de pirotecnia mercadotécnica? "Los partidos son importantes. En cuanto a las pulseras, no creo que el racismo empezara hoy, que es cuando han aparecido las pulseras. Pero todo contribuye a sensibilizar, y por eso hay que sumarse a todas las iniciativas que van en ese sentido". Tampoco duda cuando le sugiero que pueda existir racismo entre africanos: "No creo que sea racismo. Puede haber rivalidad, como en todas partes. Lo importante en África es que puede haber muchísima rivalidad en determinados ámbitos; pero cuando hay un problema de verdad, todos los africanos se unen, se juntan y se dan la mano para salir adelante".

En la medida en que el fútbol africano siga siendo uno de los más importantes proveedores de talento al fútbol europeo, la cuestión del racismo irá evolucionando y adquiriendo más protagonismo. El proceso de emigración no ha dejado de crecer. Larbi Ben Barek, que jugó en el Atlético de Madrid, fue de los primeros, y luego llegaron nombres inolvidables, como Abdelrahmán Mahjub, Hassán Akesbi, Salif Keyta o Rabaj Mayer. Según la revista African Football, en la temporada 2003-2004, 677 jugadores africanos jugaron en equipos de primera división europeos: 105 procedentes de Nigeria, 77 de Camerún, 59 de Ghana, 53 de Senegal, 49 de Marruecos, 45 de Costa de Marfil, 37 surafricanos.

Que cuando estos hombres jueguen, algunos desalmados opten por llamarles monos o ensañarse con ellos cuando hay alguna derrota -en un partido de esta temporada, el Bastia de Córcega perdió un partido contra el Saint-Étienne y un grupo de hinchas del Bastia decidió agredir física y verbalmente a dos de sus jugadores, ambos africanos- extiende la barbarie y ofende tanto a los jugadores como a los monos.

Y más en un continente que tiene una relación admirativa con los animales y que está acostumbrado a tomarlos como imagen, un recurso de la tradición oral que también encontramos en las leyendas europeas, asiáticas y americanas. No en vano las selecciones africanas recurren al reino animal, como hacen otros equipos del mundo, para identificarse (la selección nigeriana está formada por superáguilas; la de Costa de Marfil, por elefantes; la de Gabón, por panteras; la de Malí, por águilas; la de Togo, por gavilanes, y los leones están presentes en Camerún, Senegal y Marruecos).

"El fútbol permite a un pequeño país convertirse en grande", dijo Roger Milla. Eto'o parece tenerlo en cuenta cuando opina sobre la influencia que tienen los deportistas de élite a la hora de sensibilizar y contribuir al progreso de su país. En su reciente viaje a Camerún ha podido comprobar hasta qué punto pertenecer a la primera plantilla del Barça amplifica su ya tremenda popularidad: "Parecía que todos los cameruneses fueran socios del Barça, y eso me hizo muchísima ilusión. La otra cara de esta situación ha sido comprobar que parecía que en la selección sólo jugaba un jugador. Y en eso me he sentido un poco incómodo porque la selección somos todos, incluso los cameruneses que no juegan". ¿No es algo que ya había ocurrido con fenómenos como Roger Milla? Más patatas y otro bocado al sándwich: "Sí, con Milla y Tomás N'Kono. Pero para marcar una época hace falta un equipo, por muy importante que sea un jugador. Y la verdad es que estoy intentando trabajar por mí, por mis hijos y por todos los africanos, porque todos sabemos lo difícil que es llegar a un equipo de primer nivel. Y los que lo conseguimos tenemos el deber de crear oportunidades para los que vienen detrás".

Su tono no es el de un predicador. Sin embargo, siempre que Eto'o hace declaraciones los periodistas saben que no van a tropezarse con los tópicos de siempre. Por eso le buscan, a la espera de que diga algo inesperado sobre Dios ("Dios no es tonto y sabe lo que hace"), que le ayuda a superar las pruebas más difíciles, su país, el racismo, el rival o el fútbol en general. Esta capacidad para transmitir mensajes que van más allá del fútbol me hace pensar en George Weah, el futbolista liberiano que, tras una brillante carrera, aspira a ser el presidente de su país. Le pregunto a Eto'o si le gustaría seguir los pasos de Weah. Respuesta: "Nunca puedes decir nunca. Pero yo no quiero hacer política. No me interesa, y sí me encantaría ocuparme de otras cosas".

Esas otras cosas pueden intuirse por su relación con asociaciones humanitarias y organizaciones no gubernamentales, y por todas aquellas causas que tengan que ver con la mejoría social, económica o educativa de África. No parece cómodo cuando le preguntan por ese papel de embajador solidario, quizá porque no quiere que pueda interpretarse que hace todo eso para lavar su imagen o presumir de ese lado humanitario que tan buen rendimiento mediático puede llegar a dar.

Las referencias a su país denotan un patriotismo que contrasta con el distanciamiento de muchos cracks del fútbol, más dispuestos a defender los símbolos de sus patrocinadores que su bandera. La forma de expresarse se refiere a valores que parecen salir de la sabiduría popular o de los refranes de su país: "Un pájaro parlanchín no construye nido", "El agua que buscamos es la que vosotros despilfarráis".

Salvando las distancias, hay en las palabras de Eto'o una solemnidad parecida a la de la letra del himno de Camerún, donde el respeto a la herencia recibida se describe, con la retórica propia del género, como la base de todo: "Eres la tumba en la que reposan nuestros padres, / el jardín que nuestros ancestros cultivaron. / Nosotros trabajamos para que seas próspera. / Un hermoso día, finalmente, habremos llegado. / De África seas un hijo fiel". En su caso, no duda al recordar los valores que le inculcaron sus padres, puede que porque se llama Samuel por su abuelo: "El trabajo y creer en ti mismo, que es la base más importante. Puedes tener respeto y muchas otras cosas, pero si no tienes confianza en ti mismo, siempre creerás que eres el último. Es importante tener una seguridad, una autoestima, pero para ti, y saber llevarla. Porque a veces puedes malinterpretarla".

¿Qué valores cree que pueden inculcarse a través del fútbol siendo una celebridad en este campo? "Gracias al fútbol tenemos una notoriedad impresionante. Y a través de los medios de comunicación tenemos posibilidad de sensibilizar a los más jóvenes. Ellos ven en nosotros lo que pueden ser mañana. Es más fácil decirle a un chaval: 'No hagas eso, si no nunca serás como Samuel o Ronaldinho', con el que sueña llega a ser. Y creo que desde el fútbol podemos contribuir a muchas cosas y que tenemos que sacarlas de nosotros mismos".

Ha nombrado a Ronaldinho y aprovecho para comentarle que su compañero de equipo transmite simpatía, imaginación, respeto, y, en cambio, hay otros futbolistas que transmiten leña, agresividad, violencia. ¿Qué transmite Eto'o? "Cada jugador tiene su manera de interpretar el fútbol. No puedes comparar a Ronaldinho o a Zidane con otro jugador. Cada uno transmite su personalidad. Yo soy Samuel y ellos nunca serán Samuel, igual que yo nunca seré Ronaldinho o Zidane. Cada uno intenta seguir su camino sin parecerse a otro, pero sí mejorando sus cualidades individuales y sus puntos fuertes".

Cuando entrevistas a un deportista de élite, acostumbrado a pasar cientos de veces por esta situación, abundan los tópicos y un discurso ensayado que se va repitiendo con poquísimas variaciones. En el caso de Eto'o, está claro que medita cada palabra, pero, al mismo tiempo, expresa estados de ánimo y reflexiones que, por lo menos en apariencia, suenan a espontáneas: "La entidad me ha aportado muchísimas cosas. Antes Samuel Eto'o era un buen jugador, y hoy todos dicen que soy un grandísimo jugador. Pero soy el mismo que era en el Mallorca; lo que cambia es la percepción, la notoriedad que te da un equipo como el Barça".

Y una vez sobre el campo, la alegría y el tono relajado se transforman y aparece un jugador que está pendiente de todo, que corre como pocos, muy concentrado, que busca espacios y reclama la pelota, que expresa su obsesión por intervenir y, a ser posible, decidir o ayudar a que otro compañero resuelva: "El fútbol no ha cambiado nada para mí. Respetando a todos los equipos en los que he estado y a todos los compañeros que he tenido, hoy lo tengo más fácil que en cualquier otro, sí. Porque todos los que tengo alrededor son los mejores del mundo porque se lo han ganado para llegar al mejor club del mundo. Pero en el terreno individual no ha cambiado nada. Yo siempre he interpretado el fútbol de una manera y ésa sigue siendo la misma. Y disfruto igual en Mallorca; en el Espanyol, donde jugué poco, o en el Leganés o en el Real Madrid, en los partidos donde tuve oportunidad de participar. Siempre he jugado de una manera y he insistido en ese estilo y me ha dado frutos".

El jugador de fútbol, Samuel Eto'o.MARCEL-LÍ SÁENZ

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