EL FIN DE LA II GUERRA MUNDIAL EN EUROPA

Una manifestación de antifascistas impide un desfile neonazi en Berlín

El presidente alemán asegura que su país "mira atrás con horror y vergüenza"

Alrededor de 3.000 manifestantes del partido neonazi alemán NPD tuvieron que desistir ayer de marchar por el centro de Berlín ante el bloqueo de otros tantos antifascistas. Los ultraderechistas llevaban desde la mañana reunidos en la Alexanderplatz, pero no pudieron salir. Mientras tanto, en la ceremonia oficial de conmemoración del 60º aniversario del fin de la guerra, el presidente alemán, Horst Köhler, afirmó que el país "mira atrás con horror y vergüenza".

Con banderas -entre ellas, una española preconstitucional- y consignas contra la "mentira de la liberación", los ultraderechista...

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Alrededor de 3.000 manifestantes del partido neonazi alemán NPD tuvieron que desistir ayer de marchar por el centro de Berlín ante el bloqueo de otros tantos antifascistas. Los ultraderechistas llevaban desde la mañana reunidos en la Alexanderplatz, pero no pudieron salir. Mientras tanto, en la ceremonia oficial de conmemoración del 60º aniversario del fin de la guerra, el presidente alemán, Horst Köhler, afirmó que el país "mira atrás con horror y vergüenza".

Con banderas -entre ellas, una española preconstitucional- y consignas contra la "mentira de la liberación", los ultraderechistas trataron de iniciar su marcha a las dos de la tarde, pero pronto tuvieron que detenerse. A la altura de la catedral, unos 3.000 antifascistas impidieron su marcha con una manifestación pacífica. La policía, que se abstuvo de cargar, aconsejó a los neonazis dar la vuelta ante la imposibilidad de avanzar. Cuando lo hicieron, los antifascistas aplaudieron la retirada de los ultras.

Mientras todo esto ocurría, en la céntrica avenida Unter den Linden, a un kilómetro de allí, se celebraba, en el Reichstag, la ceremonia central de conmemoración del 60º aniversario del fin de la II Guerra Mundial y de la dictadura nazi. Los actos oficiales estuvieron marcados por un unánime grito de "nunca más".

"Tenemos la responsabilidad de mantener vivo el recuerdo de este sufrimiento y de sus causas. Y tenemos que encargarnos de que nunca más vuelva a ocurrir. No hay borrón y cuenta nueva", dijo el presidente federal, Horst Köhler, en el Reichstag.

"Todavía lloran hijos e hijas por sus padres asesinados en la guerra", dijo Köhler en un emotivo discurso de 35 minutos ante un público en su mayoría vestido de luto. "Los alemanes miramos atrás con horror y vergüenza. Sentimos repugnancia y desprecio por aquellos que perpetraron estos crímenes contra la humanidad y deshonraron a nuestro país", añadió. Köhler quiso recordar también a las víctimas civiles alemanas: "Lloramos la muerte de todas las víctimas de Alemania: las víctimas de la violencia ejercida por Alemania y las de la violencia que recayó sobre Alemania. Lloramos por todas las víctimas porque queremos ser justos con todos los pueblos, también con el nuestro".

Con frases como "Alemania vuelve a ser una nación culta bien considerada" y "Hoy tenemos motivos para estar orgullosos de nuestro país", el presidente quiso alimentar cierto orgullo nacional que hasta ahora estuvo mal visto y que hoy la generación que no vivió la guerra se vuelve a permitir al distinguir entre culpa y responsabilidad.

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A los neonazis se les había prohibido por vía judicial manifestarse en dirección a la puerta de Brandemburgo, pasando por delante del monumento a los judíos asesinados en el Holocausto, que se inaugurará mañana, con el argumento de que eso ofendería a las víctimas.

Para que no pudieran atravesar la Puerta, el Ayuntamiento de Berlín había reservado este espacio para celebrar una "fiesta de la democracia", a la que acudieron 100.000 personas.

Antes del acto en el Parlamento, las autoridades se habían reunido en una misa ecuménica, oficiada por los máximos representantes de las iglesias católica y evangélica en la catedral católica de Santa Eduvigis, de la que las bombas sólo dejaron los muros.

Simpatizantes neonazis concentrados ayer en la Alexanderplatz de Berlín.REUTERS

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