SANT JORDI | Fiestas

Reivindicación musical

Finalmente, las dudas que flotaban en el ambiente se disiparon: el Palau Sant Jordi se llenó, en la noche del sábado, en una velada que pretendía reivindicar la música cantada en catalán y lo consiguió a pesar de los altibajos del cartel. Catorce años antes, el entonces llamado rock catalán dejó su impronta en el recinto olímpico barcelonés; desde el punto de vista musical, el concierto del sábado no pasará a la historia como su predecesor, pero durante más de seis horas se oyó cantar en catalán con diferentes acentos y estilos, y esa era la reivindicación que deseaban lanzar al viento sus org...

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Finalmente, las dudas que flotaban en el ambiente se disiparon: el Palau Sant Jordi se llenó, en la noche del sábado, en una velada que pretendía reivindicar la música cantada en catalán y lo consiguió a pesar de los altibajos del cartel. Catorce años antes, el entonces llamado rock catalán dejó su impronta en el recinto olímpico barcelonés; desde el punto de vista musical, el concierto del sábado no pasará a la historia como su predecesor, pero durante más de seis horas se oyó cantar en catalán con diferentes acentos y estilos, y esa era la reivindicación que deseaban lanzar al viento sus organizadores.

Más de 18.000 personas pasaron por taquilla, pero sólo estuvieron todas juntas (o casi) durante la hora larga que duró el concierto de Lax'n'Busto. Antes, la gente iba llegando sin prisas al Sant Jordi y después poco a poco los claros iban haciéndose patentes.

Lax'n'Busto fueron los triunfadores de la noche si se entiende por triunfo la aglomeración, ya que la entrega que consiguieron los valencianos Obrint pas fue también notable. La noche se planteaba reivindicativa y Obrint pas antepusieron a la música todas las reivindicaciones imaginables.

L'estaca' no sonó

Lax'n'Busto hablaron poco y tocaron mucho, fueron los únicos que se saltaron el estricto horario. Los de El Vendrell llegaban con ganas, se habían quedado fuera del cartel en 1991 y parecían pedir la revancha, así que se comieron el escenario recurriendo a los temas más populares de su repertorio.

Dept ejercieron de teloneros mientras buena parte de los asistentes todavía hac

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ían su fiesta en el exterior. Casi igual sucedió con un correcto Quimi Portet que tampoco encontró el eco que podía esperase. El público seguía llegando mientras Lluís Llach y Feliu Ventura presentaban una reducción de su espectáculo conjunto. Llach dedicó País petit al movimiento Salvem l'Empordà, pero no contentó a la parte del público que pedía a gritos L'estaca. Eso sí, recuperó en versiones altamente festivas historias tan entrañables como El bandoler o Venim del nord, venim del sur.

Durante la actuación de Mesclat, los bares no daban abasto. A pesar de ello, consiguieron que Torna Serrallonga fuera cantada por casi todos. Los bares se vaciaron cuando comenzó a sonar Obrint pas. El suyo fue como un volcán de reivindicaciones y críticas sociales, llegando al insulto, servidos sobre una música excesivamente machacona y repetitiva. Hasta palabras del Rey aparecieron sampledas entre las consignas.

A La Carrau le tocó el poco agradable papel de cerrar casi seis horas y media de concierto, una velada demasiado larga e irregular. Su reelaboración folk fresca y contagiosa, en la que incluso cabe la rumba catalana, fue un idóneo fondo musical para emprender el regreso a casa.

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