Reportaje:

Portugal pierde el miedo a España

El nuevo Gobierno de Lisboa busca aprovechar todas las oportunidades del mercado ibérico

El iberismo apenas se debate; ahora, sencillamente se practica: las relaciones económicas entre España y Portugal, que durante décadas vivieron de espaldas y mirándose de reojo, han convertido en una realidad el mercado ibérico, abrazado por los empresarios de ambos lados y estimulado tanto por Madrid como por Lisboa. Ambos gobiernos quieren llevar la relación "al mejor momento de la historia". Portugal ha perdido el miedo a España y, incluso, las inversiones portuguesas en España doblaron en 2004 las españolas en Portugal.

Pese a la vecindad, las relaciones entre España y Portug...

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El iberismo apenas se debate; ahora, sencillamente se practica: las relaciones económicas entre España y Portugal, que durante décadas vivieron de espaldas y mirándose de reojo, han convertido en una realidad el mercado ibérico, abrazado por los empresarios de ambos lados y estimulado tanto por Madrid como por Lisboa. Ambos gobiernos quieren llevar la relación "al mejor momento de la historia". Portugal ha perdido el miedo a España y, incluso, las inversiones portuguesas en España doblaron en 2004 las españolas en Portugal.

Pese a la vecindad, las relaciones entre España y Portugal estuvieron durante siglos marcadas por el recelo, cuando no por la enemistad. Aún en 1986, el año en que ambos países se engancharon al tren de la integración europea, la frontera era un muro gigante: en Portugal operaban apenas un centenar de empresas españolas y la inversión española en este país era de sólo 11 millones de euros. En 2004, las empresas eran 3.000, la inversión bruta acumulada ascendía a 23.000 millones y las exportaciones españolas sumaban 14.200 millones, tanto como las dirigidas a todo el continente americano.

Las inversiones portuguesas en España doblaron en 2004 las españolas en Portugal

El desembarco ha sido tal, que en 2002 un grupo de empresarios portugueses patriotas advirtió en un ruidoso manifiesto de que España intentaba adueñarse de Portugal, ahora mediante la ocupación económica. Pero aquel ruido es hoy casi inaudible y las resistencias se limitan a grupos minoritarios.

El nuevo primer ministro, el socialista José Sócrates, ha situado a España como el eje de su política exterior -"nuestra prioridad es España, España y España", dijo en una entrevista con EL PAÍS- y lo repitió en Madrid en sus reuniones con el jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero; la cúpula de la patronal CEOE, y el Rey: Portugal quiere estrechar los lazos con España y no teme las inversiones españolas: quiere más.

Fuentes del Gobierno español aseguran que en la reunión en La Moncloa, Sócrates fue tan entusiasta en su apuesta ibérica que sobrepasó incluso las expectativas más optimistas. Y José María Lacasa, director de relaciones internacionales de la CEOE, explica que la reunión con Sócrates fue "extremadamente positiva". "Quedó claro que quiere una relación sin complejos con España", añade.

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"Ya no tenemos miedo; queremos la máxima relación porque supone grandes oportunidades para ambos", explican fuentes próximas a Sócrates, que añaden: "Queremos pasar a la ofensiva y aprovechar también nosotros la potencia del mercado ibérico". "La realidad ha desmentido a los victimistas; ya son pocos los que temen la amenaza española", opina un alto cargo del Ministerio de Exteriores portugués.

A pesar de que el déficit comercial de Portugal con España alcanzó en 2004 casi 7.500 millones de euros, las empresas también apuestan por el mercado ibérico y se han lanzado a conquistarlo. España es el primer cliente de Portugal y absorbe el 25% de sus exportaciones, que en 2004 alcanzaron el récord de 6.700 millones de euros.

Y las inversiones ya no van en una sola dirección. En 2004, operaban en España 300 empresas portuguesas y, según datos del Banco de Portugal y de la consultora KPMG, las inversiones portuguesas en España doblaron en 2004 las españolas en Portugal: 2.600 millones de euros frente a 1.300.

La gran apuesta inversora portuguesa en España fue la adquisición de la mayoría de participaciones de Hidrocantábrico por parte de Electricidad de Portugal, que se ha convertido en el segundo operador de gas en España. Galp es otro caso significativo: cuenta con 240 gasolineras en España y su presencia se va a reforzar en el terreno simbólico al convertirse en patrocinador de la liga ACB de baloncesto.

De la letanía de quejas del pasado que señalaban a España como un mercado blindado contra la penetración portuguesa no queda apenas rastro, salvo en casos aislados. "Nuestras empresas tienen en España las dificultades normales de cualquier compañía que quiere hacer negocio; casi nunca nos plantean quejas especiales", explica José Manuel Vital Morgado, responsable en Madrid del Instituto de Comercio Exterior de Portugal.

La sintonía entre Zapatero y Sócrates -por vez primera coinciden Ejecutivos socialistas en Madrid y en Lisboa- se ha extendido a los miembros de ambos Gabinetes, según coinciden varios de los asistentes al encuentro del pasado martes. "Las relaciones son de gran entendimiento", explica el ministro de Industria, José Montilla, que se comprometió a mantener el plazo fijado para la puesta en marcha del mercado eléctrico ibérico -30 de junio- y a estudiar la inclusión del gas. "Se ha establecido una relación de gran confianza", remacha la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, quien añade que incluso la gestión del agua ha dejado de ser problema. "Las relaciones son tan buenas que pueden darse pasos institucionales muy importantes", opina.

El nuevo embajador de Portugal en Madrid, José Filipe Moraes Cabral, está convencido de que las relaciones entre ambos países acaban de entrar en una nueva fase que va más allá de la economía: "Ahora las posibilidades de cooperación son infinitas".

El primer ministro portugués, José Sócrates, y Rodríguez Zapatero, la semana pasada en Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

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