LA INVESTIGACIÓN DEL 11-M

"Manca finezza... e vergogna"

Sobre las diez de la mañana de ayer, el PP presentó en el registro del Congreso un escrito importante. Estaba por comenzar la reunión de la comisión del 11-M. El texto dejaba constancia de que Manuel Atencia, uno de los cuatro comisionados populares en la comisión, sería sustituido en la reunión por otro diputado: el portavoz parlamentario Eduardo Zaplana. Era el primer acto de una oposición contundente al Gobierno, pero con "finura y educación", según anunciara el líder Mariano Rajoy, el viernes 31 de marzo, después de la distribución del reportaje Tras la masacre, de la Fundación FAES...

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Sobre las diez de la mañana de ayer, el PP presentó en el registro del Congreso un escrito importante. Estaba por comenzar la reunión de la comisión del 11-M. El texto dejaba constancia de que Manuel Atencia, uno de los cuatro comisionados populares en la comisión, sería sustituido en la reunión por otro diputado: el portavoz parlamentario Eduardo Zaplana. Era el primer acto de una oposición contundente al Gobierno, pero con "finura y educación", según anunciara el líder Mariano Rajoy, el viernes 31 de marzo, después de la distribución del reportaje Tras la masacre, de la Fundación FAES.

La comisión abordó el orden del día. Se solicitaron nuevos documentos, entre ellos el vídeo -que, de acuerdo con la versión de Rajoy, es parte de la cosecha que el mismo José Luis Rodríguez Zapatero ha sembrado-; se votó en contra de la propuesta del PP de pedir las llamadas telefónicas de Fernando Huarte entre los días 11 y 14 de marzo de 2004; por último, la mayoría rechazó nuevas comparecencias.

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Todo esto llevó unos 20 minutos. Fue entonces cuando Zaplana pidió la palabra. Explicó que el PP haría una "propuesta de consenso" para "el relanzamiento de la comisión". Señaló que en la tarde entregaría un documento "con las preguntas de la masacre del 11-M que habían quedado sin respuesta", y dijo que propondría una lista de comparecencias que pudieran "responder a ellas". Zaplana llevaba el borrador en la mano.

La película comienza, pues, cuando Zaplana toma la palabra. La escena anterior, en la que los comisionados habían rechazado las comparecencias propuestas por el PP y otras iniciativas, no habían, sencillamente, tenido lugar.

Algunos miembros le tomaron la palabra "consenso", pero enseguida Zaplana explicó que su partido no tenía interés alguno "en ir juntos", con los demás grupos, que no se trataba de consensuar las conclusiones. Le preocupaba, según dijo, otro asunto: qué podía pasarle a la comisión "si dos meses después de las conclusiones aparecen hechos que lleven a modificarlas".

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El comisionado socialista Juan Luis Rascón se dirigió a Zaplana: "Ha demostrado más finura, pero el contenido sigue siendo el mismo". Quizá esta ofrenda le sirva a Zaplana para pasar el examen de finura ante Rajoy, quien parafraseó, quizá involuntariamente, a Giulio Andreotti. La celebre "manca finezza" aludida por el político italiano debería ser, ahora, completada: "Manca finezza... e vergogna". Vergüenza.

Las preguntas entregadas más tarde y la nueva petición de comparecencias ya rechazadas reflejan las ideas de un tramoyista afín a la oposición. El mismo que en octubre de 1983, poco antes de que los GAL aparecieran en escena, defendió en un editorial este curso de acción: "Frente al siniestro engranaje montado en torno al santuario francés, el Estado español tiene legitimidad moral para recurrir a veces a métodos irregulares... O ellos o nosotros. Hay que terminar con ETA de la forma que sea".

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