OPINIÓN DEL LECTOR

La seguridad en el SAS

Leo el artículo publicado en EL PAÍS Andalucía del día 13, "Batas blancas contra las cuerdas", y no me sorprendo en absoluto de su contenido porque yo también trabajo en el SAS. Pero quisiera hacer una puntualización. Todas esas situaciones límite se sufren a diario a todos los niveles: personal de admisión, de enfermería, facultativos. En el artículo se dice que "las instituciones han situado a los pacientes en el centro del sistema, eso debe ser así, pero no hasta el punto de permitir marcar las pautas de asistencia", y no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación.

Casi todo el p...

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Leo el artículo publicado en EL PAÍS Andalucía del día 13, "Batas blancas contra las cuerdas", y no me sorprendo en absoluto de su contenido porque yo también trabajo en el SAS. Pero quisiera hacer una puntualización. Todas esas situaciones límite se sufren a diario a todos los niveles: personal de admisión, de enfermería, facultativos. En el artículo se dice que "las instituciones han situado a los pacientes en el centro del sistema, eso debe ser así, pero no hasta el punto de permitir marcar las pautas de asistencia", y no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación.

Casi todo el personal del centro en el que trabajo tiene esa misma opinión. Y es algo que venimos denunciando desde hace demasiado tiempo. Hasta ahora, sólo los más "privilegiados" han conseguido que les pongan un guardia de seguridad (es decir, en los centros donde se ha hecho insostenible la situación de violencia y agresión). Como se puede apreciar, tenemos un bonito panorama laboral. La respuesta que da la empresa ante estos problemas es que no se dispone de dinero suficiente para poner los medios que garanticen nuestra seguridad física en el centro de trabajo. ¿Ficción? No, pura y dura realidad. Resulta irónico que sea más barato cubrir las bajas por depresión o por el cada vez más tristemente frecuente síndrome de "burn out", que gastar ese dinero en educación ciudadana, o en contratar personal de seguridad.

A pesar de todo, seguimos yendo a trabajar y procurando, si nos dejan, cumplir con nuestra obligación lo mejor que sabemos. Todavía quedan muchos profesionales en el SAS que siguen teniendo ilusión por lo que hacen a diario, por desgracia, yo no me encuentro entre ellos. Y aún así sigo luchando. Esta carta prueba que aún no me rindo.

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