Entrevista:LUZ CASAL

La voz en su sitio

Gallega de nacimiento, asturiana de infancia, esta mujer de imagen poderosa es para muchos la cantante de la voz rota, la de las inconfundibles 'Piensa en mí', 'Negra sombra' o 'No me importa nada'… Tiene nuevo disco, 'Sencilla alegría', y acaba de terminar una exitosa gira por Francia.

Lo bueno con ella es que no sabes qué te vas a encontrar. Si escuchas Negra sombra, basada en un poema hondo y triste autobiográfico de Rosalía de Castro, y luego la ves, tendrás la tentación de preguntarle si Luz Casal está ahí, en esa declaración de soledad terrible de la gran poeta gallega. Y si le miras a los ojos y la escuchas, con esa sonrisa como vencida por la realidad que hay detrás y delante de la vida, concluyes que en su voz rota hay una historia que ella misma está contando; con sus propios versos o con los versos de otro, pero suya al fin y al cabo.

Si subrayas sus cancion...

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Lo bueno con ella es que no sabes qué te vas a encontrar. Si escuchas Negra sombra, basada en un poema hondo y triste autobiográfico de Rosalía de Castro, y luego la ves, tendrás la tentación de preguntarle si Luz Casal está ahí, en esa declaración de soledad terrible de la gran poeta gallega. Y si le miras a los ojos y la escuchas, con esa sonrisa como vencida por la realidad que hay detrás y delante de la vida, concluyes que en su voz rota hay una historia que ella misma está contando; con sus propios versos o con los versos de otro, pero suya al fin y al cabo.

Si subrayas sus canciones -las de su último disco, Sencilla alegría, como las de cualquier disco suyo- hallarás palabras que la definen y que tienen en Negra sombra la esencia de lo que quiere decir, cantando o en silencio, como persona y como cantante. Y muchas veces piensas, mientras la oyes, que no hay dos Luz Casal, hay una sola: una con esa voz rota, como desparramada en el aire, y la otra con la voz en su sitio. Cuando no quiere avanzar en ese silencio muestra las manos, zanja ahí la cuestión, y pasa a otra cosa; no hay más palabras para desnudar la intimidad de su historia… "En todo estás e ti es todo", afirma Rosalía. "En ti estás y eres todo", y se puede decir que, aunque no lo ha contado todo, todo lo que es esta gallega de nacimiento está en su música. En su mirada y en su voz.

Su voz es, en persona, esa voz rota que salta a trompicones de un ritmo a otro, como si se estuviera buscando; pero cuando llega al micrófono y canta, esa voz es la voz en su sitio, y arrastra consigo una emoción misteriosa que es la que, en muchos momentos, tuvo también en esta conversación periodística.

Hablamos a mediodía, en la sala de juntas del Círculo de Bellas Artes de Madrid, antes de que se fuera a una sesión de fotos previa a una entrevista televisiva, en medio de los descansos de su triunfal gira francesa del último otoño. Llegó con su garganta muy abrigada, vestida de negro y de rojo, como aparece en algunos de sus conciertos; con esos labios grandes que a veces abre sólo hasta la mitad, como si su boca diera al tiempo para la conversación y para el silencio. A veces, cuando tenía que explicar algo que ella juzgara prolijo, se levantaba del asiento y hacía círculos imaginarios, en el aire o señalando el suelo, y luego volvía a su asiento como si hubiera recuerdos que la obligaran a un largo viaje por sitios a los que se acerca de puntillas o mirándolos de lejos. En algún momento dejó a medias confesiones personales que estuvieron en la punta de su lengua, pero que al fin se quedaron en su alma, simplemente insinuadas.

Luz Casal desata coincidencias. Antes de verla le preguntamos a un poeta gallego, Manuel Rivas, por Negra sombra, que de manera tan especial relaciona a Luz Casal con su historia gallega -nació en 1958 en un pequeño pueblo de A Coruña, aunque a los seis años se fue a Asturias-, y Rivas nos dijo que esa canción, elegida por Alejandro Amenábar para que fuera el himno impresionante de Mar adentro, es quizá "la mejor canción del mundo". Se lo dijimos a ella al empezar a hablar; fue entonces cuando se levantó de su asiento e hizo círculos en el suelo para explicar con precisión cómo había nacido la canción, cómo la habían grabado; lo especial que había sido para ella la contribución de Carlos Núñez, que le puso a la composición la ocarina y la flauta… Y cuando terminamos la conversación y ella salió a la calle, abrigada como para una guerra, a las tres de la tarde de un Madrid gélido, allí estaba el gallego Carlos Núñez, vestido de negro, con su maleta también oscura, tomándose un vaso de agua en el bar del Círculo… Así pues, comenzamos a hablar de Negra sombra ocho años después de que naciera.

¿Cómo nació 'Negra sombra'?

Es la primera canción que grabé en gallego. Nací en Galicia, pero me fui pronto y no hablo fluidamente el gallego. No tenía contacto con Galicia sino en las fiestas. Y siempre me sentí rara con respecto a los lugares: en Asturias soy gallega; en Madrid, no sé de dónde; en Cataluña, madrileña; en Galicia, asturiana. Así que era la primera vez y sentía cierto pudor. No me gusta que los gallegos digan: mira, haciéndose la gallega. Y es una canción tan bella. Con ella se te llena la boca, así que la grabamos de corrido, de una sola toma; lo único que hubo que hacer después fueron las contribuciones de Carlos Núñez…

¿Por qué le da tanta importancia a que se hiciera en una sola toma?

Pues porque en los directos pasan cosas. Me gusta grabar discos, pulir las cosas y llegar a un punto de cierta perfección. Al cantar en público hay inflexiones diferentes: tienes otro día, otras ganas, otro cuerpo, otras sensaciones. Y más que con cualquier otra cosa, yo trabajo con sensaciones.

En el texto que acompaña al disco dice usted: "¡Gracias, Rosalía!".

Es que para mí es fundamental el poema. Es que es un poema muy bueno, y no es lo mismo componer con una letra buena que con una regular. Lo que te salva casi siempre va a ser el texto. Y la actualidad de esta canción está fundamentada en el poema. Amenábar la elige para Mar adentro porque habla de la historia que él está contando, de la presencia de la muerte en el caso del personaje de su película, del deseo de la muerte. Y luego la canción me representa a mí. No con respecto al espíritu gallego, porque no todo gallego desea la muerte ni todos los gallegos tienen esa presencia tan clara. Pero, como gallega, he tenido siempre tan cerca, tan tangible y tan natural el hecho de la muerte… Mucha gente que conozco no lo trata, es un tema tabú, y no porque sean supersticiosos, es un tabú. Es, en fin, una canción grabada de modo muy espontáneo, acaso porque es una canción que me afecta mucho…

¿Y qué le afecta más a usted?

A mí me afecta todo, ¡hasta el cambio de la temperatura del agua! Es una puñeta, porque me veo muy intranquila, vives siempre como en una desazón. Soy una persona positiva y en cierto modo feliz, pero siempre tengo ese punto de cierta incomodidad que no me deja estar quieta, porque me afecta todo, miradas, comentarios…

Hasta en este disco, 'Sencilla alegría', y por supuesto en esa canción, 'Negra sombra', hay multitud de palabras que reflejarían esa desazón, como si hubiera siempre gravitando sobre usted una imposibilidad…

Bueno, sí. Cuando esa canción apareció en mi vida desató mis recuerdos. Sucede con canciones ajenas, que te agarran y ya son tuyas porque desencadenan recuerdos de una historia propia y parecida, paralela a esa que se describe. Creo que en Negra sombra vi la presencia de la primera persona que vi fallecida…

¿Quién era?

Mi abuela materna. Murió cuando yo tenía seis o siete años. ¡Y estaba en la habitación de al lado! ¡Esa evidencia de que alguien a quien tú quieres mucho ya no va a estar! Y ahí estás, eres una niña, y lo sucedido es muy importante, se queda en la memoria. Esos sentimientos se canalizan luego, están en las canciones: en las que escribo, en las que interpreto. Es un referente personal, claro, pero no siempre el mismo. Cuando hablo de desamor, por ejemplo, no significa que yo tenga una vida tan desafortunada en ese sentido, pero he visto o he imaginado situaciones dolorosas en las que uno ama de manera desesperada y se siente rechazado. Y tiras de esas imágenes. Esa capacidad me hace sentir de manera muy viva lo que cuento, lo que canto, lo que escribo.

Dice en una de sus canciones que la memoria es agua… ¿No será eso llanto?

Puede ser, y es muchas cosas más. Es río, fluye, tiene vida, tiene posos de metales. Hay de todo en la memoria y en el agua.

¿Y qué le dice a usted la memoria?

Como me gusta la historia, me parece una cosa fundamental. No soy una persona de estar mirando el pasado; es más, vivo el presente con los sentidos muy abiertos. Pero hay que reflexionar de vez en cuando para saber qué camino has recorrido, por qué, dónde te has equivocado. Para no volver a caer, a tropezar, como dice el refrán, en la misma piedra. Aunque haga un poco de daño, la memoria me parece fundamental. Es como cuando te duele un dedo: no te duele algo ajeno al cuerpo, te duele el cuerpo cuando te duele el dedo…

Su abuela murió cuando usted tenía seis años. Y murió su padre. Sobre este fallecimiento tiene también una canción…

Hice esa canción a los 15 días de su muerte. Cuando la pena cae sobre mí intento recuperar recuerdos, olores… Yo creo que sí, que las pérdidas físicas son las que más daño me han producido. Con respecto a la de mi abuela, no estaba preparada, pero ya sabes desde entonces que éste es el capítulo final, el que cierra el libro, y que has de prepararte para asumirlo, así que la vida hay que vivirla de manera intensa. Eso no quiere decir que hayas de meterte de todo, picotearte las venas y ponerte hasta el culo de no sé qué, sino que has de vivir de la manera que tú quieres, disfrutando más, y no necesariamente de las cosas más espectacularmente bellas, sino de las ordinarias, cotidianas. Esta experiencia me tiene siempre alerta e inquieta, creo que gracias a esa convicción tengo una manera fuerte de ver la vida y de conducirme en ella…

¿La canción le sirve para restañar heridas?

La música me sirve para casi todo. La música son palabras mayores, porque es mi vida; no es sólo tu medio de vida, tu profesión, ni siquiera tu vocación: es tu vida. No es eso que te da poder material, popularidad; es que vives literalmente gracias a la música. Yo no practico yoga, no me he psicoanalizado, no he tenido graves problemas; pero cuando eres muy sensible y vives situaciones que te pueden tumbar fácilmente y no lo hacen es porque te salva la música, a mí me ha salvado la música.

¿Ha vivido cosas que la hubieran tumbado?

Seguro.

Debe de ser muy fuerte para reciclarlo en una melodía…

Sí, yo creo que soy muy fuerte.

¿Y de dónde le viene la fuerza?

Yo creo que de mi infancia.

¿Cómo fue?

Corta e intensa, en un pequeño grupo familiar: mi padre, mi madre y una tercera persona.

¿Cuándo murió su padre?

El año 1995. A los 15 días hice la canción Entre los recuerdos. Me alivió; la música es como un bálsamo para casi todo. Fue un alivio para esa tristeza, para el shock que me produjo, pues desde que se supo que estaba enfermo hasta que murió pasó poco tiempo. Además, con mi padre, como suele suceder, yo tenía cierta confrontación. Por un lado, soy muy parecida a él; pero, por otro, me rechazaba. Había ahí un embrollo familiar de relaciones, confuso y muy problemático. No me hagas hablar de eso porque no tiene mayor interés; pero, vamos, ese poder, esa fuerza, esa determinación me viene de mis primeros años…

¿Y su madre qué hacía?

Mi madre es una mujer muy sociable, muy emprendedora. Mis padres salen de un pueblo muy pequeño, de una aldea de Galicia, y se trasladan a Asturias; dejan su entorno, que es de gente pobre, y se van a otro. Para ellos tuvo que ser un shock: una familia numerosa, hermanas, hermanos, en una gran casa, haciendo una vida familiar intensísima, y se trasladan a 300 kilómetros, adonde no conocen a nadie… Ella dice que le ha visto el trasero a todo el mundo: hizo cursillos de lo que llamamos ATS; era practicante, con eso se ganó la vida. Yo creo que la infancia es un periodo importantísimo de la vida de todos, sin excepción. He visto a mis padres trabajar duro, sus esfuerzos, y eso lo llevo como una de mis virtudes. Una virtud un poco engorrosa, porque veo a mi alrededor a la gente desfalleciendo y ahí estoy yo, dispuesta a levantarme cada tres horas a dar un poco de bulla.

¿Qué hacía su padre?

Era un obrero, en el puerto.

Esa infancia es la que, como usted dice en una de sus canciones, le habrá puesto siempre "al borde de la realidad"…

Siempre, es una palabra que uso mucho. Me gusta la idea de despertarme y ver que las cosas siguen donde estaban. No es por seguridad, que no la necesito, sino para darme cuenta de que no pierdo las cosas, que las puedo toquetear; comprobar que la silla es de madera buena o de conglomerado, saber de qué es el respaldo… Cosas, impresiones que te llevan a la realidad. Nunca me he cegado, ni en momentos de máxima popularidad, esos en los que vas en una nube, cuando estás cerca del cielo, entre algodones… Entonces tienes que saber el terreno que pisas, porque si sigues ahí, cerca del cielo, ¿cómo vas a conectar con esa gente que sí vive ahí, en la realidad más cotidiana, más ordinaria?… Tampoco se trata de que vayas todos los días en el metro o que te paguen el salario base, pero es importante estar en contacto con lo que de verdad pasa. Por eso vivo mi propia historia, pero también la de los demás…

¿Cuándo tuvo ese riesgo de que el éxito le nublara los ojos?

Tuve un par de momentos cumbres. Cuando grabé Rufino, un disco que fue superpopular, y con No me importa nada y Piensa en mí. Ésta fue una sorpresa para mí, porque empecé a tener un público femenino considerable. Piensa en mí [elegida por Almodóvar para su filme Tacones lejanos] se convierte en una canción que gusta a todo el mundo, representa el salto de ser cantante de éxito de pop-rock a ser cantante al uso. La gente cree que canto boleros, y la verdad es que sólo he cantado uno en mi vida. Y sigo pensando que si un día improbable me encuentro con Agustín Lara le diría que él no hizo un bolero, sino un fado, pero bueno…

¿Cómo cambió su vida cuando tuvo esos éxitos? ¿Tuvo muchos aduladores?

Empecé tan pequeña a cantar que he visto de todo a mi alrededor, grandes que se hacen pequeños y viceversa. Yo tenía un aprendizaje en la vida que me permitía saber qué es bueno, malo o regular. Pero el éxito no deja de ser una sorpresa, uno no está preparado para lo que no conoce. Pero sí, eres consciente de que has hecho una canción que gusta, y eso no me hizo perder el norte; nunca me he vuelto engreída. Me di cuenta, además, de que empezaban a utilizarme como comodín: me llegaban invitaciones para hablar del divorcio, del impuesto sobre automóviles. Y dije: mira, no; si no le das tiempo a la música, si no vives para cantar, ¿qué va a pasar? Y no me distraje, me dije que no podía hacer caso a tanto ruido alrededor…

¿Le salieron nuevas amistades?

No creas. No he tenido la sensación de que me salieran muchos novios ni amigas. Tengo mucho olfato, suelo hacer una descripción de los que se me acercan, percibo quiénes son en cuanto pasan la barrera del "ay, cuánto la admiro"; empiezas a saber cómo se apoca uno o se envalentona otro, cómo se dirige a ti el supermachote o la señora a la que le caes bien por tus vestidos. Y cuando los ves y observas, notas que desprenden un olor especial, un olor a…

… azufre…

Bueno, quizá; en todo caso, un olor para el que tengo bastante olfato…

En su mundo se produce mucho envanecimiento, usted le dedica una canción al músico cínico…

Cínicos me he encontrado muchos, y mentirosos, también.

¿Qué es el cinismo para usted?

Es abandonar lo puro, lo esencial. Yo creo que la gente, hasta la más fea, es más atractiva sin la máscara del cinismo o de la mentira. A mí me caen bien incluso los tiburones, esos que tienen olfato para los negocios o para lo que sea y se muestran implacables con la presa. Ésa me parece más decente que la actitud del cínico.

Me sorprendió leer que los que más le molestaban eran los torpes…

Es que hablo de manera muy rotunda y parece que voy a veces con la espada, armada, y fuera capaz de sacarle la cabeza a cualquiera. Hablo de torpeza como síntoma de mala educación; creo que la educación es el respeto que le debes tener a la gente, incluso a la que no te cae en gracia, y hay muchas maneras de no ser maleducado. El torpe es el que va a su rollo y mete la gamba.

Le preocupan mucho los malentendidos…

Sí, porque pierdo luego el tiempo para deshacer los entuertos. En mi afán de ser entendida ¡me meto en unos vericuetos! ¡Cómo me van a entender, si yo soy la primera que se confunde!

¿Cómo es usted?

Estupenda, ¿no? No. Soy muy compleja; aparentemente sencilla, pero compleja.

¿Qué preocupación tiene ahora?

Conmover a los que van a mis conciertos.

Conmover, ¿cómo es eso?

No me gusta el público de manera uniforme, quiero conocerlo de cerca, ver quiénes están ahí. Tengo problemas con los cañones de luz en los conciertos. Hay quien canta para la oscuridad, yo lo hago para la gente. Mirarles, interpretar temas que les hagan llorar, reír; que no sea un sentimiento uniforme el que logres, porque soy una persona con matices…

Sus canciones dejan la sensación de una cierta congoja, de cierta soledad…

Bueno, los individuos estamos solos, ¿no? Puedes estar enamorado, pero ese sentimiento de desprendimiento dura un tiempo; luego te das cuenta, en fin, que la convivencia, incluso con tu familia, se acaba, te quedas solo. Y si a eso añades que para ser feliz hacen falta pocas cosas, pero difíciles de encontrar… Por otra parte, me parece que cantar a la satisfacción ofrece menos posibilidades de hacer letras. Compartir con el prójimo su congoja, su desafecto, es una forma preciosa de estar con el otro.

Usted ha dicho que desde la felicidad es muy difícil comunicar.

Y es que, además, la felicidad dura tan poco… Cuando te quieres dar cuenta, ya ha pasado, y lo que te queda es melancolía. No te ha dado tiempo a nada.

Hay que coger la felicidad como volando…

Yo lo veo así, pero insisto en que soy una persona positiva.

¿Por qué lo reitera tanto?

Porque es fundamental. A través de lo que canto, la gente tiene que saber que no me quedo en una esquina como una apaleada. También hago canciones que tienen muchísima esperanza. En una de ellas digo: "Abre la puerta, deja que entre el sol", porque creo en cada mañana. Es una manera de saber que puedes con todo en la vida; no es el lamento porque se haya ido nadie, no es una balada de soledad.

¿Y qué es lo que le conmueve a usted?

Un taco de cosas. El otro día estaba asomada a la terraza de un hotel de Marsella y vi una cosa preciosa. Era una pareja joven que paseaba con un niño de unos tres años; se pararon bajo mi ventana y se dieron un beso de película mientras el niño los miraba embelesado, un beso como de cinco minutos. Me pareció una pasada de bonito. Si yo hubiera sido un cineasta los hubiera filmado, era bellísimo. Ese tipo de cosas me conmueven, las sencillas…

¿Qué es lo que le ha conmovido de este mundo últimamente?

Obviamente, el 11-M, los atentados me conmovieron de manera intensísima; el asalto a la escuela de Osetia; anteayer, en Utrera, cuando yo estaba allí, el asesinato de una mujer por su compañero. La violencia, la violencia no la comprendo…

La guerra de Irak…

Todas las guerras….

¿Y qué puede hacer un artista para contribuir a que la violencia disminuya?

Es algo individual. Me encantaría que la música sirviera para aliviar, que una canción ayude a alguien que esté en una situación difícil, aunque le produzca lágrimas… Me gustaría pensar que la música sirve para cosas más grandes, pero que sirva para eso ya me parece mucho.

¿Y qué música le conmueve a usted?

Maria Callas, una canción flamenca, otra de Eric Clapton dedicada a su hijo, Nirvana… Tantas cosas… ¡Me gusta la música! Gente como Camarón, que canta desde la profundidad, que lo escuchas y no te puedes abstraer. Hay veces que pongo música para que me acompañe, pero hay música con la que no me puedo distraer. Me pasa también con los que tienen buena voz en la radio; me gusta su voz, es como si me rozase una tela de terciopelo. Te decía antes con respecto al olor, pues con la voz me sucede algo parecido; por la voz sé si alguien está nervioso, si quiere ligar…

Puede adivinar por la voz…

Es un juego. Está bien porque me entretiene. A veces me preguntan: "¿Te cansas?". Hombre, está el cansancio físico, pero nunca me aburrí, es algo que no me ha pasado en mi vida; es una de las cosas que vienen de mi infancia, al haber sido hija única, al haber tenido tres padres…

¿Tres padres?

Dos padres y una madre. Tenía a mi padre, y mi madre tenía una relación.

¿Y cómo vivió eso?

Bien, soy la consecuencia de ello…

Usted le puso música al 11-M. 'Ecos' es una canción muy emotiva. ¿Cómo se le pone música a un drama?

Empiezo por el final. Esa canción la canté una vez en el Palacio de Congresos, y dije que era la primera y la última. La compuso un chico canario [Berna Acosta]. Me parecía que podía reflejar la melancolía de quien ha perdido algo. En el libreto del disco lo digo: "Llegó a mis manos una canción cargada de melancolía que describía la situación personal de un chico isleño en una gran ciudad (Madrid) sin mar… Mantuvimos el estribillo de la canción, pero los sucesos del 11-M estaban ahí, goteando tristeza, pena, rabia, y se hacía imprescindible modificar las estrofas para convertir la canción en un homenaje sutil y sentido hacia las víctimas…". Es como si la canción resumiera las imágenes de la catástrofe. No es que se me encoja el corazón, que se me nuble la vista; es algo potentísimo y se me caen las lágrimas… Un presentador francés, que no sabe español, me decía que a él le sucedió eso cuando conducía de Montpellier a París, oyéndola, y también con un técnico de sonido en Londres. "¿Qué canción te gustó más?", le pregunté, y señaló Ecos. Y tampoco sabe español. Sólo tengo un pero con respecto a esa canción, y es que me da pudor enseñarla, hablar de ella. No quiero aprovecharme de la pena de nadie. No sé tampoco si esto es un homenaje, es más bien la consecuencia de haberme puesto en el lugar de alguien que sufre la pérdida.

¿Qué consecuencias cree que ha dejado en este país ese desastre?

Es la evidencia de que cualquier cosa puede pasar; es como si cerráramos la conversación por el principio: la muerte está en cualquier esquina. Mira esas cifras de las muertes por violencia doméstica: ¡sesenta y tantas mujeres en un año!

¿Y cómo ve ahora este país?

Estamos en tiempo de cambio. España ha evolucionado rapidísima. Suceden cosas que te reprochan por ahí: ¡cómo es posible que pase esto, lo otro, en España! Habría que mirar a los jóvenes, pueden enderezar el camino. En general, veo el país con color agradable, por no meterme en vericuetos.

¿Y el mundo de la música?

Hay gente muy honrada y otra que es todo lo contrario. Hay gente con talento y gente con buen pico, lo cual no es malo. Y por todo el mundo que trabaja en esto siento respeto. Detesto a los cínicos, porque considero un lujo poder expresarte, poder vivir y trabajar en lo que te gusta. Hay chicos que están en esto para ligar, pero son divertidos, son jovencitos deseosos de meterse en una cultura como la pop, que está escrita en género masculino. Si repasas la música pop, el 90% son hombres, y la música en general está escrita en masculino singular o en masculino plural…

¿Les queda mucho camino por recorrer a las mujeres?

Es un mundo muy difícil, al menos en la música. Si la mujer quiere tener pareja y ser madre, se le acaba la carrera. Y si la comienza, ha de estar al menos cinco años trabajando, y puede pasársele el arroz. Yo misma, si hubiera tenido la responsabilidad de ser madre, a lo mejor no hubiera seguido el camino…

¿Esperaba usted que esa canción, 'Negra sombra', contribuyera, merced a la película 'Mar adentro', a la polémica sobre la eutanasia en España?

La canción se grabó hace ocho años. Y el éxito del filme se debe a que es una obra de arte bellísima, llena de poesía. La polémica…, están cambiando muchas cosas en España. Se caen muchos hábitos. Si un día yo estuviera en la situación de ese señor [Ramón Sampedro, el tetrapléjico cuya historia cuenta Amenábar], me gustaría decidir por mi cuenta, y soy creyente…

¿Cómo ha mantenido sus creencias?

A mí me gusta entrar en una iglesia… Y creo en la casualidad, en ese destino que te hace único frente a esa persona que has tenido al lado. Y Dios me sirve, por ejemplo, para levantarme, para cosas así, tan tangibles…

Éstos son versos suyos: "Era la princesa / de un reino encantado. / Entro ya en los 30 / y no lo he encontrado (…). Si miro la luna / tropiezo en el suelo. / Si miro la tierra / me doy contra el suelo…". ¿Qué tiene el reino encantado que se le resiste?

Es como los cuentos de hadas. Muchas veces creo que, de perseguir algo, persigo la pureza; por eso me gustan las personas esenciales, aunque sean turbias o no se parezcan a mí. El reino encantado es la ilusión. En este caso, la letra es un poco lo que muchas mujeres aún sienten…

Luz Casal

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