"Salió de casa a las seis de la mañana y no regresó"

Khalid el Hamaoui, nacido en la localidad marroquí de Junifra en 1975, había llegado a España el pasado verano. Convenció a su madre, Zohrah, de que su viaje a España era necesario y le reportaría dinero para construirse un porvenir. Era soltero. Vivía con sus dos hermanas, Amina y Horma, en Madrid, en la calle de Santa Florencia, 21, en Villaverde.

Horma intercedió ante la madre para que le consintiera venir. Pero ayer su destino se truncó en la localidad madrileña de Cobeña: "Salió de casa a las seis de la mañana y no regresó", se lamenta Lahssen, su primo: "No hablaba español". Horma...

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Khalid el Hamaoui, nacido en la localidad marroquí de Junifra en 1975, había llegado a España el pasado verano. Convenció a su madre, Zohrah, de que su viaje a España era necesario y le reportaría dinero para construirse un porvenir. Era soltero. Vivía con sus dos hermanas, Amina y Horma, en Madrid, en la calle de Santa Florencia, 21, en Villaverde.

Horma intercedió ante la madre para que le consintiera venir. Pero ayer su destino se truncó en la localidad madrileña de Cobeña: "Salió de casa a las seis de la mañana y no regresó", se lamenta Lahssen, su primo: "No hablaba español". Horma llora con amargura, porque se atribuye el haberle hecho venir a España. Sus familiares intentan consolarla. "Ayer mismo [por el martes] le comenté a Khalid si quería trabajo y me dijo, contento, que ya lo tenía", dice desolado su vecino Majoub Eddari, propietario de un restaurante. Familiares y amigos rodeaban de afecto a las hermanas de Khalid. "Estamos intentando repatriar su cadáver a Marruecos, pero cuesta mucho dinero, por lo menos 5.000 euros", señala Lahssen.

A tres manzanas de donde vivía Khalid, en la calle de Eduardo Minguito, 63, otro hogar destrozado, el de su amigo Said Lafjaj, de 42 años, natural de Casablanca. "Said le buscó el trabajo donde ambos perecieron ayer", añade Lahssen. "Vivía aquí con su familia desde hace más de diez años. Tiene dos hijas: Lamia, que cumplirá 8 años este sábado, y Aya, de ocho meses, así como un hijo, Bilal, de 4 años", cuenta María Navarrete, peruana, amiga de Fatiha, la esposa de Said.

"Era un pedazo de pan", explica compungida su vecina María Rodríguez. "Todo su tiempo libre era para sus niños y su esposa", añade. Fatiha es de Nador; tiene 30 años; acaba de llegar del Instituto Anatómico Forense, donde el cadáver de Said ha sido identificado; ella apenas puede caminar; sus gritos de dolor desgarran el silencio que invade la vecindad. Frente a su casa, el cierzo de estos días ha segado de cuajo las ramas de cuatro acacias jóvenes.

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