Columna

Infierno

Las pateras de la muerte seguirán vomitando cuerpos en las playas del litoral mediterráneo. Este verano será uno de los más dramáticos. Ya lo es, porque los muertos, sin nombre, serán números en fosas comunes. Otros tendrán la suerte de ser enterrados donde nacieron. Maldita suerte cuando la esperanza de vivir es como un plomo pesado que se hunde en las aguas negras del Estrecho. Un infierno, allí y aquí.

Desconozco dónde está la solución y desconozco si, de verdad, hay buena voluntad en Marruecos para cercenar de raíz el problema de las mafias. Si el Gobierno marroquí quiere, los mafio...

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Las pateras de la muerte seguirán vomitando cuerpos en las playas del litoral mediterráneo. Este verano será uno de los más dramáticos. Ya lo es, porque los muertos, sin nombre, serán números en fosas comunes. Otros tendrán la suerte de ser enterrados donde nacieron. Maldita suerte cuando la esperanza de vivir es como un plomo pesado que se hunde en las aguas negras del Estrecho. Un infierno, allí y aquí.

Desconozco dónde está la solución y desconozco si, de verdad, hay buena voluntad en Marruecos para cercenar de raíz el problema de las mafias. Si el Gobierno marroquí quiere, los mafiosos asesinos le duran no más de un telediario. Cuando el defensor del pueblo andaluz, José Chamizo, reitera que ha de ser Marruecos quien ponga coto a las pateras de la muerte, por algo será y Chamizo, como se sabe, es uno de los hombres mejor informados. A uno y otro lado del Estrecho no debe haber miedo a actuar con toda la dureza que la ley permita para terminar con quienes se hacen millonarios a costa de vidas humanas.

Hay que reconocer, con alegría, que las relaciones con Marruecos difieren de la noche a la mañana, una vez fuera de La Moncloa el señor Aznar. Si con alguien no vale la soberbia, la prepotencia y el desprecio es con el monarca alauí y su pueblo; sino todo lo contrario. Moratinos, profundo conocedor del mundo árabe y con la estrecha colaboración de otro no menor especialista, Bernardino León, está llamado a buscar soluciones a este drama humano. No basta el servicio de vigilancia en el Estrecho que, al parecer, está dando excelentes resultados, sino que es necesario avanzar en soluciones a los que no debe ser ajena la Unión Europea.

Puede que el camino emprendido para ir regularizando la situación de muchos extranjeros en España sea otra de las vías que evite o al menos reduzca la entrada ilegal en nuestro país; no es tarea fácil, pero peor es asomarse a los despavoridos ojos de una mujer que acaba de llegar con su hijo de corta edad en brazos, con los labios temblorosos de miedo y frío o estremecerse por la repetida imagen de un cadáver flotando en aguas de Tarifa o de playa Bolonia.

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