Editorial:

Arafat se hunde

Nadie le negará su capacidad de supervivencia al presidente de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat. Pero los últimos días marcan el principio de una agonía política que puede ser muy rápida y que cada vez desean más interlocutores del propio Arafat, en Israel y en Estados Unidos, pero también en Europa. Las revueltas de los dos últimos días en los territorios ocupados son, sin duda, el mayor levantamiento interno palestino contra un rais que cree poder permitirse todo con los suyos sin tener que responsabilizarse de nada.

Secuestros de autoridades palestinas por parte de bandas ...

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Nadie le negará su capacidad de supervivencia al presidente de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat. Pero los últimos días marcan el principio de una agonía política que puede ser muy rápida y que cada vez desean más interlocutores del propio Arafat, en Israel y en Estados Unidos, pero también en Europa. Las revueltas de los dos últimos días en los territorios ocupados son, sin duda, el mayor levantamiento interno palestino contra un rais que cree poder permitirse todo con los suyos sin tener que responsabilizarse de nada.

Secuestros de autoridades palestinas por parte de bandas armadas, luchas abiertas entre servicios de policía e información, con obvias conexiones con la explotación de la penuria y el tráfico de todo tipo de bienes, y la renuncia del primer ministro son señales de alarma que sugieren que los palestinos pueden andar cerca de la guerra civil. El nombramiento por parte de Arafat de su primo, Musa Arafat, como jefe de seguridad de la Autoridad Palestina es una expresión descarnada y grotesca de nepotismo. Los palestinos, un pueblo víctima de una de las mayores injusticias del siglo XX, siempre han tenido la desgracia de contar con líderes capaces de maximizar los daños.

En todo caso, la referencia al martirologio de Arafat ya no logra ocultar las miserias, corrupciones y dobles lenguajes. El aún jefe del Gobierno palestino, Ahmed Qurei, es un hombre que tiene tanta suerte personal como poca autoridad. Pero ha hecho valer la dignidad que muchos le suponen para negar su colaboración con una farsa que Arafat cree poder mantener indefinidamente. Que, acosado por la indignación popular y el descontrol, Arafat haya reducido a tres las nada menos que 13 organizaciones de seguridad, información o paramilitares que funcionan oficialmente en ese diminuto Estado potencial es una prueba más de que entre la política de Israel y los hábitos de Arafat y su entorno, en los territorios ocupados no sólo hay represión y pobreza. Hay también una inmensa explotación del estado de miseria. Muchos palestinos se están dando cuenta estos días. Europa también debería tomar nota.

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