Columna

El fin

Es decir, el Apocalipsis según Rafael Ferrando en una tórrida tarde de julio, cuando el presidente de Cierval se puso la barba de Nostradamus, abrió las Centurias astrológicas y ante la asamblea general de la principal organización empresarial valenciana vaticinó una inminente secuencia de catástrofes que condicionará de forma negativa el crecimiento de la economía. Incluso Arturo Virosque, el presidente de la Cámara de Comercio, templó el esternocleidomastoideo como si estuviese haciendo doble embrague para meter la tercera y acometer esta pendiente vertical. Enumeró, entre las princip...

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Es decir, el Apocalipsis según Rafael Ferrando en una tórrida tarde de julio, cuando el presidente de Cierval se puso la barba de Nostradamus, abrió las Centurias astrológicas y ante la asamblea general de la principal organización empresarial valenciana vaticinó una inminente secuencia de catástrofes que condicionará de forma negativa el crecimiento de la economía. Incluso Arturo Virosque, el presidente de la Cámara de Comercio, templó el esternocleidomastoideo como si estuviese haciendo doble embrague para meter la tercera y acometer esta pendiente vertical. Enumeró, entre las principales causas que conducirán a esta coyuntura calamitosa, la competencia desleal de terceros países, el terrorismo islámico y, al mismo nivel, el cambio de gobierno en España. Y ahí enseñó la patita, se le cayó el postizo y dejó de representar los intereses empresariales para convertirse en un mero instrumento de partido. Le puso tanto énfasis a la interpretación que incluso Francisco Camps tuvo que sacar las acuarelas para perfilar un halo pastel a la hecatombe negra que había trazado. En muy poco tiempo los mismos empresarios y políticos han pasado de pintar postales muy coloristas y prósperas a hacer aguafuertes muy rayados y sin salida posible. Desde el 14-M, de lo alto de la ficticia media europea nos hemos precipitado al no menos fabuloso fondo del abismo. Pero pese a la apariencia compacta, al PP y a Cierval siempre les faltó un ajuste fino en la sincronía de sus acciones conjuntas. Incluso en la intensidad. Camps y su entorno utilizaron antes ese pesimismo contra Zaplana aprovechando la inquietante deuda del Consell y el fracaso de Terra Mítica, mientras los empresarios quedaban con el paso cambiado tratando de amortiguar sus propios informes negativos sobre los sectores productivos tradicionales. Luego han ido moderando ese optimismo arrimándose al PP hasta rebasarlo en dramatismo el martes, cuando a Camps, asegurado su liderazgo orgánico, ya no le interesan los discursos demasiado truculentos porque ahuyentan inversores y frenan el consumo. Camps está en lo suyo. ¿Dónde está Ferrando? ¿Desde cuándo los empresarios van a rabo borrego de los políticos? ¿Lo normal no es al revés?

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