Reportaje:

Un 'lifting' que añade siglos

La restauración de la Catedral de Santa María descubre la relevancia de la vieja Vitoria

La restauración de la Catedral de Santa María ha devuelto la vida al casco antiguo de Vitoria en pleno siglo XXI. El milagro ha sido posible gracias a una operación quirúrgica que, paradójicamente, le ha sumado varios cientos de años a la ciudad. Como podrán descubrir quienes participen en la quinta temporada de visitas desde que comenzó la rehabilitación del templo gótico, la historia de la ciudad se remonta por lo menos al siglo VIII. Y la entidad como enclave urbano de referencia se puede fechar a mediados del siglo XI, 150 años antes de que el rey Sancho el Sabio de Navarra le diera el tít...

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La restauración de la Catedral de Santa María ha devuelto la vida al casco antiguo de Vitoria en pleno siglo XXI. El milagro ha sido posible gracias a una operación quirúrgica que, paradójicamente, le ha sumado varios cientos de años a la ciudad. Como podrán descubrir quienes participen en la quinta temporada de visitas desde que comenzó la rehabilitación del templo gótico, la historia de la ciudad se remonta por lo menos al siglo VIII. Y la entidad como enclave urbano de referencia se puede fechar a mediados del siglo XI, 150 años antes de que el rey Sancho el Sabio de Navarra le diera el título de villa con el nombre de Nova Victoria.

Éstos son algunos de los hallazgos que los arqueólogos han descubierto en sus excavaciones en la Catedral, pero la restauración ejemplar del templo, que mereció en 2003 un premio Europa Nostra, también se percibe en la intervención arquitectónica que busca la consolidación definitiva del edificio tras 500 años de reformas parciales fallidas. La mejor prueba de esta rehabilitación exquisita se percibe estos días con el recubrimiento del pórtico y la torre por un espectacular andamio.

El pórtico y la torre del templo han sido recubiertos con un espectacular andamio

El nuevo itinerario combina la difusión de los descubrimientos históricos con la contemplación de las obras de restauración. Para disfrutar de este último apartado será necesario, además del casco habitual en las visitas de obra, un plus de audacia, la necesaria para ascender por el andamio exterior hasta la mitad de la torre.

Los visitantes también podrán comprobar cómo se recuperan los pilares que sostienen la estructura del edificio, después de que el equipo dirigido por el arquitecto Juan Ignacio Lasagabaster certificara su estado más que crítico, con riesgo de derrumbe del edificio. La solución será óptima, gracias a los estudios de la sección de Química que ha analizado los distintos morteros empleados en la obra para que las nuevas inyecciones de argamasa sean las correctas.

El equipo de arqueólogos dirigido por el catedrático Agustín Azkarate ha descubierto parte de lo que se vivió en esta colina durante esa época oscura que siguió a la caída del Imperio Romano. La ciudad continuó manteniéndose como referencia vital para los habitantes de la zona. En los primeros tiempos habitaban viviendas provisionales, construidas sin cimientos, apoyadas en troncos, con paredes de barro y tejado de paja. Esta provisionalidad desapareció antes de llegar al siglo X: para entonces, las casas ya tenían cimientos de piedra, que confirman la relevancia del lugar.

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En la primera mitad del siglo XI se reordena todo el emplazamiento. Hay hallazgos que confirman que se diseña una calle, y que se construye una muralla, con dos torres ya identificadas en la trasera de la calle Correría, anteriores a la catedral actual.

No extraña por tanto que la ciudad fuera una plaza atractiva para el reino de Navarra y que en 1181 el rey Sancho el Sabio la convirtiese en villa. Antes del cambio de siglo, en 1200, el monarca castellano Alfonso VIII se hace con esa ciudad, que en 1202 sufre un terrible incendio. Circunstancias, entre otras, que motivan la construcción de ese templo que viene necesitando la joven Vitoria. Y aquí llega la última sorpresa de los descubrimientos. La Catedral se levantó fuera de la muralla: albañiles, canteros y carpinteros salían durante el día y se desplazaban hasta la ladera del cerro para poner en pie un templo que nacía más de una voluntad política que religiosa.

Las obras, como sucede en todo templo gótico de relevancia, se prolongaron durante varias generaciones. Al final, se demolió la muralla, y la catedral asumió este papel defensivo, como todavía hoy se puede comprobar y que tantas confusiones ha despertado entre los historiadores hasta esta restauración que se estima como definitiva.

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