Análisis:

Tipos de subidas de tipos

Tras las primeras insinuaciones sobre subidas de tipos de interés en EE UU, los mercados han entrado en una fase de introspección en busca de su propio ser y los analistas de todo el mundo se han puesto a bucear en los gráficos del pasado para buscar la plantilla adecuada.

Y el ganador es... ¡la crisis del 94! En febrero de ese año, Greenspan frenaba en seco, subiendo los tipos de interés, las felices expectativas que ya empezaban a descontar unos inversores que disfrutaban de una incipiente recuperación. La explicación oficial de la debacle fue que los mercados no habían entendido el m...

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Tras las primeras insinuaciones sobre subidas de tipos de interés en EE UU, los mercados han entrado en una fase de introspección en busca de su propio ser y los analistas de todo el mundo se han puesto a bucear en los gráficos del pasado para buscar la plantilla adecuada.

Y el ganador es... ¡la crisis del 94! En febrero de ese año, Greenspan frenaba en seco, subiendo los tipos de interés, las felices expectativas que ya empezaban a descontar unos inversores que disfrutaban de una incipiente recuperación. La explicación oficial de la debacle fue que los mercados no habían entendido el mensaje de un regulador monetario más preocupado, entonces, por contener la inflación que en sostener el crecimiento. Años después, el virtuoso acompasamiento de estas dos variables, unido a los incrementos de productividad que regalaba la tecnología, llevaron a los mercados a la exuberancia irracional que todos conocemos.

"Sin un aterrizaje suave de los bonos y de los inmuebles, los riesgos de una segunda crisis, el temido 'doble dip', serían muy altos"

Con todo, puestos a tomar al pie de la letra el argumento de la repetición de la historia, muchos inversores firmarían ahora mismo seis años de mercado como los que siguieron a esa primera subida de tipos, con la crisis inmediatamente posterior incluida. Frente a las similitudes encontradas por algunos entre las dos situaciones (1994 y 2004) conviene resaltar también importantes diferencias que pueden hacer que para, una vez más, proyectar hacia el fututo el pasado se quede en un entretenido ejercicio intelectual. Juguemos a las diferencias.

Sin sorpresas

En primer lugar, los tipos en Estados Unidos no han subido todavía ni lo harán en el próximo mes y medio, y los mercados ya están utilizando el argumento para recortar las cotizaciones. Alegar sorpresa esta vez, cuando se produzcan las subidas, no tendrá mucho sentido.

La experiencia pasada del presidente de la Reserva Federal (la que ahora tiene y antes no tenía) es en este caso un elemento claramente diferenciador. La subida no es hoy tan urgente como lo era entonces y, además, podrán conseguirse mayores efectos de enfriamiento con dosis menores de incremento de los tipos. De hecho, una mínima insinuación del látigo del domador ha devuelto a todas las fieras a sus sillas, en posición de primer tiempo de saludo, consiguiendo sin necesidad de tocar los tipos parte del efecto que subiendo éstos buscaría. Un fuego a tiempo es el mejor de los cortafuegos.

Olvidamos también pronto que la duda fundamental de todo el mercado hace pocos meses era si estábamos o no inmersos en una crisis a la japonesa, con grave riesgo de deflación, donde los esteroides en vena que se estaban aplicando en forma de una histórica laxitud monetaria pudieran servir para algo.

Crecimiento

El hecho de que ya estemos hablando de subidas de los tipos de interés resuelve el enigma anterior y, aunque cogido todavía con alfileres, la economía americana tiene un crecimiento que se podrá gestionar y que, mientras no se consolide, situará la generación de inflación en una posición de problema secundario.

El precio del petróleo en precios máximos, nominales que no reales, ha sido esta semana un elemento de inquietud adicional, ya que de mantenerse estos niveles el crecimiento mundial podría verse perjudicado. Sin un aterrizaje suave de los bonos y de los inmuebles, los riesgos de una segunda crisis, el temido doble dip, serían muy altos y, por tanto, el último reto del viejo maestro será administrar primorosamente al mercado su más preciada medicina.

Como si de un gran hedge fund [fondo de inversión de alto riesgo que aplica criterios de gestión activa con un fuerte apalacamiento] se tratara, la confianza en las cualidades del gestor, Greenspan en este caso, serán un requisito imprescindible para estar invertido en los mercados. No creer ni en él ni en ellos seguirá, mientras tanto, pagándose poco.

Santiago Satrústegui es consejero delegado de Abante Asesores.

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