Crónica:CATÁSTROFE EN ALHUCEMAS

Noche a la intemperie en Imzuren

En el pueblo más castigado por el terremoto,los supervivientes acampan junto a las ruinas de lo que fueron sus casas

A Afahin Fulari le quedan pocas cosas. A la entrada de Imzuren yacen, sobre dos alfombras y junto dos mantas, un pan roído y un tomate. "Es lo que pude sacar de mi casa. A media noche empezó a moverse todo y salimos corriendo a la calle. Sacamos esto, pero ahora no se puede entrar". La casa de Fulari, de cuatro pisos como la mayoría del pueblo, tiene una inclinación de 60 grados. Amenaza con caerse en cualquier momento. Pese a ello, los bomberos trabajaban ayer por la tarde bajo el voladizo retirando escombros en busca de algún superviviente.

Fulari, pese a todo, dice que ha tenido suer...

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A Afahin Fulari le quedan pocas cosas. A la entrada de Imzuren yacen, sobre dos alfombras y junto dos mantas, un pan roído y un tomate. "Es lo que pude sacar de mi casa. A media noche empezó a moverse todo y salimos corriendo a la calle. Sacamos esto, pero ahora no se puede entrar". La casa de Fulari, de cuatro pisos como la mayoría del pueblo, tiene una inclinación de 60 grados. Amenaza con caerse en cualquier momento. Pese a ello, los bomberos trabajaban ayer por la tarde bajo el voladizo retirando escombros en busca de algún superviviente.

Fulari, pese a todo, dice que ha tenido suerte. Imzuren, un pueblo de unos 20.000 habitantes al noreste de Marruecos, amaneció ayer como amanecen las ciudades después de un bombardeo. Unas casas estaban convertidas en escombros; otras, estaban a punto de serlo. Las que quedaban en pie mostraban grietas del tamaño de un brazo y agujeros del tamaño de una cabeza. Los habitantes de este pueblo, situado a 150 kilómetros al este de Melilla y a 15 de Alhucemas, pasaron el día llorando a los muertos, asistiendo a los heridos y contemplando resignados lo que había sido su casa.

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Los descampados del pueblo se convirtieron en improvisados campamentos fabricados con lonas, alfombras, esterillas, sombrillas de playa y furgonetas. Algunos, los más osados o temerarios, entraban en casas semiderruidas en busca de palos para armar la tienda o piedras para sujetar la lona. Nadie quería pasar la noche en casa por miedo a las réplicas. A las 19.54, hora local, otro temblor sacudió la región. Poco antes había comenzado a llover.

¿Cuánto tiempo se va a quedar Fulari en el descampado que hay entre su casa y el contenedor de basura quemado? "No lo sé. El tiempo que haga falta. Mi familia se ha ido al campo. Esperaré unos días a ver qué pasa", explica en francés.

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En el campamento improvisado en el barrio del instituto todos conocen víctimas. "Diez de mis vecinos han desaparecido bajo su casa. Dicen que hay 200 muertos, pero sólo en ese edificio vivían cuatro familias y han muerto, así que hay muchos más", señala Nouredin Benali, de 32 años, pelo muy corto y chándal de marca.

Benali ha montado junto a su primo Elazouni Hassan una tienda de aspecto respetable. Está rodeada por coches, cubierta con una gruesa lona y alfombrada hasta el milímetro. Dentro, diez mujeres de la familia beben té. "Todo el mundo en la calle gritaba. Fue el pánico. Cogimos a los niños y salimos corriendo", explica Hassan. Y añade: "Hemos tenido suerte".

Ésa es la sensación general. La vida es así y los vivos tenemos suerte, comentan los supervivientes que se arremolinan frente a los escombros. No hay grandes dramas de llantos y gritos en el pueblo.

Sobre ellos, unos bomberos más voluntariosos que, equipados, sacan con las manos los escombros. "Poco más podemos hacer", reconoce un miembro de Protección Civil. Los vecinos se quejan de la falta de ayuda. "Hay muchos bomberos y excavadoras, pero las casas se han caído, no es lo importante ahora mismo. Tenemos niños y no tenemos agua, ni siquiera pan. Todo lo hemos hecho nosotros", relata Zaqi, de 28 años.

En el pueblo, los mayores recuerdan el terremoto que en 1994 azotó la zona. "Éste ha sido mucho peor. Y muy largo. Duró más de diez minutos", explica un bombero voluntario.

Una de los aspectos más sorprendentes del terremoto de ayer es que por el camino a Imzouren no se ven destrozos. Ni grietas en las casas, de construcción similar a las de Imzuren, ni daños en las canalizaciones. Sólo a cinco kilómetros del pueblo asoman leves grietas. "No entiendo que se nos caiga a nosotros la casa y a la de mi primo, que vive a 10 kilómetros, no le haya ocurrido nada", señaló Mohamed Chiddi. Chiddi está sentado apenado frente a lo que fue su hogar. Por el momento, no se preocupa del futuro. "¿Qué voy a hacer mañana? No lo sé. Ni lo que haré dentro de un año".

Manuel Lorenzo, un español que trabaja en la zona con el Movimiento por la Paz, el Desarme y la Liberación, asegura, sin embargo, que los daños sí se repiten en otras zonas rurales. "En una aldea llamada Tazagine había por la mañana 48 muertos. Hemos llevado a dos heridos al hospital de Alhucemas, pero estaba saturado".

El jefe de servicio del hospital, Elmorabid Mimon, no da más de sí. Pasea corriendo de un lado a otro en un vestíbulo atestado de gente con guantes de látex y ropa de paisano. "Lo que necesitamos es que no vengan más heridos, porque no caben", señala. El hospital comenzó, a última hora de la mañana de ayer, a mandar a los pacientes menos graves a otros hospitales. Los muertos ya sólo caben en los refrigeradores para el pescado del puerto.

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