Reportaje:

"Sólo te ayudan si vives en un cajero"

Raquel, una mujer en paro y desahuciada, denuncia la falta de ayudas para evitar caer en la marginación social

Tiene 55 años, una carrera universitaria y amplia experiencia profesional. Pero un cúmulo de infortunios personales y laborales están a punto de convertirla en una más de las 38.000 personas sin hogar que hay en Cataluña. Esta mujer, que pide ser identificada con el nombre ficticio de Raquel, se resiste a ser calificada de pobre, pero es la cara más evidente de un fenómeno que avanza, implacable, por las ciudades europeas.

Corría 1997 cuando se quedó sin trabajo y desde entonces no ha encontrado ningún empleo estable. Demasiado mayor por determinadas profesiones y con una salud muy meng...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Tiene 55 años, una carrera universitaria y amplia experiencia profesional. Pero un cúmulo de infortunios personales y laborales están a punto de convertirla en una más de las 38.000 personas sin hogar que hay en Cataluña. Esta mujer, que pide ser identificada con el nombre ficticio de Raquel, se resiste a ser calificada de pobre, pero es la cara más evidente de un fenómeno que avanza, implacable, por las ciudades europeas.

Corría 1997 cuando se quedó sin trabajo y desde entonces no ha encontrado ningún empleo estable. Demasiado mayor por determinadas profesiones y con una salud muy menguada, Raquel no se ve capaz de realizar tareas pesadas, las únicas que le han ofrecido hasta la fecha. Percibe una renta de inserción de 338 euros mensuales. No tiene más ingresos. Por este motivo, tras repetidos impagos, fue desahuciada de su acogedor piso del Eixample hace dos semanas. Malvendió sus muebles, libros y enseres. Ahora tiene realquilada una habitación de un piso compartido. "Pero no se ni cómo pagaré el alquiler del próximo mes", dice. Casi 400 euros por una simple habitación.

Más información

Ha recurrido a los servicios sociales municipales, a la Generalitat y a Cáritas, pero nadie parece tener una salida para ella. "No estoy lo suficientemente mal como para recibir ayudas", se lamenta. "En este país sólo te ayudan si vives en un cajero automático y ya estás en una situación irrecuperable. Nadie trata de evitar que situaciones como la mía empeoren".

Su empeño ahora es encontrar la forma de ganar "al menos unos 500 euros al mes". Con ello calcula que podría comer y pagar el alquiler de la habitación. Lucha por no abandonarse: "No puedes comer cada día lentejas de lata". Pero lo peor es lo que no se ve, la vergüenza de ser pobre. "No se si me atreveré a ir a votar, no quiero ir al colegio y encontrarme con mis anteriores vecinos". Y tiene otra cosa clara: "No pienso acabar viviendo en las calles de la Barcelona del Fòrum".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Archivado En