Los acusados del accidente de la riera de Merlès admiten falta de previsión

El fiscal pide 4 años para un maestro y el dueño de la casa de colonias

"Profe, me canso". Ésas fueron las últimas palabras que le dijo el pequeño Cristian Fernández, de 10 años, a su profesor de educación física y natación, Joaquim Segura, cuando estaba de colonias escolares hace tres años. El menor y otra compañera de clase, Alba Muñoz, de nueve años, murieron ahogados el 28 de mayo de 2001 cuando cruzaban a nado la riera de Merlès sujetos a una cuerda. El profesor y el propietario de la casa de colonias que acogía a los niños, Joan Carles Solé, empezaron a ser juzgados ayer en Vic y afrontan una petición de cuatro años de cárcel cada uno por dos delitos ...

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"Profe, me canso". Ésas fueron las últimas palabras que le dijo el pequeño Cristian Fernández, de 10 años, a su profesor de educación física y natación, Joaquim Segura, cuando estaba de colonias escolares hace tres años. El menor y otra compañera de clase, Alba Muñoz, de nueve años, murieron ahogados el 28 de mayo de 2001 cuando cruzaban a nado la riera de Merlès sujetos a una cuerda. El profesor y el propietario de la casa de colonias que acogía a los niños, Joan Carles Solé, empezaron a ser juzgados ayer en Vic y afrontan una petición de cuatro años de cárcel cada uno por dos delitos de homicidio por imprudencia.

Ambos acusados admitieron en sus declaraciones durante la vista celebrada ayer cierta falta de previsión en esa actividad, aunque explicaron que la venían realizando desde hacía cuatro años y nunca habían tenido ningún problema. El fiscal solicita para cada uno de los acusados cuatro años de prisión y una indemnización de 150.000 euros para cada familia.

Lo que parecía una plácida excursión escolar acabó en tragedia. Tras una mañana de excursión por el bosque, 16 de los 44 alumnos de cuarto curso de primaria del Colegio Badalonés decidieron participar en esa actividad, que era voluntaria. Fue el propietario de la casa de colonias Can Curtius, del municipio de Lluçà, quien un año más propuso realizar esa actividad acuática a su amigo el profesor Joaquim Segura, compañero de estudios de educación física.

Siete metros de profundidad

Para cruzar la riera, Joan Carles Solé ató una cuerda de 85 metros de longitud a una roca por un extremo y a tres árboles por el otro para que les sirviera de guía. Los niños, que sabían nadar a la perfección, llevaban un arnés y un mosquetón de rosca que les sujetaban a esa cuerda.

Los primeros en pasar fueron un grupo de seis alumnos, encabezados por su profesor. A mitad del recorrido, en la balsa de Les Heures, justamente en la zona en que la riera alcanza una profundidad de siete metros, Cristian Rodríguez se mostró indispuesto, se giró sobre sí mismo y eso hizo que la cuerda, que discurría a ras del agua, se hundiese en forma de V.

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"Acudí a salvarle y logré cogerle la cabeza para mantenerla fuera del agua, pero fue como si algo le tirase desde abajo", recordó ayer el maestro en el juicio. "Empezó a patalear y yo braceé hasta que mi cuerpo dijo vale, porque no tocaba el suelo". El hundimiento de la cuerda arrastró consigo a la niña Alba Muñoz. Solé, que seguía la excursión desde lo alto de una roca, se arrojó al agua, pero tampoco pudo salvarlos. Los otros cuatro niños que les seguían pudieron ser rescatados por los monitores que seguían la actividad desde las rocas.

"¿Usted no se planteó que si un niño se desmayaba, cogía miedo o se ponía nervioso podía pasar lo que pasó?", preguntó el fiscal al dueño de la casa de colonias. "¿No pensó que ir atado a una cuerda en vez de una ayuda puede ser una trampa mortal?", insistió. "¿No se le ocurrió liberar a los niños de los mosquetones o que llevasen chalecos salvavidas antes de entrar al agua?". Solé respondió siempre que no, que nunca había pasado nada, que esa actividad se realizaba desde hacía años y que se trataba de "un juego de niños". "Entonces, ¿qué falló?", preguntó el fiscal. "No lo logro entender", respondió el acusado.

De forma parecida contestó el profesor de natación, quien explicó que tras el accidente supo que Cristian Rodríguez era asmático y que sus padres le habían puesto unos inhaladores por si los necesitaba en las colonias. "Cristian era un gran nadador y era muy lanzado. Por eso lo puse el primero", explicó el maestro.

En otro momento reconoció que no se preocupó de la seguridad de la actividad porque de eso se encargaba Solé y se fiaba de él. También admitió sin reparos: "Yo no entiendo de cuerdas, no las controlo ni sé qué tensión habían de tener". Segura admitió que no había examinado el fondo de la riera antes de realizar la excursión ni preguntó por su profundidad.

El acusado admitió también que no informó con detalle de esa actividad a los padres de los alumnos. Alegó que los padres no preguntan normalmente por las actividades. "Si diéramos todos los detalles de las colonias, la reunión se alargaría durante horas", dijo.

Para mayores de 16 años

La tesis del fiscal es que esa actividad era desaconsejable para menores de 16 años, aunque los acusados dijeron que la habían realizado hasta con alumnos de seis años. La fiscalía, atendiendo el informe que en su día hicieron los Mossos d'Esquadra, considera que una serie de defectos explican el fatal desenlace: los niños no llevaban aislantes térmicos que les protegiesen el cuerpo de golpes, pues la riera transcurre en medio de paredes rocosas; el mosquetón era de rosca y no simple, y eso dificultó su movilidad; la cuerda guía era innecesaria y, si en todo caso se colocaba, debía tener la tensión necesaria. El fiscal también cree que los niños deberían haber cruzado la riera de uno en uno o bien cada alumno acompañado de un monitor, resalta que no llevaban chalecos salvavidas y recuerda que las aguas estaban muy turbias, y eso dificultaba la visión.

Las defensas, ejercidas por los abogados Emilio Zegrí y Rogeli Montoliu, reclaman la absolución de sus clientes porque creen que actuaron correctamente y porque el trágico final y el riesgo no eran previsibles.

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