Reportaje:

855 paramilitares en el paro

Después de su reeducación, los combatientes colombianos que han entregado sus armas afrontan la incertidumbre total

La edificación de cuatro pisos a las afueras de La Ceja, población de conventos y seminarios a pocas decenas de kilómetros de Medellín, ha sido acondicionada para sólo tres semanas. Anteayer numerosos funcionarios empezaron su trabajo: verifican los antecedentes judiciales y averiguan las preferencias de 855 paramilitares, desmovilizados en Colombia el pasado martes, para su capacitación laboral.

"Entré a esto porque en la vida civil no había nada que hacer", explica a este periódico, la víspera de dejar su vida militar, José, uno de los combatientes del Bloque Cacique Nutibara (...

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La edificación de cuatro pisos a las afueras de La Ceja, población de conventos y seminarios a pocas decenas de kilómetros de Medellín, ha sido acondicionada para sólo tres semanas. Anteayer numerosos funcionarios empezaron su trabajo: verifican los antecedentes judiciales y averiguan las preferencias de 855 paramilitares, desmovilizados en Colombia el pasado martes, para su capacitación laboral.

"Entré a esto porque en la vida civil no había nada que hacer", explica a este periódico, la víspera de dejar su vida militar, José, uno de los combatientes del Bloque Cacique Nutibara (BCN), de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), recluidos en el edificio acondicionado. Lo dice con ese hablar desganado que tienen los muchachos que crecieron en la capital de Antioquia en medio de todas las violencias, que comenzaron en los años ochenta con el auge del cartel de Medellín. Según una encuesta previa al desarme, la mayoría de los desmovilizados tiene entre 17 y 28 años.

Sus miradas son como las de muchos protagonistas de la larga guerra por el control territorial de la segunda ciudad del país. Hoy, en muchas esquinas de los barrios pobres se ven altares a la Virgen. "Los armados siempre han creído que colocando altares arreglaban sus fechorías", cuenta una mujer que vio morir, a balazos, a dos de sus familiares. El día de la entrega de armas, muchos muchachos de la tropa aplaudieron a rabiar cuando su comandante, Adolfo Paz, Don Berna, les habló a través de un vídeo, y dejaron al descubierto los escapularios que llevaban.

"No podemos fallar", afirma un miembro de la comisión de paz regional que actuará como observador en esta primera etapa del proceso. Lo más difícil, cree, será garantizar la seguridad y lograr la reeducación de los que llegaron a estos grupos por deudas de sangre. "Un 20% podrá terminar con un tiro en el pecho". Los demás podrán reinsertarse si en verdad se les abre un espacio en la sociedad. "Si el Estado cumple, yo no me vuelvo a torcer", dice José, quien sueña con dedicarse a la mecánica. Pero el recuerdo de la desmovilización, en 1994, de las milicias que surgieron para acabar con las bandas de sicarios, que terminó con la muerte de la mayoría de ellos, es una sombra que ennegrece el futuro.

Varios paramilitares colombianos, el pasado martes en el acto de entrega de armas en Medellín.EFE

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