El 20% de los trabajadores tienen más formación de la exigida

Un informe subraya el desfase existente entre el sistema educativo y el productivo

¿La formación que ofrece el sistema educativo catalán responde a las necesidades de las empresas? ¿Se adaptan éstas a la cualificación de quienes buscan empleo? Una ojeada a la evolución del mercado laboral de los últimos años refleja un preocupante desajuste entre los sistemas educativo y productivo que hace que entre el 15% y el 20% de los empleados catalanes estén sobrecualificados, esto es, que tengan un nivel de estudios superior al que requiere su puesto de trabajo.

La alerta por el desfase se recoge en el estudio Capital humano y productividad en Cataluña, de Caixa Catalun...

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¿La formación que ofrece el sistema educativo catalán responde a las necesidades de las empresas? ¿Se adaptan éstas a la cualificación de quienes buscan empleo? Una ojeada a la evolución del mercado laboral de los últimos años refleja un preocupante desajuste entre los sistemas educativo y productivo que hace que entre el 15% y el 20% de los empleados catalanes estén sobrecualificados, esto es, que tengan un nivel de estudios superior al que requiere su puesto de trabajo.

La alerta por el desfase se recoge en el estudio Capital humano y productividad en Cataluña, de Caixa Catalunya, elaborado por el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Josep Oliver, quien analiza la evolución de la ocupación catalana entre 1995 y 2001 y la compara con la de 12 regiones europeas que lideran el desarrollo económico en sus respectivos países, incluidas Madrid y el País Vasco.

En estos seis años, el nivel formativo de los trabajadores catalanes ha dado un paso de gigante. El número de ocupados con estudios primarios sólo ha crecido el 7,5%. Los empleados con formación secundaria, el 48%, y con estudios superiores, un abrumador 81,8%. Con excepción de la primaria, Cataluña se ha puesto a la cabeza del resto de las regiones (véase el cuadro adjunto).

Sin embargo, este avance en la formación de la mano de obra no se ha traducido en un incremento relevante de la productividad. Al contrario, las 12 regiones europeas la han adelantado. Estocolmo creció el 39%; Madrid, el 3,1%. Y Cataluña se ha conformado con el último puesto, con un aumento del 2,6% entre 1995 y 2001.

¿Cómo se explica esta paradoja? Según Oliver, porque buena parte de la ocupación que se ha creado -de la mano de la construcción, el comercio y la hostelería, sobre todo- es de bajo valor añadido. El mercado laboral catalán peca de una "excesiva dependencia" de estos sectores para crear empleo, mientras que el peso de la ocupación de alto valor añadido es menor. La informática y la investigación y desarrollo (I+D), por ejemplo, sólo representaban en 2001 el 1,3% de la población ocupada.

Y es que el tejido empresarial catalán está más especializado en el montaje que en el diseño de productos o procesos, de modo que, reflexiona Oliver, debería haber más trabajadores con estudios secundarios y de formación profesional que universitarios. La realidad es diferente, como lo es el comportamiento del resto de las regiones. (véase el cuadro).

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Falta formación secundaria

Según el estudio, 832.000 ocupados (el 30%) tienen estudios terciarios, frente a cerca de 580.000 (el 20,9%) que no han superado la etapa secundaria. La diferencia es de 252.000 personas. "Hay un marcado exceso de titulados superiores y una crónica y muy preocupante carencia de formación secundaria en el mercado de trabajo", reza el estudio. De ahí que entre el 15% y el 20% de los trabajadores (hasta 555.200) ocupen puestos que no les tocan.

Son varios los factores que influyen en el exceso de titulados que el mercado no puede absorber en la categoría pertinente. El "impacto psicológico" del paro (en 1994 alcanzó un 24%) ha empujado a la sociedad a identificar la Universidad como remedio de este mal mayor. Y la propia dinámica del mercado laboral ha tendido a expulsar a los trabajadores con menos estudios. Los empresarios prefieren un empleado formado aunque el puesto de trabajo no lo requiera.

Además, dice Oliver, las administraciones públicas deben asumir parte de culpa y priorizar políticas educativas que respondan a las necesidades empresariales (las patronales ya han lanzado mensajes en esta línea) y, al mismo tiempo, favorecer que las empresas inviertan en productos o procesos de mayor valor añadido para adecuarse a la oferta de mano de obra. La amenaza de los países del Este pone de manifiesto que Cataluña ya no puede competir por costes. Es un pez que se muerde la cola.

El 'efecto país'

El crecimiento, del 31%, del empleo en Cataluña en estos seis años ha sido espectacular. En palabras de Oliver, "Cataluña ha generado más ocupación de la que le correspondía".

Todas las regiones europeas especializadas en el sector industrial han registrado en este periodo un modesto incremento de la ocupación, que, en cambio, se ha disparado en aquellas otras que cuentan con un peso destacado del sector servicios.

Pero Cataluña, y también el País Vasco, que por sus estructuras productivas pertenecen al primer modelo de regiones, han sido la excepción (véase el cuadro).

Esta dispar evolución de la ocupación catalana sólo puede explicarse, según Oliver, por la existencia de lo que denomina el efecto país, es decir, por el hecho de pertenecer a España y regirse por el modelo de bajos costes (tipos de interés, tipos de cambio, precios y salarios) que la ha caracterizado en este periodo.

Un modelo, por cierto, que ya presenta síntomas de agotamiento. No cabe esperar, por tanto, un crecimiento del empleo similar. Para aguantar el tirón, Oliver recomienda primar la calidad ante la cantidad y el valor añadido frente a los bajos precios.

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