Columna

Citar al toro y salirse del ruedo

La Constitución Europea que salga de la Conferencia Intergubernamental (CIG) que arrancó el sábado en Roma se someterá a referéndum en España, el 13 de junio próximo, coincidiendo con las elecciones al Parlamento Europeo, por decisión de todo el arco parlamentario español, si se cambia a tiempo la ley. El referéndum sólo se ha utilizado en la España democrática dos veces: para refrendar la Constitución o, de forma consultiva, para dirimir una cuestión que dividía a la ciudadanía como era la permanencia en la OTAN. Pero ante la Unión Europea, hay un amplio acuerdo. El referéndum, pues, no es ne...

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La Constitución Europea que salga de la Conferencia Intergubernamental (CIG) que arrancó el sábado en Roma se someterá a referéndum en España, el 13 de junio próximo, coincidiendo con las elecciones al Parlamento Europeo, por decisión de todo el arco parlamentario español, si se cambia a tiempo la ley. El referéndum sólo se ha utilizado en la España democrática dos veces: para refrendar la Constitución o, de forma consultiva, para dirimir una cuestión que dividía a la ciudadanía como era la permanencia en la OTAN. Pero ante la Unión Europea, hay un amplio acuerdo. El referéndum, pues, no es necesario y, si se usa para atraer a los electores a votar en las habitualmente poco entusiasmantes elecciones europeas, se corre el riesgo de devaluar este instrumento. Pero, una vez más, Aznar y el PP han maniobrado con sagacidad política.

El gran debate en la CIG va a versar sobre las instituciones, y en particular sobre si reabrir el acuerdo de Niza o no. Tras un previo pacto franco-alemán, la Convención, o mejor dicho su presidente, Giscard d´Estaing, incorporó algunas propuestas para cambiar el sistema de votación sin tener un mandato formal para ello y prácticamente sin discusión. Mientras, el Gobierno español, distraído por Irak, quedaba fuera de juego frente a Francia y Alemania, de los que tanto se ha separado. Tal como está, el texto convencional supondría perjuicios para la posición institucional de España, que perdería peso con un sistema de doble mayoría: de Estados, que representen el 60% de las poblaciones.

Pero hay un margen de maniobra para negociar, aunque quizás sólo sea aparente. España podría insistir en ampliar este límite del 60% al 66% o más, para lograr una posición de hecho parecida a la actual (especialmente si renegociara un mayor cupo de europarlamentarios españoles, sacrificados en Niza, en aras de una mejor posición en el Consejo, mientras Alemania apostaba por esta Eurocámara que gana poderes). Pero, ¡ay!, entonces el problema no sería ya español. Pues el límite del 66% daría un inmenso poder de bloqueo a Alemania que, junto con Francia y cualquier país mediano, podría frenar toda decisión a tomar por mayoría cualificada. Claro está, otras combinaciones también ganarían, como las de Londres, Roma y Madrid, pero ¿quién cree en tan extraño acoplamiento, especialmente cuando Blair y los británicos se están quedando fuera del euro por decisión propia?

Aznar tiene razón al considerar que no hay un consenso alternativo a Niza. O no lo hay aún. Aunque se han dejado algunas salidas abiertas, y estamos al principio de la verdadera negociación, puede vetar o amenazar con vetar una solución que no acepte. ¿Tiene algún comodín? Pocos. Y para bloquear, ¿con quién cuenta? Blair está más bien con Francia y Alemania. Hay muchos pequeños y medianos que están por conservar Niza, pero los nuevos, como Polonia, pueden ceder fácilmente a cambio de otras ventajas. Vetar un acuerdo tiene un coste para la posición general de España, aún mayor ante las prisas para cerrar la Constitución en marzo y celebrar referendos, en los países que lo deseen. Para junio, en principio Aznar ya no debe estar en La Moncloa, lo que le da mayor margen personal para presionar en la CIG. Cita al toro constitucional, pero normalmente, el resultado -bueno o malo- tendrá que lidiarlo su sucesor, Rajoy o Zapatero.

Hay otra trampa. En junio, a los partidos políticos en España les puede resultar muy difícil y complicado hacer campaña en favor del (salvo que el tema religioso cruce los cables a algunos) en el referéndum sobre una Constitución europea que ha suscitado un amplio acuerdo entre los españoles participantes en la Convención y, a la vez, para propugnar ofertas electorales diferenciadas para ganar escaños en la Eurocámara. El debate europeo, que empieza a ser necesario en España, puede quedar aguado. Más valdría separar las consultas.

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