Aulas por el escepticismo

Un grupo de profesores de secundaria propone formas de convencer a los alumnos del "engaño" del horóscopo y las seudociencias

Un 45,3% de los estudiantes de ESO cree que puede haber algo de cierto en los horóscopos y la astrología; un 34,7%,

que puede haber algo de verdadero en la predicción del futuro; un 30% que puede haber algo de cierto en la curación por el magnetismo personal, y un 22,3% cree que hay algo de verdad en las personas que dicen contactar con el más allá. Los datos son de un estudio realizado en 1999 por la Fundación Santa María bajo la dirección del sociólogo Javier Elzoy que recoge la revista El Escéptico, de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, que cuenta con unos 30...

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Un 45,3% de los estudiantes de ESO cree que puede haber algo de cierto en los horóscopos y la astrología; un 34,7%,

que puede haber algo de verdadero en la predicción del futuro; un 30% que puede haber algo de cierto en la curación por el magnetismo personal, y un 22,3% cree que hay algo de verdad en las personas que dicen contactar con el más allá. Los datos son de un estudio realizado en 1999 por la Fundación Santa María bajo la dirección del sociólogo Javier Elzoy que recoge la revista El Escéptico, de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, que cuenta con unos 300 socios.

Alertados por estas cifras, un grupo de profesores de secundaria comenzó hace tres años a recoger e idear material para convencer en clase a los jóvenes de la falsedad de los magufos (neologismo que sintetiza magia y UFOS, platillo volante en inglés). "La principal obsesión del adolescente es tener respuesta. No importa que ésta sea coherente, ni cierta, sino bonita", explica José Luis Cebollada, profesor de Física en un Instituto de Cariñena (Zaragoza).

Jorge Frías, profesor de Informática en Málaga, añade "para convencer a un adolescente de que el horóscopo es falso no sirve de nada decir simplemente 'Es una chorrada' o 'No creo en eso". Y es donde aparecen las propuestas.

Cebollada, que coordina la página web (www.arp-sapc.org/ docentes/index) donde alojan una decena de propuestas para profesores de secundaria, detalla una de las propuestas: "Hay que repartir entre los alumnos los horóscopos sin que sepan a qué signo pertenece cada texto. Se calcula antes de empezar la probabilidad de acertar al azar el signo del zodiaco entre los 12 posibles y se les dice a los alumnos que hagan la prueba, que intenten adivinarlo". Según su experiencia, que coincide con lo previsible, "el porcentaje de aciertos son los que cabría esperar según la ley de probabilidades, no porque el alumno se vea reflejado en su signo del zodiaco".

"Cosas vagas"

"Una vez que ven que no funciona, que el horóscopo es una serie de cosas vagas aplicables a cualquiera se les explica que es imposible que un 8% de la población vaya a perder a su pareja esa semana o vaya a conseguir un empleo en esos días", prosigue locuaz Cebollada. Lo peor es que pese a todo, al terminar el ejercicio, los alumnos siempre quieren conocer qué dice su verdadero horóscopo.

Frías explica cómo un adivino puede engañar a cualquiera con un programa informático que responde de forma mecánica las preguntas del alumno. "No me importa perder un día de clase de informática al año, porque aprenden a hacerse preguntas. El objetivo es que duden de todo, al menos de todo lo que les ofrezca felicidad inmediata y de forma fácil. La informática cambia, pero las dudas permanecen".

Otro ejercicio es dar a cada alumno una supuesta carta astral individual elaborada por un supuesto programa informático en función de la fecha de nacimiento de cada alumno. En realidad, la carta es la misma, la que ideó el estadounidense James Randi, que desde hace años lucha contra los magufos. La carta, tres folios que están en la web, incluye generalidades del tipo: "Para ti el lema carpe diem es tu norma de vida", "en algunos aspectos que te tocan muy de cerca eres intolerante", "esa pequeña variante bohemia y literaria hace que a veces actúes sin pensar" y cosas por el estilo. Tras leerla cada alumno como si fuera un examen, separado de los demás y sin comentar, tiene que puntuar si se parece a su personalidad. "La mayoría puntúa por encima del ocho", según Cebollada. Al terminar, uno de los alumnos lee en voz alta la carta y el resto se siente estafado.

PABLO BLASBERG

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