Un plan estrella que se apaga

El Ramón y Cajal ha sido el programa estrella del Ministerio de Ciencia y Tecnología que estrenó el Gobierno Aznar en 2000. Es la más notable, si no única, aportación novedosa al sistema español de ciencia y tecnología, ya que el resto de la política científica ha mantenido, con retrasos y deficiencias de gestión, el sistema de I+D que arrancó antes de que el PP llegara al poder. El Ramón y Cajal se anunció como un programa para recuperar "cerebros" en el extranjero, luego se convirtió en un plan para asimilar, en el rígido esquema de la carrera científica en España, a 2.000 buenos investigado...

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El Ramón y Cajal ha sido el programa estrella del Ministerio de Ciencia y Tecnología que estrenó el Gobierno Aznar en 2000. Es la más notable, si no única, aportación novedosa al sistema español de ciencia y tecnología, ya que el resto de la política científica ha mantenido, con retrasos y deficiencias de gestión, el sistema de I+D que arrancó antes de que el PP llegara al poder. El Ramón y Cajal se anunció como un programa para recuperar "cerebros" en el extranjero, luego se convirtió en un plan para asimilar, en el rígido esquema de la carrera científica en España, a 2.000 buenos investigadores en tres años.

La idea de la contratación de científicos fue bien recibida. La puesta en marcha fue otra cosa: el Ramón y Cajal ha sufrido las mismas deficiencias que el resto del sistema, debidas sobre todo a las estrecheces presupuestarias. La incertidumbre sobre el futuro inmediato de los científicos del Ramón y Cajal se agudiza ahora con el ocaso de programa, y España, con 4,4 investigadores por mil de la población activa, sigue muy por detrás de la media de los países de su entorno. En cuanto al cambio de nombre, difícilmente se encontrará un mejor título para un programa científico español que Ramón y Cajal.

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