Editorial:

Bush pisa el acelerador

En el puerto jordano de Áqaba, el rey Abdalá ha hecho de anfitrión en el esperado encuentro del presidente George Bush con el primer ministro israelí, Ariel Sharon, y el líder palestino, Abu Mazen. Allí, el hombre de la Casa Blanca ha proclamado al mundo que el proceso de paz en Oriente Próximo recibe desde ahora la máxima prioridad de su política. No sólo el secretario de Estado, Colin Powell, y la consejera de seguridad, Condoleezza Rice, serán veedores permanentes del mismo, sino que un equipo de 10 técnicos estará minuto a minuto tomándole el pulso al cumplimiento del guión para la paz, la...

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En el puerto jordano de Áqaba, el rey Abdalá ha hecho de anfitrión en el esperado encuentro del presidente George Bush con el primer ministro israelí, Ariel Sharon, y el líder palestino, Abu Mazen. Allí, el hombre de la Casa Blanca ha proclamado al mundo que el proceso de paz en Oriente Próximo recibe desde ahora la máxima prioridad de su política. No sólo el secretario de Estado, Colin Powell, y la consejera de seguridad, Condoleezza Rice, serán veedores permanentes del mismo, sino que un equipo de 10 técnicos estará minuto a minuto tomándole el pulso al cumplimiento del guión para la paz, la llamada Hoja de Ruta.

A cambio de ello, los protagonistas de fondo de una paz tan cara en sangre, han hecho unas promesas ya conocidas y siempre généricas. El árabe asegura ser capaz de acabar con la violencia terrorista y el judío que acepta un Estado palestino, provisional y desmilitarizado, cuyas fronteras finales se definirán en 2005. Si acaso, los apartes de Sharon han sido los más jugosos: Israel comenzará a desmantelar en fecha indeterminada las colonias ilegales en los territorios ocupados. Éstas son cerca de un centenar, buena parte de ellas erigidas mientras Sharon dejaba hacer, además de otras 200, plenamente autorizadas por el poder israelí, pero que la Convención de Ginebra de 1949 considera tan ilegales como las anteriores. A los dos extremos del arco político y militante, voces del sionismo radical se alzan contra lo que califican de rendición al terrorismo palestino, prometiendo resistencia, y el terror de Hamás se niega a desarmarse, aunque no necesariamente rechace una tregua.

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Ahora sólo falta que la criatura eche a andar. Mientras se cumpla un alto el fuego por parte palestina e Israel evacue los territorios que volvió a ocupar tras la Intifada de septiembre de 2000 cabrá negociar atributos de soberanía y fronteras, retiradas y posibles trueques territoriales. Ése es el proceso de paz. Si Washington atornilla a las partes para que cumplan lo pactado, la historia de la región puede comenzar de nuevo. Pero no si la observancia de la Hoja de Ruta es como un menú que se elige a voluntad.

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