Reportaje:

El pacto que costó la vida a Djindjic

El primer ministro serbio fue asesinado por sus contactos con el crimen organizado para derribar a Milosevic

Jugó con fuego y se quemó. Todo indica, según las opiniones casi unánimes de analistas y expertos recogidas en Belgrado, que los contactos del asesinado primer ministro Zoran Djindjic en los días previos al derribo del régimen despótico de Slobodan Milosevic, el 5 de octubre de 2000, con policías y mafiosos, le pasaron factura y provocaron su muerte. Los jefes de las unidades especiales de policía pactaron entonces con Djindjic no intervenir para reprimir la rebelión popular. Ahora, reconvertidos en mafiosos, aquellos policías se sintieron traicionados y amenazados con la posibilidad de ser en...

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Jugó con fuego y se quemó. Todo indica, según las opiniones casi unánimes de analistas y expertos recogidas en Belgrado, que los contactos del asesinado primer ministro Zoran Djindjic en los días previos al derribo del régimen despótico de Slobodan Milosevic, el 5 de octubre de 2000, con policías y mafiosos, le pasaron factura y provocaron su muerte. Los jefes de las unidades especiales de policía pactaron entonces con Djindjic no intervenir para reprimir la rebelión popular. Ahora, reconvertidos en mafiosos, aquellos policías se sintieron traicionados y amenazados con la posibilidad de ser entregados al Tribunal Penal Internacional de La Haya para la antigua Yugoslavia (TPIY). El primer intento de asesinato, el pasado 21 de febrero, con un camión lanzado contra el coche de Djindjic, falló. El 12 de marzo, un francotirador no erró.

"Todavía no se ha aclarado el asesinato de Kennedy. ¿Cómo podemos saber quién mató a Djindjic?"
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Todo el mundo en Serbia evoca estos días el asesinato de Kennedy y lo relaciona con el de Djindjic. La cadena de televisión Pink, que en su día estaba al servicio de la esposa de Milosevic y su partido comunista Izquierda Yugoslava (JUL), y después se pasó a Djindjic, proyectó todos estos días de luto nacional la película de Oliver Stone JFK. Los redactores responsables del semanario Identitet, que apareció dos días antes del atentado con un titular que anunciaba a un francotirador contra Djindjic por orden de los serbios de La Haya, también recurren a Kennedy. Con gesto inocente, declaran al enviado de EL PAÍS: "Han pasado 40 años y todavía no se aclaró el asesinato de Kennedy, ¿cómo podemos saber quién mató a Djindjic?".

Se acusa en Belgrado a ese turbio semanario de estar financiado por Milorad Lukovic, alias Legión, el hombre más buscado de Serbia. Los dos periodistas que dirigen la redacción de Identitet preguntan: "¿Usted cree que, si trabajásemos para la mafia, estaríamos todavía sin cobrar los salarios de febrero?". Lukovic, ex comandante de las unidades especiales de la policía conocidas como boinas rojas, figura a la cabeza de los sospechosos del llamado clan de Zemun. El Gobierno de Serbia busca a Lukovic como uno de los tres máximos responsables del asesinato de Djindjic.

Con Lukovic, un individuo que se ganó el mote de Legión por su estancia en dicho cuerpo militar francés y tiene el brazo lleno de tatuajes, negoció con Djindjic en los días entre la victoria en las urnas el 24 de septiembre y la rebelión popular contra Milosevic del 5 de octubre. La clave de la caída del régimen fue la no intervención de los militares y las unidades especiales de la policía. El Ejército, al mando del general Nebojsa Pavkovic, destituido en junio del año pasado, no salió a reprimir, pero, por si acaso, un conocido mafioso, Ljubisa Buha, alias Cume, jefe del clan de Surcin, fue una baza en la reserva de Djindjic aquel 5 de octubre.

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La revista Blic News escribía el pasado 29 de enero que Cume, "con sus hombres armados, estaba alrededor del Estado Mayor dispuesto a intervenir si Nebojsa Pavkovic intentaba hacer algo contra los manifestantes". Con Legión, jefe de las boinas rojas, Djindjic pactó que no saldrían a reprimir. Con centenares de miles de manifestantes en las calles, y sin que le respondieran sus fuerzas de represión, Milosevic no tuvo más remedio que entregar el poder.

Todo indica que el precio por la no intervención que provocó la caída del régimen ha sido la impunidad con que Lukovic y similares han actuado hasta hace semanas. Djindjic era un político muy pragmático con una filosofía que se resumía en la idea: "Si para derribar a Milosevic hay que pactar con el diablo, lo haré". Instalado en el poder, Djindjic y su entorno favorecieron al clan de Surcin, en contra del de Zemun. Buha se enriqueció con la compra de máquinas de asfaltar, que le permitieron ganar las contratas del Gobierno para mejorar las carreteras con fondos de la Unión Europea.

Esto no mejoró sus relaciones con el clan rival de Zemun, en el que actúa Lukovic, pero lo peor llegó cuando Djindjic y su Gobierno decidieron seguir adelante con la política de entregar criminales de guerra a La Haya. Entre una nueva lista de La Haya en la que se encontraba el político ultracionalista Vojislav Seselj, que se entregó de forma voluntaria, parece que podían hallarse Lukovic y otros miembros de las fuerzas especiales implicados en crímenes de guerra. A finales de enero, Lukovic escribió una carta a la prensa en la que respondía a unas tremendas acusaciones de Cune, pero además advertía al Estado por querer vender a La Haya a los que dieron su sangre por Serbia.

El 21 de febrero, un camión, conducido por Dejan Milenkovic, alias Bugsy, un elemento del clan de Zemun, lanzó un camión contra el coche de Djindjic, que se salvó por los pelos. El 12 de marzo un francotirador, tal como anunciaba la revista Identitet, no falló y mató a Djindjic.

El sucesor de Djindjic, Zorsn Zivkovic, junto a un retrato del primer ministro asesinado.AP

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