Editorial:

De mal en peor

Las cifras del crecimiento económico difundidas por el INE invitan a la melancolía. La tasa de crecimiento anual del 2% permite que el Gobierno siga repitiendo que el PIB español aumenta por encima de la media europea y sustente así la ilusión propagandística para consumo de los convencidos del milagro español. El estancamiento de la economía alemana -su crecimiento del 0,2% es el más bajo en nueve años- contribuye a facilitar el mensaje, pero la ilusión se destruye cuando se comparan otros índices, como el de la inflación.

Un análisis detallado confirma que la tendencia de la economía ...

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Las cifras del crecimiento económico difundidas por el INE invitan a la melancolía. La tasa de crecimiento anual del 2% permite que el Gobierno siga repitiendo que el PIB español aumenta por encima de la media europea y sustente así la ilusión propagandística para consumo de los convencidos del milagro español. El estancamiento de la economía alemana -su crecimiento del 0,2% es el más bajo en nueve años- contribuye a facilitar el mensaje, pero la ilusión se destruye cuando se comparan otros índices, como el de la inflación.

Un análisis detallado confirma que la tendencia de la economía española es al empeoramiento, leve si se quiere, pero inequívoco. En términos anuales, se ha caído del 2,7% al 2% del año pasado, por debajo del 2,2% tercamente defendido por el Gobierno, como si en dos décimas de PIB se jugara el futuro de la sociedad española, y en términos desestacionalizados, se ha pasado del 0,8% del tercer trimestre al 0,3% del cuarto.

El análisis de los componentes del PIB no contribuye a aliviar la depresión. El crecimiento del cuarto trimestre se ha sostenido sobre factores tan heterodoxos como el consumo público (4,6% de aumento trimestral, 3,8% anual), que demuestra la facilidad con que el Gobierno recurre al dinero del Estado cuando la evolución macroeconómica empeora y se acercan unas elecciones importantes, y la construcción, esa máquina de generar crecimientos desequilibrados que, como contrapartida, garantiza que a corto plazo la economía española no se desplome hacia la recesión. El consumo y la inversión del sector privado confirman el malestar de los ciudadanos por el comportamiento cada vez más mediocre del empleo y de las rentas de las familias.

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El latiguillo propagandístico "crecemos más que la media europea" debería ser sumariamente abandonado para reconocer que vivimos un crecimiento plagado de desequilibrios fundamentales que pasarán una factura muy onerosa a medio plazo. La amenaza del elevado endeudamiento que soportan las familias o el lento pero continuado deterioro de los precios respecto a nuestros competidores europeos son las amenazas más evidentes. Pero el Gobierno está hoy más interesado en inversiones electorales y en las rentas de una burbuja inmobiliaria que en sentar las bases de una economía que crezca con menos costes y más mercado exterior. No parece que se vaya a apear de un horizonte tan mezquino.

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