OPINIÓN DEL LECTOR

Andalucía imparable

Domingo 22 de febrero de 2003. Servicio de Urgencias de Traumatología, 13.00 horas. Acaban de dar el alta a mi esposo y, ante la imposibilidad de desenvolverse por sus propios medios, el facultativo que lo ha atendido firma la autorización para que le recoja una ambulancia.

Posición: Frente a las puertas del Servicio de Urgencia. Situación: en camilla y con un pequeño paño sobre las piernas.

Van pasando las horas y con ellas un desfile de todo tipo de accidentados. Hace frío. Nadie se acerca a nosotros ni para informar ni para ofrecer al enfermo siquiera un vaso de agua.

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Domingo 22 de febrero de 2003. Servicio de Urgencias de Traumatología, 13.00 horas. Acaban de dar el alta a mi esposo y, ante la imposibilidad de desenvolverse por sus propios medios, el facultativo que lo ha atendido firma la autorización para que le recoja una ambulancia.

Posición: Frente a las puertas del Servicio de Urgencia. Situación: en camilla y con un pequeño paño sobre las piernas.

Van pasando las horas y con ellas un desfile de todo tipo de accidentados. Hace frío. Nadie se acerca a nosotros ni para informar ni para ofrecer al enfermo siquiera un vaso de agua.

Ante mis lógicas preguntas en información se me dice que el SAS tiene contratado un servicio de ambulancias de tres unidades, de las cuales, una está en Málaga, otra en Huelva y, por fin, alrededor de las 21.00 horas y tras ocho de espera, llega la única que queda para Sevilla. Y esto, señoras y señores, no ha sucedido en un hospital de Tanzania, sino en el Virgen del Rocío de Sevilla. Que cada cual saque sus propias consecuencias.

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