Reportaje:

La química de los pasteles

Cinco colegios de Barcelona dan clases de labores domésticas a sus alumnos

"Esto de la cocina me gusta, yo pensaba que era más rollo", explica Joan del Blanco mientras trata de descabezar y limpiar un minipimer chorreante de chocolate. Joan asiste, como cada miércoles desde que empezó el curso, a clase de Química, pero en su instituto, el Josep Pla de Barcelona, se utilizan cacerolas, moldes y cubiertos en vez de probetas y microscopios. "Se ha de aprender a partir de la experiencia cotidiana, y así además los alumnos se introducen en las labores de la casa", explicó ayer Marina Subirats, concejal de Educación de Barcelona, que ha puesto en marcha en cinco cen...

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"Esto de la cocina me gusta, yo pensaba que era más rollo", explica Joan del Blanco mientras trata de descabezar y limpiar un minipimer chorreante de chocolate. Joan asiste, como cada miércoles desde que empezó el curso, a clase de Química, pero en su instituto, el Josep Pla de Barcelona, se utilizan cacerolas, moldes y cubiertos en vez de probetas y microscopios. "Se ha de aprender a partir de la experiencia cotidiana, y así además los alumnos se introducen en las labores de la casa", explicó ayer Marina Subirats, concejal de Educación de Barcelona, que ha puesto en marcha en cinco centros de la ciudad un programa piloto de aprendizaje de tareas domésticas. "Los chicos deben ser independientes desde jóvenes y aprender a compaginar su vida personal y profesional", señaló ayer Subirats.

Joan, estudiante de cuarto de ESO que ronda los 16 años, confiesa que hasta ahora a lo máximo que se arriesgaba en la cocina de casa era a prepararse la merienda o a pasar por la sartén un filete previamente sazonado por su madre. "No sé si haré más cosas en casa, pero cuando sea mayor seré yo el que me haga la comida". Explica que aprenden a reconocer las mezclas o las disoluciones a partir de los efectos químicos en productos tan cotidianos como el azúcar, la levadura y el agua, y se ríe al recordar que durante la elaboración del requesón "un trozo salió volando" y no se lo pudieron comer.

En el aula, la veintena de alumnos elaboran un pastel para comprobar que el motivo del aumento del volumen de la masa es la formación de dióxido de carbono a causa de las cocción de las sustancias mezcladas. Mientras trabajan, los alumnos hablan, comentan los resultados entre unos y otros, limpian los utensilios utilizados y atienden diligentemente las instrucciones de la profesora de Química, Núria Solsona. "La verdad es que el nivel de implicación de los alumnos no puede compararse con el de una clase normal", asegura Solsona.

En una esquina del aula varios alumnos de segundo de ESO asisten a clase de Tecnología de los Tejidos. Ya han aprendido a coser y algunos secretos para poner la lavadora, y ahora se afanan en las labores de la plancha. Asisten a clase en parejas y comparten y se distribuyen la tarea. "Yo ya plancho en casa desde hace dos años y le estoy explicando a ella cómo se hace", dice Álvaro Vidal mientras sostiene un jersey enorme que su compañera Júlia López machaca una y otra vez con el aparato térmico.

"Creemos que es bueno para los estudiantes que aprendan a valorar este tipo de actividades, que se den cuenta de que es un proceso y un trabajo. La comida en la mesa o la ropa planchada no aparecen por arte de magia, sino que hay una persona detrás, normalmente la madre, que lleva el peso de todas estas tareas", asegura Amparo Tomé, del Instituto Municipal de Educación de Barcelona.

Según un estudio del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, en 2001 las mujeres dedicaron una media de casi cuatro horas diarias a tareas domésticas, mientras que los hombres emplearon 45 minutos.

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