Editorial:

Piensen en la niña

Resulta escandaloso que ante la tragedia de una niña de nueve años embarazada a resultas de una violación los obispos y las autoridades de Nicaragua, unos en nombre de la religión y otros del rigor de la ley, se muestren más preocupados por defender sus respectivas posiciones ante el aborto que en procurar el bien de la niña y dar un salida legal y humana a su terrible situación. ¿Qué puede decirse de una moral y una ley que en un supuesto tan claro de violencia sexual -una niña de nueve años embarazada tras ser violada y contagiada de enfermedades venéreas por su agresor- no dan otras opcione...

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Resulta escandaloso que ante la tragedia de una niña de nueve años embarazada a resultas de una violación los obispos y las autoridades de Nicaragua, unos en nombre de la religión y otros del rigor de la ley, se muestren más preocupados por defender sus respectivas posiciones ante el aborto que en procurar el bien de la niña y dar un salida legal y humana a su terrible situación. ¿Qué puede decirse de una moral y una ley que en un supuesto tan claro de violencia sexual -una niña de nueve años embarazada tras ser violada y contagiada de enfermedades venéreas por su agresor- no dan otras opciones a la víctima que su condena a una maternidad violentamente impuesta?

Pocas dudas caben, salvo para quienes insisten en poner -e imponer, si pueden- su ideología por encima de las personas, de que una niña de nueve años no está capacitada para asumir una maternidad responsable y que su embarazo, fruto de una violación, puede resultar traumático para ella y constituir un grave riesgo para su salud psíquica o fisica, e incluso para su vida. En Nicaragua se permite el aborto en caso de riesgo para la salud o la vida de la madre, si así lo certifican tres médicos designados por el Ministerio de Salud. Existe una salida legal, además de humana, a la tragedia de esta niña, que ni siquiera conoce su estado dada su corta edad.

Pero el problema son las presiones que se ciernen sobre ese diagnóstico y el acomodo de las autoridades a esas presiones. Los obispos insisten en que tres facultativos nombrados por ellos examinen también a la niña para contrarrestar una posible decisión favorable al aborto por parte de los médicos oficiales. No deja de resultar moralmente repugnante que una niña de nueve años, embarazada a resultas de una violación, pueda convertirse en bandera de intolerancia ideológica para unos y en banco de prueba del rigor de las leyes para otros.

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