Columna

Sonda

Una sonda estadounidense ha captado el momento inicial del universo hace unos 13.700 millones de años. Según esta nueva historia del origen del mundo, lo inexistente se convirtió en existencia descomunal en sólo un instante y desde entonces sigue expandiéndose sin fin: Big Bang. Todo no ha sido siempre lo mismo, ni siempre será igual, en contra de lo que se dice: todo crece, incluso nuestra extraordinaria pequeñez. Dicen que el universo se compone de un 96% de energía y materia oscuras, más un 4% de lo que normalmente entendemos por materia: predomina lo oscuro, y los humanos apenas somos nada...

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Una sonda estadounidense ha captado el momento inicial del universo hace unos 13.700 millones de años. Según esta nueva historia del origen del mundo, lo inexistente se convirtió en existencia descomunal en sólo un instante y desde entonces sigue expandiéndose sin fin: Big Bang. Todo no ha sido siempre lo mismo, ni siempre será igual, en contra de lo que se dice: todo crece, incluso nuestra extraordinaria pequeñez. Dicen que el universo se compone de un 96% de energía y materia oscuras, más un 4% de lo que normalmente entendemos por materia: predomina lo oscuro, y los humanos apenas somos nada dentro del minoritario 4%. Somos mucho menos de cero, y uno solo de nosotros es una entidad tan mínima que resulta casi inimaginable.

Pero en tan extrema pequeñez cabe la magnífica soberbia de Estados Unidos, desollada desde hace meses, en carne viva, furibunda y rugiente: un choque anfetamínico de poder militar y engreído poder moral. Aquí tenemos las bases desde los años 50, cuando ya se hablaba de guerra de Occidente para mantener la paz y la seguridad, según un periódico madrileño de 1953, que, a la hora del pacto hispano-estadounidense ("negocio entre naciones en plenitud de soberanía", escribió un publicista clarividente y sincero), proclamó como si fuera anticipo de la voz de Aznar: "Formamos en la primera línea del mundo". Esta euforia de españoles de Washington también afecta un poco a Andalucía, donde hay una relación esquizofrénica con las bases de Rota y Morón.

La milicia y la música siempre han tenido un nexo caliente, y no lo digo por los himnos, sino por el baile: algún historiador (de Estados Unidos, además) ha relacionado los bailes de salón con los desfiles militares, movimiento muscular rítmico y en grupo, al unísono. Recuerdo que los grupos de rock andaluz de los años 70 valoraban las bases de Morón y Rota como foco musical positivo: por allí entraba contrabando de discos, de Elvis Presley a Frank Zappa (atención: la Orquesta Ciudad de Granada rinde homenaje a Zappa estos días en el Teatro Central de Sevilla y el Alhambra de Granada). Las bases fueron la puerta armada de un mundo moralmente apetecible, más libre, más rico, y, mientras van y vienen aviones colosales, siguen siendo una marca de nuestra inmensa pequeñez dentro de lo pequeño.

Ahora el presidente de la Junta, Chaves, ha declarado su oposición al uso de Morón y Rota. El momento es muy grave (puede reducirse a nada absoluta la nadería que una sonda espacial, americana, ha confirmado que somos), y momentos así provocan reacciones imprevisibles, como la solemne oposición de Chaves a un uso de las bases que vincularía a Andalucía con una guerra injusta y no querida por los andaluces. Estoy de acuerdo con Chaves. Pero, teniendo en cuenta que esas bases son negocio del Estado español con otro Estado, poner el uso de las bases de Sevilla y Cádiz al alcance de la voluntad de los andaluces ¿no supondría un cambio esencial en la Constitución y el Estatuto? No sé si Chaves hablaba como ciudadano apasionado. Lo hizo, desde luego, ante el Parlamento, como presidente.

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