La refundación de Europa, más cerca

El avance en las negociaciones de la ampliación acelera el proceso de reunificación del continente

A Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo, el país más pequeño de la UE, le gusta recordar una hipótesis pragmática: 'Mi país existe porque existe la Unión Europea. Si no, habría desaparecido'. El objetivo central de la construcción europea, consistente en lograr la reunificación del continente, trece años después de la caída del muro de Berlín, para convertirlo en una región pacífica, próspera y estable, está a punto de convertirse en realidad con el ingreso en 2004 de ocho países que fueron satélites de la ex Unión Soviética: Estonia, Lituania, Letonia, Hungría, República Checa, E...

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A Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo, el país más pequeño de la UE, le gusta recordar una hipótesis pragmática: 'Mi país existe porque existe la Unión Europea. Si no, habría desaparecido'. El objetivo central de la construcción europea, consistente en lograr la reunificación del continente, trece años después de la caída del muro de Berlín, para convertirlo en una región pacífica, próspera y estable, está a punto de convertirse en realidad con el ingreso en 2004 de ocho países que fueron satélites de la ex Unión Soviética: Estonia, Lituania, Letonia, Hungría, República Checa, Elovenia, Eslovaquia y Polonia, a los que se unirán Malta y Chipre y, probablemente, en 2007, Rumania y Bulgaria.

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Europa, con 450 millones de habitantes, se convertirá dentro de dos años en el tercer gran mercado único mundial, detrás de China e India. Pero la renta media per cápita de los candidatos supera ligeramente el 40% de la que hoy se registra entre los Quince. En Polonia, el aspirante con más habitantes (38,6 millones), la tasa de inflación roza el 10%, y la de paro, el 13,6%. En Eslovaquia, casi el 20% de la población activa está en paro, y su déficit público supera el 5%. Sólo Eslovenia, República Checa y Hungría, junto a Malta y Chipre, registran parámetros equiparables a la UE actual. Además, en la mayoría de candidatos los niveles de corrupción, el respeto a las minorías y la eficacia de sus administraciones públicas no resiste una comparación con la media europea.

De otro lado, las reglas de funcionamiento interno en la Unión, su estructura institucional y el reparto de poder ya no serán válidos para tantos socios. Las repercusiones económicas y políticas de la ampliación han levantado tantos miedos que muy pocos apostaban por materializarla en el calendario previsto. En primavera, sólo cinco de cada diez europeos apoyaba el proyecto. En los tres países más grandes de la UE (Alemania, Francia y Reino Unido), el apoyo medio rondada el 40%. 'El coste de la ampliación siempre será menor que el de la no ampliación', advertía el comisario de la Ampliación, el alemán Günter Verheugen.

Sin embargo, en dos semanas han caído las principales barreras. La clave ha sido la reactivación del eje franco-alemán, una vez que el canciller Gerhard Schröder y el presidente francés, Jacques Chirac, se han liberado de sus condicionamientos electorales. Su pacto del pasado día 24 en Bruselas sentó las bases para superar el capítulo financiero de la ampliación: la factura quedó fijada en poco más de 40.000 millones de euros entre 2004 y 2006, año en que quedará congelado el presupuesto agrícola en 45.500 millones para los 25, aunque los actuales 15, con Francia y España a la cabeza, se llevarán el 90% del total.

'Los agricultores españoles pueden tener la tranquilidad de que van a seguir recibiendo las ayudas', afirmó el presidente español, José María Aznar. La discusión del reparto de los fondos regionales y de cohesión (34.000 millones anuales, de los que España se lleva el 25%) queda aplazada a 2006, cuando los nuevos socios más pobres se adjudiquen buena parte del pastel. De paso, el cheque británico (4.489 millones este año) corre el riesgo de ser eliminado a partir de ese mismo año.

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Ahora, los Quince tienen que presentar su oferta a los diez candidatos y cerrar con ellos los capítulos financieros antes de la cumbre de Copenhague, a mediados de diciembre. 'Se conseguirá, porque ahora ha quedado claro que hay voluntad política de hacerlo', afirma el presidente de turno de la UE, Anders Fogh Rasmussen, primer ministro danés. 'Esa cumbre será un éxito', augura Schröder, cuyo país será el gran beneficiado político y comercial al ampliar su ámbito geográfico de influencia.

Aun así, restan importantes obstáculos. El primero de ellos es la exigencia de los aspirantes de ser tratados como los demás. No será posible. Los Quince ya han pactado recortarles las ayudas (el primer año sólo recibirán el 25% de las ayudas agrícolas que les corresponderían y sólo en 2013 percibirán el 100%). Además, entre 2004 y 2006 penderá sobre ellos el peligro de cláusulas de salvaguardia para dejarles en suspenso importantes capítulos comunitarios si incumplen las reglas.

Alemania y Suecia temen avalanchas migratorias. Austria desconfía de los sistemas bancarios. España teme más traslados de fábricas al Este, como la de Seat a Eslovaquia. Los Quince, además, deben decidir en Copenhague si fijan una fecha para iniciar las negociaciones de adhesión con Turquía, que amenaza con desatar una crisis con la UE si no lo logra y, a la vez, Europa acepta en su club a la parte griega de Chipre.

En paralelo, la OTAN decidirá en Praga qué países del Este acogerá. En 1999 entraron Polonia, Hungría y la República Checa. La lista de espera la componen ahora los tres países bálticos, Rumania, Bulgaria, Eslovenia y Eslovaquia, además de Macedonia, Albania y Croacia, estos tres últimos con menos opciones. 'La ampliación será fuerte', ha reiterado el secretario general de la OTAN, George Robertson, quien aventura que el paso, visto con recelo desde Moscú, cambiará los esquemas de seguridad en Europa.

Las batallas más espectaculares se plantean en el debate sobre el nuevo reparto de poder en el camino para refundar Europa. El Parlamento Europeo, la Comisión y el Consejo pugnan por tener más peso decisorio. Los países pequeños recelan de los grandes porque temen perder posiciones. Quienes apoyan un modelo federal pelean en todos los frentes contra los partidarios de que los Gobiernos sigan teniendo la última palabra y derecho a veto. Los líderes conservadores, con mayoría hoy en el Consejo, pugnan por imponer un liberalismo económico que choca con los que apuestan por una Europa más social. Los euroescépticos no quieren perder la ocasión para frenar el proyecto de una Europa unida que mine la soberanía de cada Estado. Los contribuyentes netos al presupuesto de la UE desean poner freno a tanta ayuda y subsidio a los socios menos favorecidos.

Hoy, el frente más activo es la Convención sobre el futuro de Europa, que preside el ex presidente francés Valery Giscard D'Estaing. En ese foro, 105 representantes de la Eurocámara, parlamentos nacionales, gobiernos y Comisión debaten desde marzo cómo será Europa tras la ampliación. Giscard declaraba ayer en Roma que la Convención 'no es una lucha de poder', pero la realidad es la contraria, porque todos los Gobiernos son hoy conscientes de que 'será difícil que después puedan modificarse las conclusiones' del foro, que prevé adoptarlas el próximo verano, como señala la ministra española de Exteriores, Ana Palacio, delegada por José María Aznar en esa institución.

Como prueba de su creciente relevancia, el canciller alemán acaba de relevar a su representante en la Convención y ha enviado a su mano derecha, el superministro Joschka Fischer. No es casual que Peter Hain, representante del británico Tony Blair, no se pierda ni una sesión e intervenga continuamente. Como no es casual que Ana Palacio continúe en la Convención, concretamente en el Presidium, pese a haber sido nombrada ministra.

El último golpe de efecto de ese foro, hasta ahora el principal, se produjo el pasado lunes, cuando Giscard presentó un anteproyecto de Constitución para Europa. Para Ana Palacio, ese salto para la refundación de la UE será definitivo: 'Los ciudadanos ya no asociarán Europa con un mercado, sino con una Constitución'.

Silvio Berlusconi, recibiendo ayer al presidente de la Convención Europea, Valéry Giscard, en el Palacio Chigi de Roma.EPA

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