Columna

Los nazis nunca supieron que lo eran

Es muy posible que dejándome llevar por mis genes andaluces todo lo que escriba sea una exageración. Pero la mayoría de las veces pienso que sería una irresponsabilidad no escribir lo que pienso, dejar de mirar lo que está pasando ante nuestros ojos y que los historiadores lo expliquen dentro de cuarenta años. Exagerados fueron llamados los que declamaron con alarmismo lo que Franco estaba organizando en Marruecos. La mayoría pensaba que era un cuartelazo de veinticuatro horas, y duró cuarenta años. Me aterroriza ver a personas adultas proponer disparates que ni siquiera uno los propuso...

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Es muy posible que dejándome llevar por mis genes andaluces todo lo que escriba sea una exageración. Pero la mayoría de las veces pienso que sería una irresponsabilidad no escribir lo que pienso, dejar de mirar lo que está pasando ante nuestros ojos y que los historiadores lo expliquen dentro de cuarenta años. Exagerados fueron llamados los que declamaron con alarmismo lo que Franco estaba organizando en Marruecos. La mayoría pensaba que era un cuartelazo de veinticuatro horas, y duró cuarenta años. Me aterroriza ver a personas adultas proponer disparates que ni siquiera uno los propuso en su juventud contra la dictadura, lo que me lleva a pensar que estaban más a gusto con Franco que con la democracia. Por eso sigo escribiendo, intentando evitar que las explicaciones vengan dentro de cuarenta años.

La propuesta de Ibarretxe merece la más profunda de las meditaciones. Se presenta como propuesta de futuro, pero si supiéramos un poco del pasado descubriríamos que es volverlo a reeditar. De entrada diré que, si no fuera por la reacción desmedida que su partido ha tenido con Confebask a causa de su disenso, la figura del lehendakari me merecería toda la piedad socrática que pudiera expresar. Encarnación de la soledad de héroe, recibiendo al pueblo para escuchar de todo, con esa tozudez y fe en sí mismo digna de los espíritus jansenistas que sólo respondían ante Dios y sólo éste les animaba a seguir adelante (bendecido por un resultado electoral milagroso en una fecha dada a milagros, el trece de mayo). Un comportamiento enfrentado al relativismo de este mundo de la modernidad, coherente con un discurso que no es oportunista. Los padres del jansenismo llegaron a Euskadi, y fueron famosos por sus sermones, huyendo de la Revolución francesa.

¿Pero qué es lo que ocurre en Euskadi para que tengamos que vivir con el corazón en vilo no sólo por el terrorismo sino porque, además, políticos que debieran ser prudentes y normales por la acomodación y prudencia que da el poder, aunque sea autonómico, nos propongan futuros de infarto? Preguntado Mario Onaindía en la Sociedad El Sitio si el nacionalismo vasco es 'como una religión', contestó que no sólo es 'como una religión', sino que 'es una religión' (al día siguiente comentaba lo mismo Antonio Elorza en EL PAÍS). La intención de Sabino Arana, explicó Onaindia, era salvar las almas de los vizcaínos y luego la de todos los vascos. Y es el mismo Kizkitza el que así lo explica, alaba y teoriza, mostrándonos con toda sinceridad la naturaleza integrista del nacionalismo vasco unos pocos años después. Probablemente, la tensión a la que el nacionalismo vasco somete a toda la sociedad no es más que el resultado del retorno a aquel origen integrista tras la etapa democristiana durante la dictadura, que le llevó a adoptar un responsable papel en los inicios de la transición. Pero el continuado ejercicio del poder, el trato de privilegio recibido de los grandes partidos españoles, UCD y PSOE, y la obsesión por garantizarse ese poder en el futuro le devuelve a sus orígenes, ayudado también por el retorno de ETA, que abandona en su enfrentamiento con la democracia sus orígenes y vocación laicos, y descubre en su proceso de inversión también el integrismo originario del nacionalismo sabiniano. Este doble retorno es lo que da lugar al encuentro de Lizarra, que es cuando algunos empezamos a apreciar el nacimiento del nazismo en Euskadi.

Seguro que esta argumentación es calificada por algunos de exagerada. O la cifra de exiliados vascos, o que Garzón interprete como genocida el comportamiento del ultranacionalismo en Euskadi. Los nazis nunca supieron que eran nazis, nunca quisieron saber nada de genocidios, todavía hay quienes no lo aceptan y lo califican como una exageración, cuando todo genocidio ha comenzado con la declaración de constituir una exageración. Especialmente cuando esa declaración la hace gente de buena fe.

De las pocas cosas que recibí en herencia de mi progenitor está esta frase: 'Hay izquierdismos que acaban en la División Azul'. No escribo ya para convencer a ningún nacionalista; lo hago para esa gente de izquierda que creen que en un nacionalismo como el vasco hay algo civilizado y progresista, e incluso que se dejan arrebatar por sus desplantes contestatarios y subversivos. A estos les pasa como a los compañeros de mi padre en el 'batallón de trabajadores' que un día descubrieron la civilización occidental y salieron del campo de concentración rumbo a las estepas rusas con la División Azul. El no osó juzgarles, si habían sido honrados o no, simplemente me dijo que además de tontos, porque cayeron casi todos, fueron unos nazis.

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