Editorial:

Fiat, problema europeo

La Fiat, el grupo industrial más emblemático de Italia, está haciendo aguas. Su hundimiento sería una tragedia para Italia y para el conjunto de la UE, y arrastraría a numerosas empresas del sector auxiliar y de componentes del automóvil. La disposición de Berlusconi (y del Banco de Italia) a salvar, o al menos ayudar, a la Fiat, parece razonable.

El sector del automóvil está sobredimensionado, en Italia y en Europa. Es lógico que sus problemas afloren en una fase de debilidad económica como la actual, en la que cae la venta de coches. En el caso de Italia y de la Fiat, es un hecho la c...

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La Fiat, el grupo industrial más emblemático de Italia, está haciendo aguas. Su hundimiento sería una tragedia para Italia y para el conjunto de la UE, y arrastraría a numerosas empresas del sector auxiliar y de componentes del automóvil. La disposición de Berlusconi (y del Banco de Italia) a salvar, o al menos ayudar, a la Fiat, parece razonable.

El sector del automóvil está sobredimensionado, en Italia y en Europa. Es lógico que sus problemas afloren en una fase de debilidad económica como la actual, en la que cae la venta de coches. En el caso de Italia y de la Fiat, es un hecho la competencia de otros países con costes más bajos. También lo hemos visto en España con Seat, y lo seguiremos viendo. La ampliación de la UE acelerará la competencia de países con costes laborales significativamente más reducidos.

Naturalmente, Fiat tiene problemas propios. Con pérdidas crecientes de cuota de mercado, un endeudamiento de más de 6.000 millones de euros y erosionado su valor de mercado, la dirección ha amenazado en primera instancia con suprimir 8.100 puestos de trabajo. En vísperas de una huelga general convocada con anterioridad para el viernes próximo, esta perpectiva ha disparado la intervención del Gobierno. El problema es que, internamente, los propietarios no están de acuerdo con qué salida tomar. ¿Segregar la rama automovilística del Grupo Fiat o llegar a alianzas con otras empresas? Son conscientes de que General Motors, que ya posee un 20% de la unidad de automóviles de la marca italiana, puede hacerse con el resto. Sea cual sea la salida, Fiat puede vivir el fin de la saga familiar de los Agnelli, con repercusiones en otros sectores, incluida la cultura y los medios de comunicación.

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Desde la dimensión europea, es conveniente que la UE se plantee cuáles deben ser los márgenes de ayudas de Estado a la Fiat. Sin duda, la Comisión Europea velará para evitar que nuevas ayudas nacionales se conviertan en subvenciones encubiertas, o pongan en excesivo peligro el Pacto de Estabilidad presupuestaria en la zona euro. Es razonable que los Gobiernos se planteen mecanismos para defender algunas industrias; no para mantener las ineficientes, sino para invertir en el fortalecimiento de la capacidad competitiva de cada país y de la UE. Ahora bien, en el fondo de esta crisis late la cuestión de si los negocios genuinamente nacionales son compatibles con la globalización o siquiera con la mera integración económica de la gran Europa que viene.

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