Columna

¿Vía sin retorno?

Me pregunto si el lehendakari Ibarretxe tiene derecho a utilizar unas instituciones que representan a todos los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca para satisfacer los deseos políticos de sólo una parte de ellos. Si tiene derecho a secuestrar el Parlamento vasco para hacerlo desempeñar funciones que están más allá de las que le atribuye la legalidad de cuyo marco emana. Si su osadía y terquedad pueden merecer otro nombre que el de irresponsabilidad, cuando es capaz de usar esas instituciones como instrumento para alterar el marco político sin contar no ya con la unanimidad de quie...

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Me pregunto si el lehendakari Ibarretxe tiene derecho a utilizar unas instituciones que representan a todos los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca para satisfacer los deseos políticos de sólo una parte de ellos. Si tiene derecho a secuestrar el Parlamento vasco para hacerlo desempeñar funciones que están más allá de las que le atribuye la legalidad de cuyo marco emana. Si su osadía y terquedad pueden merecer otro nombre que el de irresponsabilidad, cuando es capaz de usar esas instituciones como instrumento para alterar el marco político sin contar no ya con la unanimidad de quienes en ellas se sientan -los representantes de la voluntad popular-, tampoco con una mayoría cualificada de los mismos, sino con una minoría que él disfraza de mayoría hipotética, en pleno acuerdo con su concepción mística y disgregadora no de lo que el 'Pueblo Vasco' sea, sino de lo que haya de ser esa entelequia.

Ibarretxe se atribuye una representatividad que no tiene -la del pueblo vasco- y abandona la que sí tiene, la de la Comunidad Autónoma Vasca
Le creo sincero cuando asegura que quiere acabar con ETA. Sólo que quiere hacerlo de forma ventajosa para la comunidad nacionalista

Me pregunto igualmente si tiene derecho a arrogarse la representatividad de un pueblo cuya naturaleza y territorialidad él las define y que no lo ha elegido para que lo represente. No, señor Ibarretxe, si el 'Pueblo Vasco' comprende también a Navarra, Lapurdi y Zuberoa, usted tiene el mismo derecho que yo para hablar en su nombre, es decir, ninguno. Porque usted sólo representa a los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca, que somos quienes lo hemos elegido. Y esa es la mayor impostura de toda su propuesta y que la arruina de cabo a rabo. Porque si su propuesta se funda en el supuesto derecho de ese Pueblo Vasco para dotarse de instituciones soberanas, entonces le falla la mayor, ya que usted no tiene poder, ni capacidad, para proponerlas. Usted sólo tiene poder para plantear iniciativas en nombre de una comunidad de ciudadanos que no es el Pueblo del que usted habla, por lo que el fundamento de su propuesta se le derrumba.

Su discurso, señor Ibarretxe, se construye por lo tanto sobre una doble impostura: se atribuye usted para fundamentarlo una representatividad que no tiene -la del Pueblo Vasco- y abandona usted la que sí tiene -la de los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Vasca-. ¿En nombre de qué ente hace usted entonces su propuesta, señor Ibarretxe?

Le responderé con un secreto a voces: en nombre de la comunidad nacionalista. Ese es el único sujeto político -y no el Pueblo Vasco- al que usted se empeña tozudamente en representar, utilizando con descaro las instituciones comunes para salvaguardar los intereses de ése , y sólo de ése, legítimo agente político. Y en nombre de esos intereses de parte no le importa a usted emprender aventuras que suman a la incertidumbre de sus resultados la zozobra en la que se ve sumida la mitad aproximadamente de los ciudadanos a los que usted sí representa. Sin embargo, no voy a cometer la torpeza de meterlo en el bando de los asesinos.

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Tampoco voy a confundir el nacionalismo que usted representa con el otro nacionalismo -el terrorista-, un error de juicio que bien poco ha contribuido a evitar la incierta situación política que vivimos. Aunque si le diré que la apuesta en la que se ha embarcado corre el riesgo, si fracasa, de dejar al nacionalismo que usted representa bajo la total dependencia del otro, el terrorista.

Y es que sí le creo sincero cuando asegura que quiere acabar con ETA. Sólo que quiere hacerlo de forma ventajosa para la comunidad nacionalista, en la que también irían incluidos quienes en la actualidad apoyan, consciente o estúpidamente, al terror. También ellos recogerían su triunfo, de ahí que no tenga que extrañarse usted de que haya quienes le metan con ellos en el mismo saco. No, no se extrañe de que recelen de usted quienes nunca son tenidos en cuenta -tampoco ahora, dado el carácter cerrado de su propuesta- y son además principales víctimas de aquellos a los que tanto arropa su proyecto. Cuide usted, sin embargo, de que éste no se le venga abajo, como ya le ocurrió antes con Lizarra, por no contar con esa mitad de la población de la que tan fácilmente se olvida.

Cuide también de que su propuesta tampoco satisfaga a ese otro sector inmisericorde que tanto le desvela y que puede hallar en su doctrina y sus proyectos no un argumento para la paz, sino fuente nutricia para seguir matando. No nos negocie usted una 'ausencia de violencia' temporal que supondría un chantaje para los votantes: si votáis que 'sí' igual os dejamos en paz, pero si votáis que 'no' os seguiremos matando. Cúidese usted del desastre. Ha cometido ya demasiados errores y éste podría ser descomunal.

Sólo nos queda confiar en que en su partido aún quede gente sensata, y en que la oposición, el bando de las víctimas, sea más hábil de lo que ha sido hasta ahora y no convierta sus errores, los suyos señor lehendakari, en logros relativos o males menores que le aporten una nueva victoria. Sinceramente, señor Ibarretxe, nos gustaría verlo retirado, cuidando su jardín. Nos va la salud en ello.

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