Reportaje:

Un imperio previsto

Los últimos hallazgos certifican que el País Vasco se romanizó al completo, a pesar de una resistencia testimonial

Cuando llegaron los romanos, los habitantes de lo que hoy se conoce como Euskal Herria, o Vasconia, ya sabían lo que iba a aparecer al otro lado de la colina. Aunque con mayor lentitud, las noticias se transmitían con frecuencia habitual en ese tiempo que hoy se conoce como el último siglo antes de la muerte de Jesucristo. Y hasta las tierras entre el Cantábrico y el Ebro llegó con puntualidad la magnitud del ejército romano y su imparable capacidad de instalación en nuevos territorios.

Hubo cierta resistencia, lógica, sobre todo en los valles que dominaban los pasos entre el Ebro y la ...

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Cuando llegaron los romanos, los habitantes de lo que hoy se conoce como Euskal Herria, o Vasconia, ya sabían lo que iba a aparecer al otro lado de la colina. Aunque con mayor lentitud, las noticias se transmitían con frecuencia habitual en ese tiempo que hoy se conoce como el último siglo antes de la muerte de Jesucristo. Y hasta las tierras entre el Cantábrico y el Ebro llegó con puntualidad la magnitud del ejército romano y su imparable capacidad de instalación en nuevos territorios.

Hubo cierta resistencia, lógica, sobre todo en los valles que dominaban los pasos entre el Ebro y la costa, pero la distancia entre las fuerzas e intereses de las poblaciones nativas y las de los romanos eran tales que no tardó en establecerse una situación de convivencia sin contacto entre ambas culturas. Así ocurrió, sobre todo, en las poblaciones cercanas al mar, de Muskiz a Irún. La asimilación en la Llanada Alavesa y la zona de Pamplona fue mayor. Y la romanización plena se alcanzó en los valles más cercanos al Ebro.

Grosso modo, éste es el panorama de esos decenios en los que se va instalando Roma en el País Vasco. Hasta hace diez años, era común el tópico de que no había habido romanización; hace sólo un año se demostró la existencia de una batalla entre los nativos y las legiones romanas. Ha sido la investigación de Mikel Unzueta y José Antonio Ocharan, entre otros, la que ha certificado esa batalla campal entre una guarnición romana y un grupo de gentes del lugar, hacia el 40 a.C., antes de las guerras cántabras. Fue quizás la última resistencia local a un rodillo imparable.

Hay que dejar volar la imaginación para ver aquella batalla. Fue en Andagoste, en el valle de Kuartango, que hoy surca la A-68. Era uno de los pasos imprescindibles entre la ribera del Ebro, ya dominada, y la costa cantábrica, donde se habían establecido puertos de cabotaje, como Irún, enlace fundamental de la Via Marítima con el interior.

Allí se encontraba una unidad legionaria romana (cerca de 3.000 soldados profesionales) que fue atacada por un número de aficionados mucho mayor. 'Hay que tener en cuenta la organización social indígena, reducida a pequeños grupos de pastores, para discernir las dimensiones de aquel enfrentamiento. Los luchadores locales ya sabían a lo que se enfrentaban, así que debieron ser muchos más. Quizás ganaron; por lo menos, hay vestigios claros de que fue, moralmente, una victoria indígena, pero a largo plazo, Roma acabó por instalarse en estos territorios', dice Unzueta.

De la presencia indudable del Imperio en toda la Península Ibérica da razón también Milagros Esteban, profesora de la UPV y quizás la mejor experta sobre la romanización en Vasconia. 'Si hablamos de una transformación en profundidad de una sociedad con unas características propias prerromanas, sin marcha atrás, con la incorporación de una cultura nueva, sí se produce en el País Vasco, aunque quizás no con la misma intensidad en todo el territorio', apunta.

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En la zona costera, hay una huella definitiva en lo que hoy es Irún, Zarautz, Getaria, Zumaia, Lekeitio, la ría de Gernika hasta Forua, Muskiz, lo que hoy es Bilbao la Vieja,... Eso sí, la presencia romana no se limita a esos puertos de cabotaje de la Vía Marítima que unía Burdeos con la costa cantábrica. También se dan notables presencias en localidades del curso medio de ríos como el Bidasoa, Urumea, Urola, Deba y otros. Hay datos de presencia romana consolidada hasta en Ataun.

La orografía de lo que hoy son Vizcaya y Guipúzcoa no daba para grandes asentamientos, por lo que es difícil encontrar hallazgos sorprendentes como los que ofrece Iruña de Oca, en Álava. Allí se asentaba Veleia, toda una civitas romana, enclave imprescindible en el recorrido de la vía Burdeos y Astorga, que cuenta en sus 90 hectáreas con restos de vida en 1.500 años.

Los referentes a la ocupación son los últimos siglos, hasta el quinto de nuestra era. Los hallazgos obtenidos confirman la existencia de lujosas domus, establecimientos comerciales, prostíbulos, templos y lugares de recreo. Ahora, bajo la dirección del arqueólogo Eliseo Gil, y el patrocinio de Euskotren, se ha puesto en marcha un proyecto de 10 años para recuperar este yacimiento, la huella más importante de Roma en Vasconia.

Utrecht y las dos torres

Entre la primera aparición de Roma en la Península Ibérica y la instalación completa del Imperio pasó tanto tiempo como entre la firma del Tratado de Utrecht (mediados del siglo XVIII) y el atentado contra las Torres Gemelas. 'Suelo poner este ejemplo para que la gente se haga a la idea de que los romanos no llegaban a los territorios por sorpresa, ni mucho menos', explica Mikel Unzueta. La capacidad militar de Roma era tal que subyugaba a los indígenas más bravos. En las guerras cántabras participaron cinco cohortes, con 5.500 soldados profesionales cada una. Está claro que era otro mundo el que llegaba, que impregnó todo el territorio vasco en forma de retícula, a partir del cruce de las vías principales: la Marítima, que se adentraba por los ríos hasta llegar a la Burdeos-Astorga y, más al Sur, conectar con las comunicaciones del Ebro.

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