Anne Sophie von Otter llevaba años empeñada en ser Carmen y lo ha conseguido. Probablemente estaría ya preocupada, porque la edad no perdona y, rondando la cincuentena, podía pensar en una heroína todavía de buen ver y con recursos suficientes para llevarse de calle al bobo de don José.
Fue un espectáculo magnífico. Para llegar a lo más emocionante de la jornada hay que adelantarse a la salida a escena del inefable Diego Carrasco, gitanazo que cantó, tocó y bailó con lunática heterodoxia para que le entendiera hasta el monstruo de Tazmania.
Tanhäusser parecía predestinada al éxito. Dirigía Thielemann, el nuevo dios musical del universo wagneriano. Pero lo de 'aquí paz y después gloria' no se cumplió. Un sector de espectadores rompió el consenso manifestando su desaprobación de las direcciones musical y escénica.
VICENTE SOBRINO | Valencia