Editorial:

Operación limpia, salida incierta

La expulsión del destacamento marroquí en el islote de Perejil por tropas españolas ha sido una operación militarmente limpia. Pero la situación creada es lo suficientemente peligrosa como para que ambos Gobiernos se enroquen en sus posiciones y no inicien de inmediato un diálogo para superar esta crisis y evitar que se alargue, se enquiste o se agrave. Si el 11 de julio la intervención marroquí arrancó sin calcular las consecuencias, tampoco está claro que tras la acción militar española haya una estrategia a largo plazo sobre unas relaciones que son cruciales para España. Ambos gobiernos han...

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La expulsión del destacamento marroquí en el islote de Perejil por tropas españolas ha sido una operación militarmente limpia. Pero la situación creada es lo suficientemente peligrosa como para que ambos Gobiernos se enroquen en sus posiciones y no inicien de inmediato un diálogo para superar esta crisis y evitar que se alargue, se enquiste o se agrave. Si el 11 de julio la intervención marroquí arrancó sin calcular las consecuencias, tampoco está claro que tras la acción militar española haya una estrategia a largo plazo sobre unas relaciones que son cruciales para España. Ambos gobiernos han iniciado unos recorridos sin destino claro y de difícil retorno. Urge retomar el diálogo y abrir una negociación que permita regresar al statu quo previo. Si Madrid y Rabat no pueden por sí solos, que acudan a la mediación de un tercero, como el secretario general de la ONU, Kofi Annan, que ayer se ofreció si se lo piden ambas partes.

Operación eficaz. La operación militar española ha sido eficaz y bien ejecutada, sin derramamiento de sangre. Sin duda, se ha beneficiado del efecto sorpresa,pues ni los marroquíes ni los políticos y ciudadanos españoles la esperaban tan pronto como en la madrugada de ayer. Sin embargo, cabe dudar de que, en contra de lo que mantiene, el Gobierno español hubiera agotado todas las posibilidades diplomáticas. Falta información al respecto. En todo caso, parece exagerado que el Gobierno pudiera considerar como 'escalada' el hecho de que los gendarmes en Perejil hubieran sido reemplazados por seis infantes de Marina o que las autoridades marroquíes planearan llevar ayer a la prensa ante el islote.

Forma y fondo. La acción del 11 de julio por Marruecos chocaba con la legalidad de la Carta de Naciones Unidas, que obliga a la resolución pacífica de las controversias. A su vez, dada la cuando menos discutible españolidad del islote, no parece razonable, como hizo ayer el ministro de Defensa, Federico Trillo, presentar la acción militar de ayer bajo el prisma de la 'legítima defensa', menos aún cuando Marruecos no carece de argumentos al considerar que en la operación se ha violado su espacio aéreo y marítimo.

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Más sensata resultó la insistencia de la nueva titular de Exteriores, Ana Palacio, en respetar más las formas que el fondo para volver al statu quo previo, sin presencia permanente militar ni de símbolos de soberanía de ninguna de las partes. Pero si ésta ha sido la razón esgrimida por el Gobierno para la acción de ayer, el hecho de que dos banderas españolas ondeen ahora en Perejil no parece avalar este propósito, como también refleja una falta de sensibilidad que el destacamento permanente esté integrado por miembros de la Legión, que tiene una indudable connotación colonial para Marruecos. La intención de retirarse 'lo antes posible', en cuanto Marruecos garantice el statu quo, debe acompañarse ahora de gestos hacia Marruecos, a quien hay que ayudar a regresar a la normalidad.

Parlamento engañado. El Gobierno ha violentado el espíritu que animó al Congreso de los Diputados a aprobar la víspera, prácticamente por unanimidad, una resolución que criticaba la política de hechos consumados de Marruecos y daba su apoyo para 'restaurar la legalidad internacional y el restablecimiento del statu quo anterior a los hechos'. Varios de los que votaron a favor no lo habrían hecho de saber que en ese mismo momento el Gobierno ya estaba preparando la incursión militar. El éxito de ésta provocó ayer un cierre de filas, reforzado por la participación de Zapatero en la sesión conjunta de las comisiones de Exteriores y Defensa.

Política equivocada. Faltó, sin embargo, una mayor profundización de la oposición sobre la parte de responsabilidad que tiene la política de confrontación del Gobierno en el deterioro de las relaciones con Marruecos, y sobre la necesidad de no caer en un patrioterismo ramplón. Desde el fracaso de las negociaciones pesqueras, con las posteriores amenazas nada veladas de Aznar, hasta la posición de España sobre el Sáhara, todo ha contribuido desde Madrid al deterioro de estas relaciones, sin que el Gobierno haya aceptado dar ningún juego a la oposición socialista ni al rey Juan Carlos I para mejorarlas. También Marruecos ha aportado de lo suyo premiando inversiones de otros países frente a las españolas. Pero si el Gobierno de Aznar hubiera seguido una política más constructiva hacia Marruecos es probable que no se hubiera llegado a esta crisis, que no se sabe por qué ha empezado ni cómo puede terminar.

Marroquíes humillados. Es de temer que al ocupar de forma inamistosa el islote, algunos estamentos en Marruecos buscaban provocar a España y movilizar a su opinión pública, como tantas veces antes, contra un enemigo exterior. Con la inesperada reacción española, calificada por Marruecos como 'agresión flagrante' o incluso como una 'declaración de guerra' por su ministro de Exteriores, que tanto ha atizado el fuego, se ha dado vía libre a la cólera, hasta el extremo de que Rabat ha puesto en tela de juicio incluso la cooperación con Europa, bajo el riesgo de que ganen peso los elementos más indeseables en Marruecos, como los militares o los servicios secretos, a los que Mohamed VI ha dado alas. Conocer las oscuras razones que impulsaron a Marruecos a ocupar Perejil es clave para comprender lo que puede venir. Ahora bien, en Marruecos también hay elementos constructivos, que son los que hay que cultivar para frenar el peligro de aventurerismo.

Menor seguridad. La operación ha evitado sentar un precedente de hechos consumados, lo cual refuerza la voluntad, por si duda había, de defender Ceuta, Melilla y otros lugares de titularidad española. Pero ¿ha aumentado la sensación de seguridad que tienen los españoles que viven en estas plazas. Ahora será preciso mantener un despliegue militar importante, costoso en términos económicos, y en el que cualquier chispa puede provocar un enfrentamiento más grave.

Alianzas y apoyos. España es hoy miembro de la UE y de la OTAN, y ha logrado los apoyos verbales de los secretarios generales de la Alianza y de la Comisión, aunque insistiendo en la vuelta al diálogo. Los dos mejores aliados de Marruecos, Francia y EE UU, han mantenido sus distancias. París ha sido muy comedido al propugnar el 'apaciguamiento', con una cierta equidistancia al hablar de 'esos dos países amigos de Francia'. Pero ambos habrán de retratarse probablemente pronto en el Consejo de Seguridad de la ONU y Francia deberá hacerlo el lunes en la reunión de los Quince. Marruecos ha buscado el respaldo de la Conferencia Islámica y conseguido el de la Liga Árabe, un mundo en el que Aznar pierde apoyos, salvo con la Argelia de Buteflika.

¿Y ahora qué? Mantener la capacidad de diálogo con los países árabes es importante porque la crisis con Marruecos llega en un momento de especial tensión entre Occidente y una parte del mundo musulmán a raíz del 11-S y cuando existe una tensión máxima en el otro extremo del Mediterráneo, donde el conflicto entre palestinos e israelíes se agrava, sin perspectiva de salida.

No se ven estrategias claras de salida de esta crisis. Marruecos no parecía tenerla cuando se lanzó al agua el 11 de julio. Tampoco el Gobierno español ha explicado cuál es la suya. Y, sin embargo, las relaciones con Marruecos son de una importancia central, en todos los campos, empezando por los humanos. En el mejor de los casos, la crisis actual debería ser el punto máximo de tensión, del que es preciso bajar sin humillaciones. Palacio tuvo tacto al tranquilizar y valorar ayer a los inmigrantes marroquíes y a los que cruzan en estas fechas este país. Un país que pretende contar no puede permitirse favorecer el estancamiento y la inestabilidad de un país vecino. España debe y puede dar los primeros pasos hacia la sensatez. Hay demasiados nubarrones en el horizonte global como para que España no despeje los que tiene en su vecindad.

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