Editorial:

El enfermo turco

El deterioro parlamentario ha hecho inevitable anticipar a noviembre las elecciones generales, que debían celebrarse en Turquía en la primavera de 2004. La coalición tripartita gobernante ha confirmado la imposibilidad de mantener la situación de grave crisis institucional a la que han conducido sus propias discrepancias y el declive físico del primer ministro, Bulent Ecevit. Una crisis especialmente significativa en uno de los pocos Estados seculares del mundo islámico, miembro de la OTAN y fronterizo con Irak. En semanas recientes, la autodestrucción del Gobierno se había acelerado con la sa...

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El deterioro parlamentario ha hecho inevitable anticipar a noviembre las elecciones generales, que debían celebrarse en Turquía en la primavera de 2004. La coalición tripartita gobernante ha confirmado la imposibilidad de mantener la situación de grave crisis institucional a la que han conducido sus propias discrepancias y el declive físico del primer ministro, Bulent Ecevit. Una crisis especialmente significativa en uno de los pocos Estados seculares del mundo islámico, miembro de la OTAN y fronterizo con Irak. En semanas recientes, la autodestrucción del Gobierno se había acelerado con la sangría de ministros y diputados del partido de Ecevit. Ayer, con las últimas deserciones, la coalición perdió la mayoría.

Si la permanencia de Ecevit era insostenible -pese a lo cual sus socios quieren mantenerle hasta las elecciones-, la cuestión es quién reemplazará a la precaria coalición en un panorama rápidamente cambiante. Las incertidumbres sobre el próximo Gobierno y su dirección son proporcionales al número de aspirantes y sus conflictivos intereses. Con el añadido inquietante de la impopularidad de los partidos tradicionales y el apoyo creciente a los grupos islamistas, en un país cuya Constitución, vigilada por los militares, establece una separación clara entre política y religión. Los comicios se producirán en un momento crucial para Turquía, embarcada en un proceso previo a la apertura de negociaciones para su eventual incorporación a la Unión Europea. Su desenlace determinará si el país musulmán culmina los cambios necesarios para ello. La UE exige una lista de condiciones -desde la abolición de la pena de muerte hasta la plena libertad de expresión, pasando por la ampliación de derechos de la minoría kurda- que disgustan a partidos como el del nacionalista Devlet Bahceli, el más numeroso e influyente de la coalición gobernante.

La estabilidad de Turquía es fundamental para Europa y Occidente. La mayor esperanza es el partido en germen anunciado por el dimitido ministro de Exteriores y el titular de Economía, una formación prooccidental y liberal con el objetivo de integrar pronto a Ankara en la UE. Conseguirlo no será fácil.

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