Editorial:

Los trece de Belén

El reparto de 13 palestinos entre seis países europeos, que, respondiendo a una exigencia israelí, permitió desbloquear el asedio a la basílica de la Natividad de Belén, pone de relieve que cuando la UE quiere puede, pero que no todos en la Unión están dispuestos a arrimar el hombro ante una situación sin duda difícil y compleja. La presidencia española y las instituciones de la UE se han esforzado por encontrar una solución, que llevó ayer a repartir estos palestinos -nueve de ellos en un avión militar español- en cinco países, todos del Sur, salvo Bélgica, como si esto no fuera con Francia, ...

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El reparto de 13 palestinos entre seis países europeos, que, respondiendo a una exigencia israelí, permitió desbloquear el asedio a la basílica de la Natividad de Belén, pone de relieve que cuando la UE quiere puede, pero que no todos en la Unión están dispuestos a arrimar el hombro ante una situación sin duda difícil y compleja. La presidencia española y las instituciones de la UE se han esforzado por encontrar una solución, que llevó ayer a repartir estos palestinos -nueve de ellos en un avión militar español- en cinco países, todos del Sur, salvo Bélgica, como si esto no fuera con Francia, Alemania o Suecia, por no hablar de EE UU. España e Italia, que acogen a tres, son los países que mayor esfuerzo han hecho, seguidos de Grecia e Irlanda, con dos, Portugal y Bélgica, uno cada uno, y otro más, que se queda en Chipre, país candidato a la adhesión a la UE, que busca por este gesto y su acogida de los palestinos durante dos semanas un merecido reconocimiento.

La negociación del reparto ha arrastrado los pies en exceso. No sólo se trataba de saber qué país estaba dispuesto 'por razones humanitarias', y al menos durante un año, a acoger a algunos de estos palestinos, sino a quién y a quién no, pues aunque los nombres permanezcan semisecretos, no lo son para los gobiernos que han negociado, y menos para los israelíes, que ven en ellos un núcleo duro de la resistencia violenta palestina. De los desterrados se encarga la Cruz Roja, pero permanecerán bajo vigilancia policial -no sólo para controlar sus movimientos, sino para protegerlos-, no pondrán viajar dentro de la UE y tendrán derecho a un reagrupamiento familiar. Sus familiares consideran lo ocurrido como una traición por parte de Arafat y aseguran que estos activistas no aceptaban tomar la ruta del exilio, sino que les fue impuesto. El caso es que, sin tal acuerdo, las tropas israelíes no hubieran puesto fin al asedio de más de un mes a la Natividad ni hubieran dejado salir a más de un centenar de palestinos allí refugiados. A pesar de sus fisuras internas, la acción europea habrá sido útil.

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