Reportaje:

Salvados de la acechante piqueta

24 edificios integran un registro de arquitectura industrial que pretende impedir derribos como el de 'La Pagoda'

La arquitectura industrial tiene en Madrid pocos pero ardientes defensores. Una veintena de ellos, arquitectos colegiados de toda España y también del vecino Portugal, se ha reunido este fin de semana en la sede de la Fundación del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, en la calle de Piamonte. Su propósito ha sido el de contribuir a salvar de una futura y siempre acechante piqueta los mejores edificios industriales de ambos países. Y ello mediante su inclusión en un prestigioso registro internacional denominado Documentación y Conservación del Movimiento Moderno, Documomo, fundado en Holan...

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La arquitectura industrial tiene en Madrid pocos pero ardientes defensores. Una veintena de ellos, arquitectos colegiados de toda España y también del vecino Portugal, se ha reunido este fin de semana en la sede de la Fundación del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, en la calle de Piamonte. Su propósito ha sido el de contribuir a salvar de una futura y siempre acechante piqueta los mejores edificios industriales de ambos países. Y ello mediante su inclusión en un prestigioso registro internacional denominado Documentación y Conservación del Movimiento Moderno, Documomo, fundado en Holanda en 1988.

Los reunidos buscaban, y han conseguido, rescatar para la historia la entidad de los edificios ahora registrados a través de un tenaz proceso de información y documentación de cada una de esas construcciones por ellos elegidas. Venticuatro de éstas, de las 60 inicialmente propuestas por el colegio madrileño, se encuentran en Madrid o en territorio de la Comunidad de Madrid . Muchas otras han desaparecido por el desdén de las autoridades, por la irrefrenable expansión urbanística o la obsolescencia industrial de barrios enteros como el que integra la madrileña zona de Méndez Álvaro, uno de los más alterados durante las pasadas décadas.

Son inmuebles cuya belleza reside en haber aunado sabiamente hombres y máquinas bajo un mismo techo

Los edificios recién registrados no son, propiamente, lo que podrían llamarse bellas construcciones. Más bien su apostura reside en la sencillez, la rotundidad funcional o la elegancia con las cuales sus constructores resolvieron el desafío de aunar sabiamente -bajo un mismo techo- hombres y máquinas con las que reproducir durante lustros, en óptimas condiciones, bienes de muy diferente naturaleza y procurar así la subsistencia de miles de personas más. Cientos de operarios pasaron la mitad de sus vidas bajo las naves de esos edificios, ahora señalados para impedir su destrucción.

Los arquitectos Miguel Fisac y Alejandro de la Sota son dos de los alarifes que han conseguido integrar, con más de una decena de sus obras, ese registro de joyas de la arquitectura industrial. Figuran también obras de arquitectos de la nombradía de Asís Cabrero Fernández de Castro, Ferrater, Folgueras, Gutiérrez Plaza, Llopis Aracil, Moreno Barberá, Oriol, Sainz de Vicuña o Vázquez Molezún, así como Eduardo Torroja, uno de los grandes de la ingeniería española.

La lista ha sido confeccionada por la arquitecta Amparo Berlinches, presidenta de la Comisión de Patrimonio del colegio madrileño, así como por Paloma Barreiro, historiadora del Arte, y un equipo del servicio histórico colegial. La iniciativa pertenece a la sección hispano-lusitana de Documentación y Conservación del Movimiento Moderno. 'Este estilo', explica Berlinches, 'nació para proteger los edificios construidos en hormigón armado entre 1920 y 1965, dotados de un diáfana simplicidad de composición y de materiales; además, dibujó gran parte del tejido fabril europeo. Mies van der Rohe y la escuela Bauhaus lo integraron. En España', agrega, 'la extensión de esa manera de hacer arquitectura empezó cinco años después, pero no fue a la zaga de Europa', destaca. De no haber mediado los esfuerzos de ambos colegios de arquitectos, los edificios o bien hubieran languidecido ausentes de la memoria de la ciudad hasta fenecer o bien, en cualquier jornada aciaga, habrían sucumbido ominosamente a la piqueta, como sucedió con La Pagoda de Miguel Fisac, emblema de la modernidad madrileña que, pese a su singularidad, fue derruido en el verano de 1999.

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Entre los edificios registrados se encuentran la central térmica de la Ciudad Universitaria, los hangares del aereopuerto de Barajas, Martini&Rossi (verdadera gema de la arquitectura madrileña), la nave de trenes de Aravaca o la factoría de componentes eléctricos Standard, en Villaverde, símbolo de la lucha del proletariado madrileño. Florones todos de una arquitectura noble por su entidad social.

En busca de testimonios vivos

La memoria de Madrid no sólo abarca un pasado imperial y fastuoso, el de los palacios envueltos en oropeles de la Casa de Austria y en los armiños de los primeros Borbones, en el siglo XVIII. También se acerca a nosotros y permite su mejor comprensión al incluir un pasado más reciente en el que figura lo que ya hoy se denomina arqueología industrial. Al rescate de esta memoria se dedica un equipo de investigadores altamente motivados que, desde el comienzo de la primavera, recorre ahora la zona norte de la Comunidad de Madrid. En una decena de pueblos serranos, un puñado de jóvenes sociólogos y antropólogos, politólogos, historiadores del arte, otros estudiantes de Ingeniería de Caminos o recién licenciados, aprovecha la bonanza de la primavera; allí, se acerca a las residencias de la tercera edad, a los bares donde los mayores juegan al chamelo y al dominó, o a los bancos de las plazas; cada uno enhebra luego conversaciones con los mayores de más larga memoria. La hebra siempre genera otros lazos. 'Son lazos de información preciosa sobre la historia de las fábricas, los molinos y las presas, sobre el patrimonio industrial de esos pueblos y, por encima de todo, en torno a la forma en que el trabajo influyó sobre la vida cotidiana de sus habitantes y en la manera en que éstos lo troquelaron y adaptaron a sus vidas', comenta con entusiasmo Mercedes López, historiadora del Arte por la Complutense, que coordina estos equipos de jóvenes. López se conmueve al narrar una historia vivida: 'En una ocasión dimos en Aranjuez con un viejecito que, desde que se jubiló, había perdido el habla; ante nuestras preguntas sobre su pasado laboral', explica, 'recobró la palabra y nos procuró con ella toda suerte de información sobre la harinera en la que había dejado su vida', dice con una sonrisa cálida. López es profesora de Estética de la Ingeniería en la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Politécnica de Madrid. Junto con el catedrático de Sociología del Trabajo Juan José Castillo y Paloma Candela, socióloga industrial, han inventariado el patrimonio industrial de la Comunidad de Madrid, con financiación del Gobierno regional, que integrará esa documentación dentro de la Carta Arqueológica comunitaria; hasta ahora ha sido completada la información correspondiente al sureste y centro-este de la región. En el curso de doctorado Arqueología del trabajo en la Comunidad de Madrid, Juan José Castillo, con la colaboración de Mercedes López, imparte estas enseñanzas en la Facultad de Políticas del campus de Somosaguas.

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