Reportaje:

'Harrijasotzailes' en Chicago

El escultor Jesús Lizaso lleva su obra sobre el trabajo y la cultura vasca a Estados Unidos

Jesús Lizaso, el escultor de Basauri, expone por primera vez en Estados Unidos su visión del mundo del trabajo y la cultura popular de Euskadi, con figuras y volúmenes de pura fuerza dominados por brazos, manos, piernas y pies. Arrantzales, obreros, harrijasotzailes y reflejos de su estado anímico en arcilla refractaria y bronce junto a dibujos y murales forman el medio centenar de obras expuestas en el Instituto Cervantes de Chicago, en la Galería Gaudí y en el atrio de un edificio del centro de la ciudad, donde su emblemático Pernio, un resto de la vieja industria, contr...

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Jesús Lizaso, el escultor de Basauri, expone por primera vez en Estados Unidos su visión del mundo del trabajo y la cultura popular de Euskadi, con figuras y volúmenes de pura fuerza dominados por brazos, manos, piernas y pies. Arrantzales, obreros, harrijasotzailes y reflejos de su estado anímico en arcilla refractaria y bronce junto a dibujos y murales forman el medio centenar de obras expuestas en el Instituto Cervantes de Chicago, en la Galería Gaudí y en el atrio de un edificio del centro de la ciudad, donde su emblemático Pernio, un resto de la vieja industria, contrasta con la alta tecnología y servicios financieros que ofrecen las oficinas del inmueble.

Lizaso, a sus 41 años, se siente en un momento de máxima creatividad. Ha dejado durante tres semanas, que ya le pesan, su taller y su familia para presentar en Chicago el trabajo de sus últimos años, con una nítida evolución desde figuras enraizadas en el costumbrismo a volúmenes expresionistas que retratan el esfuerzo físico tanto del trabajo manual como del deporte tradicional, piezas en las que se funden el hombre y la razón de su lucha.

El artista es de formación autodidacta, crecido en un ambiente de clase trabajadora y formado como tornero ajustador antes de introducirse en la cerámica y la escultura en la Kultur Etxea de Basauri, ya con 22 años. Esa raíz de interminable esfuerzo físico se refleja en una obra de formas sólidas y poderosas que homenajea el combate del ser humano por el trabajo digno y honrado. 'Es el esfuerzo ilógico de un hombre amoldando la viga de una manera inverosímil', comenta Lizaso ante una de sus piezas en la que se funden hombre y materia. 'Quiero ver ese mundo tan fuerte y tan sencillo del trabajo'.

El mundo del mar, con un mural de pescadores y pequeñas figuras de hombres con niños, queda separado en el Cervantes de otra sala con su obra más reciente, dominada por El traslado de la cúbica, una pieza de arcilla refractaria en la que el paralelepípedo de la piedra está dominado por unos brazos y unas manos envolventes que dejan perdida a una cabeza pequeña que se fusiona con el cubo.

La pieza está montada sobre el pedestal de un pilar de madera y protegida en el suelo por un cuadrado de barras de hierro que contienen cortezas de árbol. Es un conjunto que se repite en el Pernio, ahora con vigas de ferrocarril en el suelo y piedra volcánica. Todo el grupo es la obra. 'La escultura, el pilar que representa el hogar, lo que vamos dejando, y la base que es el pueblo donde se asienta', dice.

El Pernio roto 'simboliza el cambio que hemos tenido que aceptar en las costumbres industriales', vividas intensamente en la familia Lizaso, donde el padre, obrero no cualificado, tuvo que aceptar la prejubilación.

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Pieza naval

Hoy el hijo tiene su taller junto al patio de la fábrica de Basuari donde el progenitor trabajó los últimos años. 'El pernio es un pieza naval de toda la vida, que he roto para representar la introducción de una nueva era industrial; es una ruptura que expresa libertad', dice Lizaso.

En las piezas expuestas en la Galería Gaudí, Lizaso sigue la corriente de su obra hasta el año 2001, tanto con figuras que encarnan el trabajo como con otras de levantadores de piedras, ahora la esférica, y alguna inspirada en mecanismos industriales.

De nuevo espaldas en suprema tensión, descomunales brazos y manos de hombres que se agarran a su trabajo, barras torsionadas y dos pequeñas piezas de arcilla plana, que representan un beso y el diálogo y son apuntes de la obra que le bulle en la cabeza.

'Estoy trabajando en el resumen, en quitar, en que con dos líneas baste, pero sin perder fuerza', explica Lizaso. 'Es peligroso. No sé si estoy yendo demasiado al resumen'. Contrastan esos dos obras con otras dos, también de pequeño formato, que cuelgan en la pared de enfrente, una especie de crucifixión y una cabeza pequeña que surge entre planchas.

'Cada pieza es una parte de mi vida y éstas corresponde a una época difícil', comenta, 'mientras que las del beso y el diálogo muestran que estoy que me salgo'.

Rascacielos y Giacometti

Jesús Lizaso, que empezó a trabajar en la escultura influido por la figura y el trabajo de Jorge Oteiza , dice que también respeta a Eduardo Chillida. Reconoce el peso de los dos grandes nombres de la escultura en el País Vasco, pero siente que ya tiene una voz independiente, y no ve la hora de volver a encerrarse en el taller de Basauri. Lo que más le ha impresionado de Chicago es el Art Institute, donde dice haberse emocionado ante Alberto Giacometti. De la ciudad se lleva la imagen de los rascacielos, en particular la esbelta pirámide truncada del John Hancock. 'Igual cuando vuelva hago un rascacielos a la vasca', dice. ¿Y eso qué es?. 'Ya lo he dibujado. Es como una torre inclinada, sujetada por cuatro manos, que se ve que no tiene fin'.

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