Editorial:

El asesinato de un concejal socialista

Tras intentarlo otras dos veces en lo que va de año, ETA consiguió ayer asesinar a un miembro del Partido Socialista de Euskadi, que este fin de semana celebra su congreso. Juan Priede, concejal de la localidad guipuzcoana de Orio, abatido por dos pistoleros, es el sexto militante o simpatizante del PSOE asesinado por ETA desde el final de la tregua, sin que ni una sola vez se haya oído la más mínima protesta a los dirigentes de Batasuna. En este periodo, los terroristas han asesinado también a seis concejales del PP. No puede haber dudas, por tanto, de que ETA se considera con derecho a matar...

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Tras intentarlo otras dos veces en lo que va de año, ETA consiguió ayer asesinar a un miembro del Partido Socialista de Euskadi, que este fin de semana celebra su congreso. Juan Priede, concejal de la localidad guipuzcoana de Orio, abatido por dos pistoleros, es el sexto militante o simpatizante del PSOE asesinado por ETA desde el final de la tregua, sin que ni una sola vez se haya oído la más mínima protesta a los dirigentes de Batasuna. En este periodo, los terroristas han asesinado también a seis concejales del PP. No puede haber dudas, por tanto, de que ETA se considera con derecho a matar a los miembros de los partidos democráticos no nacionalistas, y que Batasuna reconoce a ETA ese derecho.

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Por ello, parece sólo un recurso retórico que el lehendakari siga preguntando, tras cada atentado, al brazo político de ETA si considera o deja de considerar compatibles sus apelaciones al pluralismo con la limpieza ideológica; está claro que sí lo considera, y de lo que se trata es de sacar las consecuencias políticas que se deducen de esa evidencia.

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Trabajador jubilado de 69 años, Juan Priede, hijo de un maestro republicano fusilado por Franco, tenía escolta, pero, tras comer en casa, solía bajar a tomar un café a un bar cercano; a veces también iba al hogar del jubilado. La víspera había estado en Lasarte, en el homenaje a otro concejal socialista, Florián Elespe, asesinado un año antes. Nadie puede haber olvidado las imágenes de la alcaldesa de esa localidad diciendo aquel día que 'quienes han señalado a Froilán para que lo maten están en el pueblo y tal vez ahora nos están viendo'. Ayer, un ex alcalde nacionalista de Orio dijo que quien avisó a los asesinos de Priede 'de cerca tenía que ser'. En las últimas elecciones municipales, Batasuna (entonces Euskal Herritarrok) obtuvo en Orio 723 votos. Ninguno de esos votantes podrá alegar que al votar a ese partido ignoraba que sus votos iban a ser utilizados para legitimar el asesinato de concejales de los demás.

Hace un mes, los partidos democráticos vascos acordaron emplazar a Batasuna a suscribir en cada ayuntamiento una declaración de rechazo de la limpieza ideológica emprendida por ETA. Batasuna ha respondido anunciando mociones alternativas sobre los derechos humanos, que incluirán alguna formulación sobre el reconocimiento del derecho de autodeterminación. Se trata, por tanto, de enfrentar al PNV y EA al dilema de votar junto a los partidos democráticos no nacionalistas o junto a los nacionalistas no demócratas. Es decir, junto a los concejales a los que mata ETA o con los que consideran legítimo que ETA los mate. Los dirigentes de PNV y EA no tienen por qué esperar a que las mociones se presenten para dejar claro, mañana mismo, que se consideran -como dijo un nacionalista admirable: Koldo Mitxelena- 'demócrata antes que nacionalista', y de sacar las consecuencias que de ello se derivan.

No es normal que un partido que actúa como brazo político de una organización terrorista, contribuyendo a hacer efectivo su designio de intimidar a quienes no comparten sus ideas o fantasías, pueda beneficiarse de la legalidad, cobrar subvenciones, disfrutar de presencia gratuita en los medios públicos. El borrador de reforma de la Ley de Partidos que hoy discute el Consejo de Ministros abre la posibilidad de que los jueces acuerden la ilegalización de Batasuna. La actitud que al respecto adopten los partidos nacionalistas democráticos pondrá a prueba su compromiso en defensa del sistema democrático, cuyo funcionamiento pretende condicionar el terrorismo.

Que ETA buscaba una víctima entre los socialistas era una evidencia reiterada desde hace semanas. Su obsesión por condicionar mediante la violencia cualquier acontecimiento político relevante hacía previsible su intención de actuar al hilo del congreso de los socialistas vascos, y precisamente en su eslabón más débil, el de la representación municipal. Y si era previsible, aún se entienden peor los cálculos de bajo vuelo del PP y de La Moncloa sobre si era o no conveniente, oportuno o aplazable, concertar al más alto nivel político la forma de hacer frente a esa amenaza para el sistema democrático, incluyendo el reforzamiento de las medidas de seguridad de los concejales.

Juan Priede era delegado al congreso de los socialistas vascos. El mejor homenaje que se le puede rendir será supeditar cualquier otra consideración al objetivo de derrotar a ETA, y contribuir al objetivo de la unidad de todos los demócratas, sin dejarse intimidar por quienes sólo argumentan con la muerte.

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