52º FESTIVAL DE BERLÍN

El 'malvado' Kevin Spacey borda un personaje angelical

Milos Forman presenta su 'Amadeus' integral

El cineasta sueco Lasse Hallström, enrolado en el cine estadounidense, despliega en The shipping news su lado dulzón. La película funciona a ratos y es un pastel amorfo y con demasiados ingredientes no engarzados. Pero el reparto de esta tarta tiene una bonita guinda: la riqueza de registros de Kevin Spacey, que oculta su lado oscuro, duro y malvado, y borda un personaje suave, un bobo amistoso y angelical.

También bobo, pero no precisamente angelical, es el Mozart convertido en un ridículo pelele por el (es un decir) actor Tom Hulce en la brillante y premiadísima -se llev...

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El cineasta sueco Lasse Hallström, enrolado en el cine estadounidense, despliega en The shipping news su lado dulzón. La película funciona a ratos y es un pastel amorfo y con demasiados ingredientes no engarzados. Pero el reparto de esta tarta tiene una bonita guinda: la riqueza de registros de Kevin Spacey, que oculta su lado oscuro, duro y malvado, y borda un personaje suave, un bobo amistoso y angelical.

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También bobo, pero no precisamente angelical, es el Mozart convertido en un ridículo pelele por el (es un decir) actor Tom Hulce en la brillante y premiadísima -se llevó nada menos que ocho oscars, entre ellos el de mejor dirección y mejor película de 1984- Amadeus, que su director, el checo Milos Forman, instalado desde hace décadas en Hollywood, trajo ayer aquí en su inédita versión integral, de tres horas de duración, que contiene casi 30 minutos añadidos a la archiconocida de dos horas y media largas.

La célebre película no tiene como destino su inmediata resurrección en las salas de cine, ni busca una nueva carrera dentro de las carteleras convencionales. Busca el estuche -que hay ocasiones en que hace las veces de ataúd- del DVD en que se quiere dar por culminada, o tal vez concluida, su existencia. Son tres largas horas de cine bien hecho, bien fabricado, pero del que sólo parecen estar destinadas a quedar, a sobrevivir, las sombras de la fastuosa maquinaria de producción de Paul Zaentz y la hora escasa que Murray Abraham necesita para esculpir con exquisito oficio su composición del retorcido y siniestro Antonio Salieri.

Y, retrocediendo a The shipping news, hay que recordar que Kevin Spacey no está solo en su recital, sino que obtiene eminentes réplicas de tres magníficas mujeres, su compatriota Julianne Moore, la británica Judi Dench y la australiana Cate Blanchett, con las que compone un cuarteto de talentos que en parte, sólo en parte, compensa los abultados desequilibrios que padece, sin duda por exceso de fidelidad, la adaptación por Robert Nelson Jacobs de la novela de Annie Proulx. El mal compuesto guión empantana la pantalla con intransitables atmósferas de textura malamente libresca, y con un agolpamiento espeso e indigerible de variantes, y más variantes, dentro del entramado argumental, que acaba convirtiéndose en un galimatías embarullado y tedioso.

Azúcar cinematográfico

El cineasta sueco Lasse Hallström, que ya empachó aquí el año pasado con su cursilón delirio de Chocolate, recupera su peligrosa afición al azúcar cinematográfico en The sipping news, y hace un trabajo de dirección muy impreciso, deslavazado, blando y completamente arrítmico, es decir, indigno del que hizo recias y magníficas incursiones en los enigmas del comportamiento en Mi vida como perro y Las normas de la casa de la sidra, donde -además de llegar mucho más allá de donde llegan sus pretextos novelescos, cosa que aquí no ocurre- no hay ni una sola gota de almíbar que no esté severamente sopesada y más tarde desvelada como ingrediente necesario, imprescindible para la composición del filme como conjunto. En cambio, el azúcar de esta película, como el que rebosaba en Chocolate, está lamentablemente escorado hacia lo arbitrario y, peor aún, lo contemporizador, para así facilitar una resolución dulce de un asunto amargo y un tratamiento algodonoso de un suceso áspero.

Cerró el día la película húngara titulada Tentaciones, que es una historia de absoluta inanidad, además de una inexplicable intrusa dentro de una selección de filmes que pretende ser representativa de lo más vivo y renovador que se hace hoy en todo el mundo. No da la talla mínima, como tampoco la da la empanada alemana titulada Der felsen. Ambas rozan la pura y simple incapacidad del cine de aficionados.

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