Tribuna:

El rey desnudo

¡Vaya órdago le ha soltado Aznar a Pujol dando a conocer públicamente su oferta reiterada, y ahora renovada, para que CiU forme parte de su Gobierno, ofreciéndole hasta cuatro carteras ministeriales! Se trata de una jugada táctica maestra, que demuestra hasta qué punto yerran quienes menosprecian aún el talento político de Aznar, un talento político innegable, aunque esté al servicio de unos objetivos finales mucho más que discutibles y venga acompañado de unas formas de dudoso gusto.

A punto ya de cumplir su vigésimo segundo aniversario como presidente de la Generalitat, a Jordi Pujol ...

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¡Vaya órdago le ha soltado Aznar a Pujol dando a conocer públicamente su oferta reiterada, y ahora renovada, para que CiU forme parte de su Gobierno, ofreciéndole hasta cuatro carteras ministeriales! Se trata de una jugada táctica maestra, que demuestra hasta qué punto yerran quienes menosprecian aún el talento político de Aznar, un talento político innegable, aunque esté al servicio de unos objetivos finales mucho más que discutibles y venga acompañado de unas formas de dudoso gusto.

A punto ya de cumplir su vigésimo segundo aniversario como presidente de la Generalitat, a Jordi Pujol le debe de costar mucho comprobar cómo, ya en la recta final de sus sucesivos mandatos y una vez confirmada de manera definitiva tanto su retirada con la designación de Artur Mas como nuevo candidato de CiU, todo parece estar ahora en contra de esta formación política.

A la postre, ha sido Aznar con su OPA hostil quien ha demostrado que el rey autonómico iba desnudo

El reciente órdago de Aznar se suma a una muy larga serie de hechos que han puesto en evidencia muchas de las debilidades políticas de CiU, consecuencia directa del liderazgo indiscutido e indiscutible que Pujol ha ejercido en su propio partido, CDC, y por extensión también en lo que ha sido su coalición y ahora es ya su federación. Desde las masivas protestas populares de las tierras del Ebro contra el Plan Hidrológico Nacional hasta las reiteradas quejas contra la política de la Generalitat respecto a algunas de las grandes empresas de Cataluña -desde las eléctricas hasta las concesionarias de autopistas-, pasando, por ejemplo, por las quejas cada vez más generalizadas contra las evidentes muestras de incompetencia gubernamental -ahí están desde la falta de control en los vertidos tóxicos en algunos de nuestros ríos hasta el desastre en la prevención de las consecuencias de las recientes nevadas, pasando por la peste porcina- todo apunta a evidenciar hasta qué punto el rey de nuestro cuento va desnudo.

Un par de hechos muy recientes confirman esta tesis. Por un lado, las quejas de influyentes sectores empresariales y económicos catalanes ante la pérdida de peso de Cataluña en el conjunto de España, no sólo a causa de la discriminación de que es objeto por parte del Gobierno central tanto en inversiones públicas como en otras decisiones políticas, sino también por la falta de inversiones por parte del Gobierno de la Generalitat. Por otro lado, el fracaso de CiU, y en concreto de Artur Mas, por hacerse con mayor poder comunicacional, tanto en su intento frustrado de echar a Carles Francino del TN-Nit de TV-3 como en su también fracasado intento de hacerse con el control del Col.legi de Periodistes.

Más allá de su representación como máxima representación institucional de la personalidad nacional de Cataluña, nuestra autonomía política tiene su más cabal justificación ante el conjunto de la ciudadanía si contribuye a dar la respuesta más adecuada y justa a los problemas que afectan cotidianamente a los ciudadanos y ciudadanas de este país. Nadie puede negar que desde 1980 las cosas han cambiado mucho en Cataluña, y que en general han cambiado para bien, pero tampoco nadie puede negar que este cambio sabe a poco, y que la decepción crece cada vez más ante la incompetencia, la incuria y el despropósito.

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Cuando la decepción ciudadana respecto al Gobierno de la Generalitat, y por tanto también con el propio Jordi Pujol y con CiU, es cada vez más amplia, generalizada y variada, y afecta a sectores también cada vez más amplios y diversos, va Aznar, suelta su órdago a Pujol y le formula una auténtica OPA. Una OPA evidentemente hostil, que llega en los peores momentos para CiU. A menos de un par de años vista de lo que todo apunta que serán las últimas elecciones autonómicas con victoria nacionalista, la renovada oferta de Aznar apunta de forma directa a uno de los puntos más sensibles de la estrategia política de CiU: su supuesto poder de influencia en el Gobierno central en beneficio de los intereses generales de Cataluña.

¿Qué poder de influencia política puede tener quien es absolutamente prescindible en su apoyo parlamentario al Gobierno central, pero sólo puede mantenerse en la presidencia de la Generalitat precisamente gracias a los votos del partido del mismo Gobierno central en el Parlament de Cataluña? ¿Qué influencia puede ejercer en el Gobierno central quien, a pesar de darle su apoyo parlamentario de modo casi incondicional y permanente, no quiere asumir responsabilidades concretas de gestión al frente de carteras ministeriales? ¿Qué explica o justifica políticamente el rechazo no ya a esta oferta concreta de Aznar, ahora renovada incluso con mayoría absoluta, sino a las anteriores no sólo del propio Aznar sino también las precedentes, tanto las de Felipe González como las de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo?

Cada día es más evidente y generalizada la decepción ciudadana ante las clamorosas muestras de incompetencia en la gestión de problemas concretos por parte del Gobierno de la Generalitat, y es también cada vez más claro que a CiU no le va a ser nada fácil seguir manteniéndose en su posición de ambigüedad respecto a la gobernación de España, a la que sin duda ha contribuido facilitando su estabilidad pero en la que nunca se ha comprometido de verdad. Decididamente, parece muy claro ya que el rey de nuestro cuento va desnudo. Es curioso, pero a la postre ha sido Aznar quien ha acabado por demostrárnoslo.

Jordi García-Soler es periodista.

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