Reportaje:CON EL EURO EN EL BOLSILLO

Un desafío a la hegemonía del dólar

Resulta difícil precisar la naturaleza de la economía del euro debido a la diversidad de tradiciones fiscales y monetarias de los 12 países que conforman el área del euro. Está suficientemente demostrado que la economía del euro es la segunda potencia mundial, que su capacidad exportadora es muy superior a la estadounidense y japonesa, y su grado de apertura económica es más elevado -el año 2000 era del 73,5% sobre el PIB, medido como suma de exportaciones e importaciones, frente al 28,9% de EE UU-; por el contrario, presenta una tasa de desempleo superior a la estadounidense y existe el conve...

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Resulta difícil precisar la naturaleza de la economía del euro debido a la diversidad de tradiciones fiscales y monetarias de los 12 países que conforman el área del euro. Está suficientemente demostrado que la economía del euro es la segunda potencia mundial, que su capacidad exportadora es muy superior a la estadounidense y japonesa, y su grado de apertura económica es más elevado -el año 2000 era del 73,5% sobre el PIB, medido como suma de exportaciones e importaciones, frente al 28,9% de EE UU-; por el contrario, presenta una tasa de desempleo superior a la estadounidense y existe el convencimiento, fundado en la opinión de una gran mayoría de economistas, de que la economía de la UEM (Unión Económica y Monetaria, el área euro) sufre leyes más rígidas en el ámbito empresarial y laboral que la estadounidense.

En los últimos 25 años, la economía europea ha aumentado más la productividad que la de Estados Unidos, pero la tendencia se ha invertido desde 1996
La economía del euro tiene una capacidad exportadora muy superior a las de EE UU o Japón, pero, por el contrario, su tasa de desempleo es superior

La medida física de la economía del euro está reflejada en los cuadros adjuntos. A grandes rasgos, pueden encontrarse otras diferencias en las economías reales de ambas zonas, la del dólar y la del euro. Una de las más significativas es la importancia que tiene en la renta de los consumidores la inversión en los mercados (bursátiles, divisas), como complemento -a veces como base- de la riqueza familiar o personal en Estados Unidos. Ésa es una de las razones por las cuales es tan importante la evolución de los mercados para medir el efecto riqueza en la población estadounidense. En una primera aproximación, los estadounidenses invierten en Bolsa, y los europeos, en vivienda; en el último lustro, los usos económicos se han aproximado, como puede comprobarse en la gran cantidad de familias españolas que han accedido a la Bolsa desde el gran turno de las privatizaciones ejecutadas a partir de 1997.

En la Bolsa de Madrid (datos del año 2000), el 30% del valor de mercado de las empresas cotizadas está en manos de inversores individuales; en la Bolsa italiana es el 25%; en Francfort, el 15,6%, y en París, el 7,6%. Los inversores institucionales dominan en las bolsas alemana y francesa. Pero el avance de la participación de las familias en la Bolsa confirma que las rentas procedentes de las acciones bursátiles empiezan a cobrar importancia en la zona euro, aunque todavía no alcancen la extensión ni la profundidad contabilizadas en Estados Unidos.

Gestión empresarial...

Desde una perspectiva microeconómica, la distancia más acusada entre ambas zonas tiene que ver con el management, la gestión empresarial. Los empresarios estadounidenses poseen técnicas muy sofisticadas de control de equipos humanos, y toman decisiones inmediatas en función de los resultados; los europeos parecen más preocupados por la calidad final del producto, y su capacidad de reacción -eufemismo con el que los economistas evitan hablar abiertamente de los despidos- suele demorarse.

Del comportamiento empresarial preestablecido nace el tópico de que la economía estadounidense es más flexible que la europea. Las empresas, grandes o pequeñas, empiezan a ejecutar los despidos en cuanto observan un empeoramiento de sus resultados combinado con el reconocimiento de unas malas perspectivas económicas. Las empresas estadounidenses atienden las previsiones de los gurús, analistas y expertos económicos más que las empresas euro. El resultado final es que la economía estadounidense reacciona con prontitud a los estímulos fiscales y monetarios. Mientras en el área euro el sesgo político presupuestario o las condiciones monetarias tardan meses en descender hasta los bolsillos de los ciudadanos, en Estados Unidos los efectos son casi inmediatos, debido a los sensibles resortes de intermediación de los mercados. De ahí que la Reserva Federal confíe en que, de forma inexcusable, las reducciones de tipos de interés o los recortes fiscales producirán los efectos que se pretenden; la traslación directa de causa a efecto en la zona del euro es más problemática.

... y productividad

La diferencia capital que puede reconocerse hoy entre la economía del euro y la estadounidense es la productividad, entendida como la variación de la producción media por persona empleada. Las economías del euro, como media, tienen una historia poco satisfactoria en este ámbito, al menos durante el último lustro. Resulta sorprendente comprobar que durante los pasados 25 años, la economía europea ha aumentado más la productividad que la estadounidense; pero en los últimos cinco años se ha invertido la tendencia. La razón de esta sorpasso radica no sólo en la creciente flexibilización del mercado laboral en EE UU, que permite contrataciones y despidos rápidos, sino en la aparición y uso intensivo de nuevas tecnologías, incorporadas rápidamente a las empresas del área dólar, y en la adopción de nuevas tendencias de producción.

Durante los mandatos presidenciales de Bill Clinton, las empresas y los economistas han comprendido y aplicado la regla áurea de que el crecimiento económico no depende tan sólo de la cantidad y calidad de los factores de producción, sino también de factores tales como la organización empresarial, las motivaciones de empleados o profesionales y la relación rápida y fluida de las políticas económicas con los agentes económicos, por citar solamente algunos trazos que se abren hacia el futuro. Las nuevas tecnologías de la información -informática, Internet- permiten mejorar la calidad y cantidad del trabajo, y al mismo tiempo, relacionar de forma más rápida y racional los nuevos factores de producción que ahora se consideran.

De los países europeos, sólo Luxemburgo tiene un nivel de productividad superior al de EE UU; puede comprobarse que en la mayoría de los países de la UEM la productividad laboral está en la banda del 60% al 80% de la estadounidense. Las diferencias entre ambas áreas monetarias se traducen en producción y renta, por supuesto, y en una diferencia (media) de renta a favor de EE UU. Las cifras correspondientes al año pasado demuestran que el nivel de vida relativo de Europa respecto a Estados Unidos es el más bajo del último cuarto de siglo, medido en términos de PIB per cápita (cuadro adjunto). Claro que se trata de cifras medias. Porque la variedad europea da para casi todo. Por ejemplo, de acuerdo con los cálculos de la Comisión Europea, Luxemburgo tiene un PIB per cápita superior en un 30% al de EE UU; pero países como España, Grecia o Portugal tienen PIB per cápita situados entre el 45% y el 55% de la referencia norteamericana. Estas diferencias confirman que no existe en realidad una base económica homogénea en el área euro y que la convergencia real entre los países europeos de la eurozona es más un deseo que una tendencia sostenida en el tiempo.

¿Por qué es importante la productividad? Por una parte, el análisis de la estructura de la producción y de la renta en Europa y Estados Unidos demuestra que la tasa de ocupación más reducida en los países europeos es la causa de las dos terceras partes de la diferencia de renta con EE UU; y que el tercio restante es imputable a la productividad personal más baja de los trabajadores del mercado euro. Las interpretaciones de la Comisión no deben ser entendidas en sentido estricto. Porque en la menor productividad pueden pesar factores que no son de orden estrictamente económico, como puede ser la elección personal por más horas de ocio.

El caso de Irlanda es espectacular; en su caso sí puede hablarse de milagro económico. Quizá porque, como en el caso de EE UU, ha conseguido unir un crecimiento del empleo con un aumento de la productividad. A finales de los años ochenta, el PIB irlandés alcanzaba apenas el 50% del estadounidense; después de una década de crecimiento sostenido a medias anuales del 7%, hoy disfruta del PIB per cápita más elevado de Europa, después de Luxemburgo, el 80% aproximadamente del estadounidense.

Más capital por empleado

En el análisis de las economías del euro y del dólar se puede profundizar un poco más para analizar el papel de la inversión y el capital en el crecimiento de la productividad. Si Estados Unidos ha vivido casi una década de prosperidad es precisamente por el crecimiento de la productividad, que a su vez ha sido posible en primer lugar por lo que los economistas llaman intensificación del capital (capital deepening), que en términos sencillos es el crecimiento de las reservas de capital por persona empleada, y por el avance tecnológico. A partir de la segunda mitad de la década de los noventa, en los países europeos, en particular en los de la UEM, se produjo una clara desaceleración de la relación capital-trabajo, mientras que en Estados Unidos la tendencia fue la contraria.

Hay matices en estas afirmaciones. La economía de los 12 países del euro presenta peores registros de productividad que la estadounidense; pero es muy probable que en los próximos años se estreche el diferencial. Las cifras históricas demuestran que los países del la UEM convergían rápidamente en productividad y renta per cápita con EE UU hasta 1995. La ampliación del diferencial de renta y productividad se ha debido probablemente a la mayor lentitud para integrar las nuevas tecnologías de trabajo en la producción de las empresas. Pero hay síntomas de que el proceso de integración tecnológica se está acelerando en Europa.

Un berlinés disfrazado de diablo monta un bicicleta que porta un cartel en el que se lee:¡ Soy un euro!AP

Trayectorias fiscales divergentes

UNA DESCRIPCIÓN IMPRESIONISTA de la política económica europea concluiría probablemente que en el área euro existe una mayor preocupación por la estabilidad monetaria y presupuestaria, manifiesta en una cierta obsesión por los precios y la estabilidad presupuestaria, mientras que el Gobierno estadounidense suele ser más pragmático y no duda en aplicar los estímulos pertinentes a la demanda cuando se detecta una depresión económica. Se entiende por sesgo de la política fiscal la tendencia expansiva o restrictiva del Presupuesto, medida como variación del saldo presupuestario ajustado al ciclo económico; es decir, el sesgo mide la reacción del presupuesto al clima de prosperidad o depresión de la economía. La evolución del sesgo en los países de la UEM muestra con claridad la divergencia de las políticas presupuestarias y la debilidad congénita de la economía euro en tanto no se articule un ministerio de Economía del área. En el caso de Alemania, por ejemplo, el Presupuesto ha sido restrictivo durante los ejercicios de 2000 y 2001; pero las autoridades económicas parecen haber reaccionado, y para el año 2002 han dado un viraje expansivo a sus cuentas públicas. Francia ha seguido una evolución parecida: sesgo restrictivo en 2000 y 2001, y suavización hacia sesgo neutral el año próximo. España ha hecho lo contrario. El presupuesto de este año y el anterior tenía sesgo fuertemente expansivo, y para 2002 ha virado hacia casi neutral.

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