Reportaje:

Nochebuena en contra de la Ley

Medio centenar de universitarios celebran en Sevilla la cena de Navidad en el campamento antiLOU

Carmen, su marido José, su hija y su nieta siempre celebran juntos la Nochebuena. Los cuatro solos. Este año año no han encontrado motivos para cenar separados, aunque han tenido que desistir de hacerlo en la intimidad. La nieta, también Carmen, está acampada desde el pasado miércoles ante el Ayuntamiento de Sevilla para protestar contra la Ley Orgánica de Universidades (LOU), así que madre y abuelos se desplazaron hasta allí cargados de solomillo, gambas y hasta una tarta dispuestos a cenar con la joven y sus compañeros de acampada. 'Les traemos cosas como al niño Dios, que para eso es Nocheb...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Carmen, su marido José, su hija y su nieta siempre celebran juntos la Nochebuena. Los cuatro solos. Este año año no han encontrado motivos para cenar separados, aunque han tenido que desistir de hacerlo en la intimidad. La nieta, también Carmen, está acampada desde el pasado miércoles ante el Ayuntamiento de Sevilla para protestar contra la Ley Orgánica de Universidades (LOU), así que madre y abuelos se desplazaron hasta allí cargados de solomillo, gambas y hasta una tarta dispuestos a cenar con la joven y sus compañeros de acampada. 'Les traemos cosas como al niño Dios, que para eso es Nochebuena', decía la abuela mientras vaciaba las bolsas en la cocina del Núcleo Residencial AntiLOU, como han bautizado los estudiantes al campamento.

Para la cena de Nochebuena estaban apuntadas unas 50 personas, casi todos estudiantes. Para la mayoría de ellos era la primera vez que pasaban una fecha tan señalada fuera de sus casas. 'Mi madre me ha apoyado desde el principio, pero hoy me ha llamado por teléfono para intentar convencerme de que me fuera a casa', cuenta Marta López, estudiante de periodismo de 21 años y miembro del Comité de Huelga. Marta es de Jaén y siempre ha cenado en Nochebuena en casa de su abuela, con su madre, los ocho hermanos de ésta y sus respectivas familias, y le duele tenérselo que perder este año, pero ni se le ha pasado por la cabeza recoger los bártulos y volverse a Jaén.

Algunos de los acampados sí que tuvieron que abandonar su protesta por una noche porque las familias no terminaban de dar el visto bueno, pero casi todos contaban con el apoyo de los padres, muchos de los cuales aportaron comida a la cena y se pasaron por el ayuntamiento varias veces durante la noche.

Los estudiantes habían pensado en todo para que la cena del día 24 fuera distinta a las otras cinco que ya habían pasado acampados. La lluvia amenazó con estropear la noche cuando la mesa ya estaba puesta, así que tuvieron que desmontarlo todo y meterse a cubierto a las puertas del ayuntamiento. Nadie les iba a echar de allí en Nochebuena.

Sobre la mesa, de unos cinco metros de largo, no cabía ni un plato más. El comité de comida de los estudiantes apenas había comprado un poco de jamón, chorizo y queso, pero entre las familias, algunos profesores y anónimos simpatizantes de la causa terminaron de componer el menú: canapés, embutido, langostinos, caldo, ensaladillas, arroz con pollo, vino tinto, manzanilla y una mesa auxiliar repleta de dulces navideños. Desde Mercasevilla les llevaron frutas y verduras y el comité de empresa de Coca Cola les regaló botellas de refrescos y una nevera.

Sobre las nueve de la noche ya estaba todo listo. 'Antes de empezar a cenar, vamos a saludar a los compañeros de la mina de Aznalcóllar, que, como nosotros, pasan estos días fuera de casa encerrados para protestar por el cierre de la mina', anunció Carmen, ante la mirada orgullosa de su madre y sus abuelos. Los estudiantes colocaron un megáfono en el teléfono y el portavoz de los mineros felicitó la Navidad a los acampados.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La noche fue festiva, pero sin exageraciones. Los jóvenes huyeron de formar escándalo por el que se les pudiera criticar después y cenaron haciendo el ruido mínimo para una reunión de medio centenar de personas. Tras la cena, se acercaron por allí más amigos y familiares y se dispersaron en corrillos alrededor de un tablero de ajedrez, de una guitarra o de una botella de anís que hacía de acompañamiento al repertorio de villancicos antilou.

La noche se alargó moderadamente, lo limpiaron todo antes de que se hiciera de día y cada uno volvió a su tienda de campaña, en la que, a estas altura de la protesta y después de cómo les está maltratando la climatología, no cabe ni un ladrillo más para frenar el viento, ni una manta para contrarrestrar el frío, ni un cartón más para absorber el agua.

Los jóvenes acampados en contra de la LOU brindan antes de la cena de Nochebuena.ENCARNI MARÍN

Sobre la firma

Archivado En